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Pantalla Pinamar 2014: las crónicas fantasma (I)

Por Daniel Cholakian

(@d_cholakian)

cinema paradisoHay una máxima inexorable en la larga historia de los relatos policiales: El fantasma siempre vuelve al lugar del cine.

En este caso, era inevitable.

Pantalla Pinamar inauguró su décima edición y lo hizo con la proyección de la versión extendida (el “corte del director”) de Cinema Paradiso, la película de Giuseppe Tornatore. Pocas películas tiene el poder de convocatoria a los fantasmas que tiene esta. Porque convoca en la pantalla a los fantasmas de la historia de las películas, los grandes protagonistas ya convertidos en íconos tanto como los que fueron parte de la construcción de la historia del cine en tanto fenómeno popular y masivo: los espectadores, esos espacios semi públicos donde se convocaba a las funciones, algún hombre de dinero algo estrafalario y sobre todo, los proyectoristas, fantasmas entre fantasmas si los hay. Pero además de los fantasmas “dentro” de la película, la proyección convocó a los fantasmas de la memoria de los que vimos en las salas de estreno y fuimos marcados de un modo indeleble por Cinema Paradiso. Porque esta película ya es parte de esa colección invalorable que nos dio el cine de memorias enamoradas a muchos de nuestra generación.  Portamos, en una suerte de doble hélice de la memoria, a Alfredo y a Totó, a la música de Ennio Morricone, al viejo cura organizador y censor y a miles de pequeños gestos que son nuestros propios fantasmas, pero también, que como decía, a aquellos que los personajes atesoran como propios. Vemos una pantalla de la memoria de nuestras emociones, que mira una pantalla de la memoria de las emociones de los personajes, que a su vez son también las nuestras.

Si ello no convoca fantasmas, no sé qué lo haría.

No habría mejor lugar para presenciar la ceremonia de apertura que la cabina de proyección del Cine Oasis. Allí se instaló el fantasma para tomar sus apuntes.

Un par de cortos discursos a cargo del intendente de Pinamar, Hernán Muriale, y del gerente general del INCAA, Rómulo Pullol, abrieron la ceremonia. Pullol introdujo una noción que permaneció a lo largo de las participaciones del resto de quienes hicieron uso de la palabra. Vinculó con precisión el amor por el cine y por los sueños del mismo, con los sueños y la utopía política y la necesaria comprensión de que no es posible sostener un encuentro de la dimensión y calidad de Pantalla Pinamar, si no hay una decisión política que marche en ese sentido y un instrumento público como el INCAA que sea efectivo a la hora de concretarla. Contó cómo en un invierno de 2004 Jorge Coscia -por entonces presidente del INCAA- imaginó la posibilidad de una muestra de cine en Pinamar y cómo entonces convocó a Carlos Morelli para producir aquel sueño, con el Instituto como la plataforma para lograrlo.

A su vez Jorge Coscia y Liliana Mazure, convocados a recibir premios en reconocimiento por haber acompañado el nacimiento y crecimiento de la muestra, refrendaron las palabras y Pullol y agregaron la necesidad de sostener políticas de estado para permitir que este tipo de proyectos, que requieren un tiempo que va más allá de cualquier gestión para consolidarse, sean exitosos como lo es Pantalla Pinamar. Liliana Mazure indicó que sin esta permanencia de políticas públicas que atravesaron ya cuatro gestiones, no sería posible contar con más de 100 festivales de cine en todo el país, que no sólo llevan películas a lugares que habían olvidado a sus propios fantasmas, sino también abren las pantallas a formatos y géneros que no tienen difusión en otros espacios.

Pero el maestro de ceremonias preciso y carismático es Carlos Morelli. El director de la muestra como un viejo número 5, distribuyó el juego durante toda la noche, para que siempre la pelota volviera a pasar por él. Premios, reconocimientos y elogios siempre entregados de modo pródigo organizaron la ceremonia. Morelli reconoció tanto a las autoridades pasadas del INCAA como a funcionarios extranjeros que acompañan la presencia de las películas europeas o a la infaltable Graciela Borges. Con su “entrañable” verba en su discurso sobre el desarrollo de estos diez años, Morelli contó cómo Jorge Coscia lo convocó para su sorpresa a desarrollar la idea de lo que hoy es Pantalla Pinamar, habló del apoyo recibido por todas las gestiones del INCAA y los diferentes intendentes de la ciudad, pero también reconoció a las embajadas y organismos extranjeros que se comprometieron con el trabajo y a través de la continuidad de las políticas públicas coadyuvaron el crecimiento de la presencia de películas en Pinamar.  Y cerró diciendo “esta es una década ganada, también”.

El momento más emotivo sin embargo, vino de algún modo de sorpresa. Desde siempre la muestra cuenta con la sección El vals del aniversario que homenajea a películas de las que se cumple un aniversario “redondo” de su fecha de estreno. En este caso, las que se verán son cuatro obras estrenadas en 1974: Boquitas pintadas, La Patagonia rebelde, La tregua y Quebracho. Si bien fue muy interesante cómo Héctor Olivera o Ricardo Wullicher contaron lo que significó la presencia del cine nacional en la taquilla de 1974 -más del 20% de las entradas vendidas fueron para el cine argentino y eran las distribuidoras extranjeras las que no encontraban pantallas para sus estrenos- la ovación del público se la llevó Cipe Lincovsky que subió al escenario para entregar el reconocimiento al realizador de Quebracho. La actriz, visiblemente emocionada, fue aplaudida mucho más que cualquier hasta ese momento y habló sobre lo que significó el rodaje de aquella gran película y lo que representó esa pequeña “primavera” cinematográfica en el país.

Finalizada la ceremonia, el fantasma apagó las luces, cambió palancas de lugar, encendió el proyector, puso a rodar la película y soltó a la infinidad de las memorias que se cruzaron en la sala. Sobre la versión extendida de Cinema Paradiso hay cosas para decir. Nuestros lectores tienen que tener presente dos cosas: es una película que muchos miramos a través de los recuerdos y las emociones propias, y que los fantasmas jamás nos peleamos demasiado con nuestros viejos amores.

Porque para eso son amores. Para llevarlos siempre con uno.

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