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Balada triste de trompeta

Título original: Balada triste de trompeta
Origen: España
Director: Alex de la Iglesia
Reparto: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang
Guión: Alex de la Iglesia
Fotografía: Kiko de la Rica
Montaje: Alejandro Lázaro
Música: Roque Baños
Duración: 105 minutos
Año: 2011


6 puntos


Esta es una película política

Por Daniel Cholakian

En su larga filmografía Alex de la Iglesia ha sabido dividir aguas. Se organiza cineasta polémico, se desarrolla histriónico, se niega a pasar inadvertido. Aun cuando su cinematografía tiene claros altibajos, una película con su firma no suele pasar desapercibida. Balada triste de trompeta es sin dudas un importante jalón en esta carrera. Habrá defensores a ultranza, que lo hacen también en honor a esa admiración que supo ganarse. No es el caso de este cronista a quien algunas cosas le gustaron más, otras menos y algunas nada (Los crímenes de Oxford)

Esta película es la violentísima historia de un triángulo amoroso, constituido por dos payasos con personalidades y roles antagónicos, y una hermosa trapecista. Las tramas que se articulan debajo de la anécdota, van desde una mirada sobre las continuidades históricas en España (desde la guerra civil al presente); las referencias culturales múltiples y la particular forma nacional que adquirieron bajo la dictadura franquista (religión, música popular, erotismo, moda); las infinitas referencias cinéfilas (con Fellini, Hitchcook y El caballero de la noche -Batman- a la cabeza), que conllevan un dudoso aporte dramático, ya que parecen básicamente registros autoreferenciales de la cinefilia propia del realizador;  su obsesión personal de la emergencia de violencia como aparición repentina de complejas cuestiones ocultadas, reprimidas, cuya  práctica no resulta redentora – no hay discurso épico – ni valorativa – no hay bien ni mal ni justicia posible -.

El relato se organiza cronológicamente acompañando las marcas políticas más intensas del siglo XX en España. Es por ello que nos parece inevitable analizar la mirada política que ejerce el director  de Balada triste de trompeta. Dos elementos son claves. El primero es el modo en que define la violencia en relación a la política. Lejos de entenderla como una instancia posible de la política – como podría ser la resistencia a la opresión- De la Iglesia parece banalizar la construcción de la resistencia. Tanto en los momentos previos al triunfo franquista, como al final de la vida y mandato del dictador, la violencia no es sino el producto de un sentido perverso de la vida en condiciones históricas determinadas. El origen de la violencia puede tener – como en las acciones iniciales – una consecuencia política, pero en su origen es puro despliegue de la perversión interna del sujeto atravesado por la represión y la frustración.

Que sean payasos monstruosos (payasos que devienen monstruos como forma de congelar en sus propios cuerpos la violencia  e incorporarla así como clave de su propia existencia) peleando por una hermosa mujer -qué fácil resulta imaginar que ella representa a España-, deja pensar en una extraña variante de lo que conocemos por estas tierras como teoría de los dos demonios. Sobre esta lectura, que podría pecar de excesiva, se agrega la decisión clara del  cierre del film que cristaliza, más no congela, toda relación política a partir del signo de la violencia, en una clara integración del pasado y presente, que no en vano se despliega en ese sitio clave que es el Valle de los caídos. Este recurso impone el verbo en el presente continuo, con lo cual aquella instancia final se proyecta sobre la política de su país en los últimos cuarenta años. Así De la Iglesia fija en la violencia sin otro origen que la perversión individual, el presente político en España.

Quienes se ofusquen por la violencia explícita, por la impiedad del realizador para con el espectador, deberán saber que ese malestar es buscado, forzado a un extremo pocas veces visto, y que puede sin dudas justificarse dramáticamente. Quienes se fascinen con esa estética de la violencia, como si en si misma explicara un mundo, no pueden dejar de pensar que De la Iglesia no hace una película ingenua “alla Tarantino” y el cine de súper acción. De la Iglesia hace, explícitamente también, una película política. Por lo que, tanto más allá de la opinión personal de quien escribe y la pertinencia de sus dichos, creemos que es central ampliar la perspectiva al analizar Balada triste de trompeta, de un modo que permita enfrentar el discurso propuesto en la película de un modo más complejo.

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