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Pensar el cómo vemos el fútbol

Por Rodrigo Seijas

Antes que nada, es bueno hacer hincapié en algunos aspectos positivos del programa Fútbol para todos. Está bien que se haya anulado el monopolio que ejercía el Grupo Clarín sobre las imágenes del fútbol argentino, para que al menos el campeonato de Primera División pueda verse por televisión de aire, gratuitamente. Y no tiene que haber problema con que el Estado aporte dinero para eso. Las situaciones de los clubes pueden mejorar a partir de los mayores ingresos televisivos, y eso repercute en mucha gente, en muchas instituciones que necesitan sostén. Dicho esto, concentrémonos en algunos detalles.

El empezar de cero con un equipo periodístico era una buena oportunidad como para apostar a una combinación apropiada de experiencia y juventud, apelando también a trabajadores del interior, logrando alcanzar así la pluralidad deseada. En un principio, traer a Roberto Perfumo es todo un acierto. Es alguien que sabe verdaderamente de fútbol, que justifica sus afirmaciones sin inconvenientes, que sabe leer los partidos y que se expresa elegantemente, sin groserías, entendiendo las perspectivas de todos los actores involucrados: los jugadores, los técnicos, los hinchas, los dirigentes, incluso otros periodistas.

No podemos decir lo mismo de alguien como “el relator del pueblo” Marcelo Araujo. Ya era un pésimo relator en los noventa, cuando su deporte preferido no era el fútbol, sino chuparle las medias al presi. Y nada ha cambiado ahora: maltrata a sus compañeros, tiene una visión del juego ventajista y tramposa, cada diez palabras suelta veinte insultos, toma partido por determinados equipos en detrimento de otros, se cree astuto y no lo es (por favor que alguien le avise que eso de hacer sonar el celular para fingir que está charlando con alguien NO ES ORIGINAL, sino que lo inventaron ANTES que el celular). A todo eso, ahora le agrega una llamativa incapacidad para relatar: confunde los nombres de los jugadores, no le presta la debida atención a las jugadas, siempre habla de más o de menos, nunca lo justo. Es, sin lugar a dudas, el peor relator de la historia mundial, y eso que compite con los pobres muchachos de ESPN o con la estupidez de Vignolo. Encima, ahora está más suelto y seguro: entonces basurea cada vez más, insulta a más no poder y, si le queda tiempo, mete alguna alcahueteada a los Kirchner, cosa de seguir manteniendo la armonía con el poder. Un ser nefasto.

En cuanto al comentarista Julio Ricardo, se lo podría describir fácilmente diciendo que es como un sub-Macaya Márquez. Es decir, comenta repeticiones, pero con menos conocimiento todavía. Padece asimismo similar inconveniente al de Araujo: se confunde sistemáticamente los nombres. Por ejemplo, en el último clásico Racing-San Lorenzo, llamaba a Marcos Cáceres “Méndez”. Lo hizo por lo menos dos veces. Nadie lo corrigió.

Hay un dicho que circula entre los grupos de amigos, en el que cuando alguien dice algo poco interesante o redundante, se lo cataloga como “el comentario Tití Fernández”. Bueno, la producción de Fútbol para todos no tuvo mejor idea que traer al pobre gordo que nunca dijo nada digno de prestarle atención, y a Benedetto, con quien forma un dúo que nos hace preguntarnos para qué demonios se necesitan dos tipos más en el campo de juego. Con Araujo y Ricardo, muchas veces cometen un pecado básico para unos profesionales de los medios de comunicación: se la pasan haciendo bromas internas que sólo ellos entienden. Es como quedarse siempre fuera de la fiesta.

Otro tema muy importante es la publicidad. Como dije antes, no tengo historia en que el Estado invierta dinero en el fútbol. Y digo invertir, porque no es gasto, tiene al final un objetivo productivo. Pero la forma de compensar los egresos es cuando menos cuestionable: sólo un sponsor privado (IVECO) aporta capital y el resto son publicidades estatales. Primero, se observa cómo el Estado desvía fondos de una dependencia hacia otra. Segundo, muchos podrán decir que es tan sólo una redistribución de la propaganda estatal, pero lo que se olvida es que mediante esta acción hay otros actores que, por ser contrarios al Gobierno, quedan claramente perjudicados. Tercero, la inversión en propaganda se dispara tanto que en verdad ya pasó a ser un gasto por su desproporción. Cuarto, se caracteriza por ser, en muchos casos, no de divulgación de políticas nacionales, sino proselitistas y exageradas: no es lo mismo informar las actividades de la ANSES como institución o de obras de envergadura (tipo una ruta nacional), que poner imágenes de Cristina sonriendo y saludando, o querer destacar como re importante la construcción de un paso bajo nivel (¿habrá ido la Presidente a actos de inauguración como esos?).

Lo partidario de las publicidades a veces se filtra a la emisión de los partidos. En cada fecha, se presentan distintos informes. Hay varios de ellos que son valiosos, pues se salen de lo meramente deportivo para situarse en la cultura general, sin parcializar. Pero en la séptima fecha se ocuparon en recordar con deleite y pleitesía que era el cumple de JULIO HUMBERTO GRONDONA. Sí, el señor ese que afirma que “todo pasa”, que es el principal responsable la decadencia de todos los niveles del fútbol argentino durante los últimos treinta años, es para la productora estatal Fútbol para todos “uno de los grandes dirigentes de la historia del fútbol argentino”. A lo cual me pregunto si es mejor reí o llorar copiosamente.

Entonces, ¿qué hacemos frente a esto? Se podrían dejar de lado ejemplos de retórica partidaria como “el relator del pueblo”. Podría condenarse de una buena vez por todas al ostracismo absoluto al cuarteto principal de “periodistas”. Alejandro Fabbri, Walter Nelson, Juan Pablo Varsky, Diego Latorre, Enzo Francescoli, Gonzalo Bonadeo serían buenas incorporaciones a tener en cuenta. No estaría mal manejar la propaganda con mayor equidad y vocación de información pura. ¿Y por qué no se hace lo mismo con las categorías inferiores o con otros deportes como el básquet, de enorme impacto en el interior?

Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar a Víctor Hugo Morales defendiendo nuevamente el Fútbol para todos, argumentando que los clubes están en mucha mejor situación, que la violencia disminuye, que se reúne a la familia frente al televisor, que se democratiza la visión, entre otras cosas. Me parece exagerado y facilista ese planteo por el cual a partir de esta medida se solucionan de un plumazo tantos problemas de larga data. Más teniendo en cuenta que ninguno se ha solucionado realmente: la mayoría de los clubes siguen teniendo numerosos problemas que no se solucionan sólo con dinero; a cada rato hay episodios violentos, que no se arreglan mandando a todos a ver televisión; la familia no se une necesariamente para ver los partidos frente al televisor, y argumentar que la institución familiar mejora en sus distintas variables a partir del acto de sentarse frente a un televisor no deja de poseer connotaciones siniestras; la democratización de la visión del fútbol posee muchas más aristas que la simple emisión por televisión abierta de los partidos de Primera. Como todo últimamente en la Argentina, se necesita mayor calidad que cantidad de pensamiento, un equilibrio que no tenga reparos en señalar los defectos, pero que tampoco ignore las virtudes, para poder proponer disposiciones a corto, mediano y largo plazo.

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