Por Javier Luzi
es la nueva jugada en unitarios de Telefé, Underground y Endemol. Vendidos como una superproducción con calidad cinematográfica y reconstruyendo ficcionalmente (la supervisión de Felipe Pigna impone su marca) ciertos hitos históricos argentinos.
El primer capítulo mostró los últimos días de Evita, la escritura de su testamento político y la relación con una enfermera proveniente de una familia oligárquica y antiperonista.
Siempre es bienvenida una apuesta de este tipo donde abundan las buenas intenciones, una producción que no escatima recursos y una valoración para con el público que no lo subestima. Pero… lamentablemente siempre hay un pero. Uno no espera ya que lo que se sienta a ver sea lo no inventado aún, pero mínimamente pretende que de la combinación de elementos resulte una mirada original, algo que deje denotar una búsqueda por un riesgo que supere la superficie. Y Mi mensaje no pudo con ello.
El guión se quedó claramente en la representación más estereotipada de los personajes. Sin poder atravesar ninguno de los lugares comunes que convocó. Apenas incorporó lo que en la mirada de estos tiempos la lectura de género hizo revisar. Mujeres que abandonan la sumisión por elegir su camino (digamos igual que teniendo a Eva en escena es casi imposible no plantear mujeres así), cierta liberación sexual y un equivocado concepto que supone que un vocabulario explícito en “malas palabras” es signo de acercamiento humano o modernidad. Craso error. Ya los dramaturgos y poetas griegos escribían insultos y puteadas, mas la potencia revulsiva no pasaba por ellas. Los parlamentos que se escucharon en este capítulo no permiten observar ningún trabajo con el lenguaje, ni por querer realizar una mímesis con el habla de ese tiempo ni por recrear una manera que lo actualice acercándolo a nuestras formas vigentes. Los actores hablaban como hoy día pero le imponían una especie de alejamiento físico que reforzaba la artificialidad y la frialdad de la puesta en escena (que únicamente se rompía en las escenas entre la Eva de Laura Novoa y la Elena de Vanesa González, donde se lograba transmitir vida a lo que se representaba). Actuaban y eso era notorio. Y eso fue, además de un evidente problema, una elección estética. De otra manera no se explica la exageración de un buen actor como Awada que levantaba las cejas como si estuviera en el teatro mientras la cámara lo tomaba en primer plano y amplificaba la sobreactuación, o el ruido de una frase como “vos querías hacer mierda a esta familia” en boca de una actriz del nivel de María Onetto personificando una madre aristocrática. Y nadie niega que en las clases altas no se usen esos términos, pero se dicen de otra manera.
¡Qué difícil parece construir una Eva que no tenga las formas que impusieron la Evita de Feinmann en la película de Desanzo o los mitos que construyó Eloy Martínez en Santa Evita o que recurra a los exabruptos que Perlongher le hizo decir en Evita vive! De hecho la Eva Perón de Copi ya había trabajado la relación de la primera dama con una enfermera. Repito, uno no espera originalidades pero al menos sí que se respete lo que se intenta construir. Cómo se explica (más que en la necesidad de la realidad histórica o la licencia poética) que si el guión me plantea, o al menos deja entrever, ciertas rispideces en el vínculo entre Eva y su hermana, finalmente se resuelva la entrega de ese material escondido a quien había quedado implícitamente incluida en el grupo de aquellos no confiables. O la presencia permanente e inexplicable en todas las situaciones de la empleada de la casa.
En lo que se refiere a la calidad visual hay que resaltar la reconstrucción de época (vestuarios, escenografía, etcétera) -a pesar de algún error de, por ejemplo, un velador con lámpara halógena o la evidente marca de lo no usado, de lo recién hecho de ciertos elementos como folleterías y carpetas-, pero muchos encuadres (tomas cenitales, escaleras en un eterno sinfín) más allá de la belleza formal sólo demostraban una repetición de procedimientos harto vistos.
Una decepción que, en este caso, ojalá por lo menos permita que lo más potente de lo visto que fueron las palabras de Eva, los recitados de varios fragmentos de Mi mensaje, encuentren eco en los televidentes y consigan que alguno se acerque a la lectura del libro o a investigar un poco más sobre la Historia.