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El hobbit oscuro: el INCAA y la táctica del murciélago

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

relatos salvajesEs cierto que a veces se generaliza de manera un tanto apresurada, pero también es cierto que hay acciones puntuales que hablan a las claras de cierto estado de las cosas y/o políticas de un marco amplio. Esta semana se pudo apreciar un caso muy específico que dice mucho sobre un panorama general del cine argentino y sus problemas estructurales, que vienen desde hace décadas, sin mejorar en los últimos años.

El pasado jueves 14 se estrenaron cuatro películas argentinas: tres de ellas documentales (Amancio Williams, Escuela de sordos y Ante la ley) y una de ficción (El día fuera del tiempo). Dejando de lado la valoración que se pueda hacer sobre cada una de ellas, todas comparten algo en común, que es que son films cuya pata más débil es la distribución: sudan la gota gorda para poder encontrar una fecha de estreno; salen en muy poquitas salas, quedando reducidas incluso a exhibirse en un par de horarios durante el día; se ven confinadas básicamente a lanzamientos en Capital Federal y un par de ciudades más; su trabajo publicitario es mínimo, a pulmón, limitándose incluso a la difusión por Internet, alentada esencialmente por los mismos integrantes de los equipos de filmación; y hasta tienen poca cobertura por parte de la crítica, que a veces hasta se entera de los estrenos el mismo día de la apertura. Esto incluye y trasciende a estos films. De hecho, ocurre durante todo el año, todos los años.

El caso de Amancio Williams es especial si lo contemplamos desde la óptica marplatense. El centro narrativo, formal y temático de la película es La Casa del Puente, esa obra emblemática del arquitecto ubicada en Mar del Plata. El film, a su manera, habla sobre la historia, la cultura y la construcción de la memoria marplatense. Para decirlo bien claro: es un film sobre Mar del Plata. ¿Dónde se estrena en primera instancia? En el Centro Cultural San Martín, es decir… en Buenos Aires. ¿Va a tener un estreno marplatense? Sí, pero no en salas comerciales. De hecho, sólo tendrá tres funciones en el Museo de Arte Moderno, el 29 y 30 de agosto. El monopolio de salas comerciales que maneja Cinemacenter no pareció muy interesado en darle aunque sea un par de proyecciones y en una ciudad de 600.000 habitantes (quinta en población en todo el país) no hay un Espacio INCAA que pueda servir de hogar para el cine argentino más independiente. Sí, tenemos un Espacio INCAA en la Antártida, pero no en Mar del Plata.

Ahora, no deja de ser llamativa la manera en que el INCAA “ayuda” a la difusión de estos estrenos. Durante este fin de semana, en el espacio -muy escaso por cierto- que la entidad tiene disponible para darle publicidad a los estrenos durante el Fútbol para Todos, el Instituto decide sólo promocionar el futuro lanzamiento de Relatos salvajes, que llegará a los cines el próximo jueves 21. Es decir, le da un espacio que, con sus limitaciones, no deja de ser interesante, al film de mayor tamaño de este año, que ya tiene detrás el aceitado andamiaje de marketing montado por Warner Bros. y Telefé -asociadas a un gigante transnacional de la producción como Telefónica Studios- y un elenco multiestelar que desde hace semanas viene recorriendo los principales medios con la intención de instalar el estreno del film. ¿Para qué? ¿Qué diferencia puede hacer esa breve publicidad a favor de un tanque como Relatos salvajes?

Si bien parece difícil responder el para qué, sí se puede intuir el por qué. La respuesta es tan simple como triste: el INCAA con este accionar en el momento en que llegan muchas producciones chicas a las pantallas, muestra las cartas y su apuesta es a favor del grande. De ese grande que puede inflar los números en la taquilla del cine nacional. El interés no pasa por elevar el piso de espectadores para los films independientes y pequeños, sino el techo de las películas más grandes. Es una decisión económica, cultural, cinematográfica, comunicacional, ideológica. Es una decisión política, inscripta dentro de otras políticas de Estado.

Ojo, hay decisiones políticas con las que se puede estar de acuerdo o no, pero que no dejan de ser válidas. La clave pasa por que esas políticas, ese conjunto de acciones, guarden una coherencia con el discurso. Y ahí está el gran problema, porque lo que vemos por un lado es un Estado Nacional que se la pasa reivindicando en sus discursos conceptos como diversidad y pluralismo, que habla mucho de darle espacio a otras voces, y que deplora el centralismo, los monopolios o los medios hegemónicos. Sin embargo, a través de decisiones fuertes y visibles -o de la ausencia de ellas, lo cual es también una decisión en sí misma- avala, justifica y ayuda a la hegemonía, al centralismo y a los monopolios. Entonces, ¿cuál es la coherencia?

Desde el Estado Nacional se habla de “batalla cultural”. Es cierto, existe una batalla cultural, y los frentes son numerosos. Pero acciones como esta encarada por el INCAA nos llevan a perder por goleada. Y no se pierde por ir para adelante. Se pierde por colgarse del travesaño. La táctica del murciélago a largo plazo no funciona.

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