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El espejo de la muerte

Por Cristian Ariel Mangini

(@Masterzio84)

“(…) Y cuando el niño se vio a sí mismo en el espejo, descubrió, tras su rosadas mejillas, una putrefacta calavera que le miraba con una espantosa sonrisa. Y de pura tristeza y horror, al niño se le paró el corazón. (…)”

Del cuento La muerte y el espejo, de Michael Ende (1929 – 1995)

revenantsEs difícil que el pathos de esta serie francesa no nos obnubile, más allá del misterio que la envuelve y la intriga que se va abriendo a lo largo de los ocho capítulos en que por ahora se desarrolla (ya se está produciendo la segunda temporada en Francia y hay rumores de una remake norteamericana). Describir a Les revenants ya es desde un comienzo problemático: uno está tentado de referirse a zombies o misterio con liviandad, pero la serie creada por Fabrice Gorbet parece ir un poco más allá, a menudo planteándose preguntas que empujan al abismo al espectador. La serie asimila en su formato de serie de misterio la tragedia y el drama existencial como motores para dar, quizá en el último capítulo, lo más cercano al género de zombies, aunque aún no existe una respuesta clara para comprender cada una de las pistas que la serie va dejando hasta el final, sin que estas signifiquen demasiado.

Les revenants ocurre en una pequeña comunidad francesa que está aún consternada por tragedias que han dejado su marca en los pobladores. Ya sea el desastre ocurrido por la enorme presa que devoró gran parte del pueblo en el pasado, un accidente automovilístico o un suicidio, los personajes están signados por el recuerdo y el eventual duelo que en cada uno está sobrellevado como puede. La cuestión es que en este panorama tan natural como inevitable ocurre lo insólito: los muertos vuelven. Pero no como zombies, figuras deformes o fantasmas, simplemente vuelven como se encontraban en el momento en que murieron. Y vuelven a un mundo que ha cambiado, que ha extrañado su ausencia pero a la cual aprendieron a sobrellevar. Del impacto que implica ese regreso se explaya gran parte del relato; de las razones que llevan a ese regreso, las formas en que se da y las consecuencias se abren muchas puertas que no se cierran en esta primera temporada y dejan lugar a algunos de los giros más sorpresivos que se han visto en la televisión actual.

Cuando la miraba pensaba inevitablemente en Lost, donde quizá los enigmas que se abren son respondidos de formas inesperadas o explicados apresuradamente para llegar a un círculo completo. O en Twin Peaks, donde los enigmas se abren uno tras otro y, cuando parece que se ha alcanzado una respuesta, se abren miles de preguntas jamás respondidas porque la serie fue cancelada. Acercar a Les revenants a alguna otra serie con enigmas es una tentación inevitable pero, astutamente, sus guionistas han tratado de mantener un equilibrio entre lo extraordinario y lo terrenal a partir del punto de vista de sus personajes (algo que, seamos justos, Lost había realizado de forma magistral al menos en la primera temporada). Lo que prevalece en Les revenants es la memoria de sus personajes como formadora de realidad, aunque esta sea una alucinación. Atinamos a comprender un poco mejor lo que está sucediendo cuando el punto de vista se abre a otros personajes, pero nunca hay una certeza que cierre el relato porque inmediatamente se plantea otra pregunta.

Este juego de cajas chinas coral está en primera instancia más focalizado en mostrar lo que pasa con los personajes, qué fue de ellos y cómo sobrellevan lo que les pasa con un aura de subjetividad que por momentos recuerda a los sueños. El elemento clave que parece dibujar esta sensación no es sólo la aceptación parcial de una realidad incomprensible, sino la sumatoria de simbolismos sobre los cuales la serie vuelve con notable sutileza: fíjense la importancia de los túneles o la repetición de lugares que siempre vuelven sobre la memoria de los personajes, como la presa o el pub -sin mencionar lugares fantásticos como sí podía hacerlo Twin Peaks-, además de las referencias al confuso paso del tiempo y la distorsión del espacio, que lleva a que los personajes pierdan ocasionalmente su rumbo. Si a esto sumamos la musicalización espectral de la banda escocesa de post rock Mogwai, con muros de sonido que a veces marcan una tensión insoportable y un leit motiv inolvidable, la fotografía formidable de parajes y los encuadres desoladores, tenemos a una serie que sabe manejar los climas como pocas.

Pero el elemento sobre el cual gira el éxito de Les revenants está en la tragedia personal que atraviesa cada uno de los variados personajes de esa comunidad y en cómo la cámara rara vez se aleja de ellos. A menudo las cosas comienzan a ocurrir fuera de cuadro para sumergirnos en el pánico de lo que está ocurriendo: pienso inmediatamente en la devastadora introducción del capítulo Victor o la secuencia final del bunker en La horda, donde la serie muestra por qué nunca abandona un punto de vista subjetivo que impresiona por su proximidad con la realidad. Es que la serie muestra que lo más horrible de la muerte no es que ocurra, sino el reflejo de lo que ocurre con los que quedaron y las consecuencias de nuestros actos; ingeniosamente Les revenants utiliza una fórmula para acercarnos al abismo de una pregunta universal sobre nuestra mortalidad. Es allí donde realmente aterra.

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