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MAR DEL PLATA 2013: El festival de Buenos Aires que se hace en Mar del Plata

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

festivalmardelEstamos a horas de un nuevo festival internacional de cine. Y la verdad, a esta altura de las cosas, ya es tiempo de decir algunas cuestiones. Porque la postura provinciana de aceptar todo lo que viene desde arriba con total genuflexión -que es lo que hacen las autoridades y buena parte de la prensa local- agota. FANCINEMA tiene staff porteño pero nuestro origen es marplatense, así que plantemos un poco de bandera. Desde siempre, Mar del Plata es utilizada por el INCAA como un bonito escenario, y no mucho más: el lugar que se le ofrece a la ciudad en cuestiones organizativas, logísticas y de decisiones es nulo. Sólo se espera -si alguna vez ocurre- que la Municipalidad aporte presupuesto para ahí -tal vez- darle un mayor espacio de decisión. Por eso que en verdad el Festival de Mar del Plata debería ser rebautizado como el Festival de Buenos Aires que se hace en Mar del Plata: no hay nada, por fuera de las salas, el nombre de Piazzolla en el premio y algún ícono obvio en logos y cartelería, que resulte genuinamente local. Es un evento abyectamente porteño.

Decíamos, esto fue siempre así, pero en los últimos años se observa una profundización en el desinterés del INCAA hacia el festival marplatense. Para ser claros: los festivales son importantes tanto por la posibilidad que tiene el público de acceder a un cine diferente al que propone el mercado, como por la posibilidad que tienen realizadores y productores de colocar sus películas en otros destinos, de encontrar distribución. Este último espacio lo representa en el país Ventana Sur, mercado que fue extirpado de Mar del Plata y desde hace varios años se realiza en Capital Federal. ¿Resultado?: ya no les interesa a los productores venir a la ciudad porque esa actividad la pueden desarrollar en otro lugar.

También podríamos hablar de la programación del Festival. Desde que se lo mudó nuevamente a noviembre, Mar del Plata ha ido perdiendo relevancia mundial. Hoy es un festival-muestrario, un resumen de lo que en otros festivales ha resultado satisfactorio: con leer los medios internacionales sobre lo que ocurre en Cannes, Berlín, Venecia, Amsterdam o el festival que sea, alcanza para tener una idea más o menos precisa de qué puede venir a Mar del Plata. Ya no hay riesgo -salvo excepciones- y mucho menos descubrimientos. Se ha convertido (o lo han ido convirtiendo) en un festival sin relevancia.

Todo esto habla, en verdad, de la falta de apoyo para Mar del Plata; falta de apoyo que redunda en una calidad que va menguando año tras año: hoy seguramente nadie se sienta decepcionado con la programación, pocos vean -seguidas- tres o cuatro películas inmirables. Y esto ocurre no porque haya un notable trabajo de selección, sino porque se traen películas seguras, obvias, probadas. Películas probadas o múltiples retrospectivas. Como dijimos: no hay riesgo.

festivalY en este panorama, de un festival lánguido, sin identidad, también debemos enfrentarnos a cuestiones organizativas irrisorias, que piensan la semana de cine como una posibilidad de encuentro entre algunos periodistas y críticos porteños, o amigos. Como muestra está la forma en que se van difundiendo las novedades en las semanas previas. Hace un par de semanas se realizó un encuentro privado entre cuatro o cinco medios porteños con los programadores. A las pocas horas, esa información estaba en esos medios. Oficialmente el Festival tardó varios días en dar a conocer esos mismos datos. ¿Hace falta decir que el Festival es un acontecimiento organizado por el Estado? ¿Y que el Estado debe trabajar en pos de la información igualitaria hacia todos? Irónicamente, ese encuentro privado se realizó el mismo día que la Corte ratificaba la constitucionalidad de la Ley de Medios Audiovisuales y los sectores afines al gobierno nacional se llenaban la boca hablando de cómo cambiaría el paradigma informativo del país. Está claro que hacer un encuentro privado con cuatro o cinco medios amigos no sólo contradice el espíritu de aquella Ley, sino que además genera un elitismo informativo peligroso. Y esto sin ahondar en la siguiente pregunta: ¿por qué la conferencia de prensa del Festival no se hace en Mar del Plata en vez de hacérsela en Capital Federal?

Cada año, para noviembre, llega un contingente de Buenos Aires. Me gusta pensar esta situación como la de un ejército de Bush invadiendo Medio Oriente. Suena violento, pero es casi lo mismo. Los especialistas y amigos se distribuyen en todos los frentes: programadores, encargados de prensa, redactores del Diario del Festival, en ningún espacio hay lugar para gente de la ciudad. En ninguno o en muy pocos. Tal vez lo haya en la sala de prensa (donde está la gente que labura en serio, digamos), y en ocasiones se trata de voluntarios. Mar del Plata tiene gente que podría hacer algunos de esos trabajos, gente de cine. Si me piden nombres, les puedo decir varios: Rodrigo Sabio, Guillermo Colantonio, Diego Menegazzi, Miguel Monforte, Denise Bond, Gabriel Piquet, José Miccio, Oscar Alvarez, Verónica Paz. Gente que incluso ha demostrado sus posibilidades como programadores en festivales o coordinando ciclos, gestionando cultura. Gente criteriosa, diversa en sus saberes del cine. Pero no, a nadie parece importarle.

Está claro que si alguien tiene que reclamar un espacio para la gente de la ciudad, ese debe ser el Estado municipal. Pero también, está clarísimo, que al Estado municipal parece importarle bastante poco. Y no se trata de algo exclusivo de la actual gestión; desde el municipio, gestión tras gestión, se ha visto al Festival como una propuesta que sólo atrae turismo. Esa idea pobre conceptualmente de que la ciudad sólo debe -y puede- vivir del turismo. Lo cultural, la discusión fundamental de todo festival de cine, queda exenta. Claro que Gustavo Pulti, el actual intendente, ha demostrado una pobre gestión en materia de cultura, y esto se extiende inevitablemente a cómo se vincula la ciudad con el Festival. Alguna vez se habló de un consorcio tripartito, entre Nación, Provincia y Municipalidad, pero sólo se trató de una iniciativa presupuestaria. De lo que importa, de cómo representantes de la ciudad pueden ganar un espacio en la organización, nada se dice. ¿Le importa al intendente o a su secretario de Cultura el modo en que los marplatenses se deben informar de lo que ocurre con el Festival sólo a través de medios capitalinos? ¿No se dan cuenta que, año tras año, el Festival es algo que le llega de golpe a los marplatenses, básicamente porque el vínculo con el local es inexistente? Para noviembre el Festival llega y el marplatense debe ir, básicamente, por esa apelación al “marplatensismo” que surge de repente. Una cuestión de camiseta forzada.

Disculpen que le quite el romanticismo a todo esto, pero ya es hora: el Festival de Cine puede contener toda esa poética del cine, del arte, de la sarasa oficial que lleva a pensar que el artista es alguien que vive del aire. Y no, un Festival de Cine es un espacio de poder, hay gente que ocupa un lugar que le da visibilidad dentro del mundo del cine -incluso de la política-, y eso redunda en un asunto pecuniario. Mucha prensa de Buenos Aires, por ejemplo, cumple un rol de aplaudidor oficial: todo es fenomenal en esos días de festival, todo es lindo, soleado, brilloso. Luego se retribuye con conferencias privadas para pasarle data. Ese privilegio informativo hace que un medio sea mejor visto que otro. Si en el fondo el tema es de guita y poder, ¿por qué entonces los marplatenses no podemos exigir algo de eso? Sí ¡queremos el poder y la guita! ¿Es pecado?

festivalPero así como uno reniega de todo esto y se hace algunas preguntas, hay otras preguntas que debe hacerse. En verdad ¿Mar del Plata se merece más espacio del que tiene? A juzgar por algunas cosas, debo decir que no. Por ejemplo los medios. El Festival regresó a la ciudad en 1996. Además, la ciudad ganó un espacio más genuino con el MARFICI, que va camino a la década. Dos festivales de cine de importancia. Se sabe, los festivales de cine sirven para el debate, para discutir lo audiovisual y por consiguiente lo social, para conocer de qué se habla en el mundo cinematográfico, cuáles son las tendencias, hacia donde orienta el mundo narrativamente. ¿Están los medios marplatenses preparados para dar ese debate? ¿Cuántos espacios disponen un lugar para la crítica cinematográfica? ¿En cuántos lugares se entiende que hablar de cine no es sólo hablar del último romance entre estrellas o del último tanque de Hollywood o del Oscar? Si 17 años después del regreso del Festival, de haber visto desarrollarse autores y movimientos estéticos, la capacidad de análisis sigue siendo nula, estamos fritos. Por eso que el cine que se ve en el Festival no tiene en Mar del Plata espacio por fuera del marco que otorga el Festival. Esa misma película por la que te arrancan el hígado para conseguir una entrada durante el Festival, se estrena en el circuito comercial y agradezcamos si van 100 personas a verla.

Esto último es una de las grandes deudas que tienen el Festival -que no generó un público genuino para este tipo de propuestas-, de la Municipalidad -que se desentiende de cualquier asunto que tenga que ver con la formación del ciudadano por medio de la cultura real, no la ficticia de traer eventos o artistas de renombre para conseguir turistas-, de los medios locales -que no comprenden la importancia del debate y la crítica cultural, que ni se enteran de las subtramas políticas que existen en un acontecimiento como este- y de los propios marplatenses -víctimas de la desidia de los mencionados anteriormente, pero también cómodos en su postura de espectadores pasivos-.

Está claro que Mar del Plata merece un lugar más activo dentro del festival que paradójicamente lleva su nombre y que el INCAA debe abandonar su centralismo autista para abrirse a otras miradas y otras posibilidades. También es claro que los lugares hay que ganárselos, y que para ganárselos primero alguien tiene que mostrarse preocupado en que eso ocurra. Y como nadie parece preocupado, y uno observa cómo año tras año el Festival se aleja cada vez más de Mar del Plata (que lo hagan acá no quiere decir que sea de acá, no sé si quedó claro), es tiempo de arrojar las piedras que sean necesarias para llamar la atención. El debate está abierto. Arrojen ustedes también las piedras que quieran.

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