La fuerza de gravedad de la memoria, la importancia de asumir y analizar el pasado, y hacerlo mirando al futuro. Eso es lo que muestra el chileno Patricio Guzmán en su documental Nostalgia de la luz, que se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián.
En la película, que compite en la sección Horizontes latinos del certamen donostiarra, Guzmán realiza un bello y delicado paralelismo entre la historia de Chile, la historia del cosmos y los derechos humanos, personificados en los desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
«Es un largo viaje sobre la vida y la muerte en un desierto mágico -el de Atacama- donde hay toda clase de pasados», explicó Guzmán durante la presentación de su filme en San Sebastián, donde los espectadores lo acogieron emocionados y con una enorme ovación al finalizar.
El veterano realizador aseguró estar muy satisfecho por la recepción del documental en este festival, que se une a las buenas críticas recibidas tras su paso por Cannes, lo que espera que permita una mayor distribución internacional. Lo que busca es «provocar una reacción de comunicación, de curiosidad», que la gente reflexione cuando vea la película, que «se quede pensando». «Eso es lo más bonito que puede pasar», asegura.
Y eso lo intenta con un relato lleno de poesía, en el que los observatorios astronómicos del desierto de Atacama componen un paisaje lunar en el que las mujeres, hermanas o madres de desaparecidos durante la dictadura buscan sin descanso los restos de sus seres queridos, enterrados no se sabe dónde de un territorio de más de 100.000 kilómetros cuadrados de superficie.
Los testimonios de estas mujeres se mezclan con las explicaciones de los astrónomos o de los arqueólogos del espacio, que buscan respuestas a los interrogantes del origen de la tierra. Una película «sobre el pasado de la tierra, un viaje hacia el pasado y también hacia la vida y la muerte» a través de un desierto que, «al conservar tantos objetos y cuerpos, se ha transformado en un libro de historia», explica el realizador. Esta narración que le sirve a Guzmán para llamar la atención sobre la necesidad de mantener y recuperar la memoria histórica.
Al respecto, calificó de «preocupante» el que Chile no tenga memoria histórica, por lo que abogó por hacer películas, escribir libros y ensayos, «insistir en este tema, sin olvidarse nunca de que algún día se aclarará». Agregó: «los que tienen memoria viven en el presente y los que no la tienen no viven en ninguna parte».
Otra película que compite en la sección Horizontes latinos de San Sebastián es la argentina Rompecabezas, ópera prima de Natalia Smirnoff, que tiene muchos elementos del cine de Lucrecia Martel. Es la historia de María del Carmen (interpretada por María Onetto), una mujer casada y con dos hijos mayores a punto de independizarse que pasa por una época de vacío existencial. El descubrimiento de los puzzles es el elemento que hace reaccionar a la protagonista de una película que ganó hace dos años el programa Cine en construcción de San Sebastián, que ayuda a proyectos inacabados, y que ha pasado este año por la sección oficial de la Berlinale.
Un elemento, el puzzle, que puede resultar extraño. Y es que eso es justamente lo que perseguía la directora. «Me gustaba la idea de jugar con algo que no entrara en lo productivamente cualificable. Un juego inútil, que no diera ningún estatus social», explicó Smirnoff. El puzzle, además de entrar en esa categoría, es un juego que sirve no sólo para encajar piezas, sino para encajar situaciones rotas de la vida. Un juego que sirve de «puente de transformación» a la protagonista de una historia pequeña, sin grandes tramas, que son las que le gustan a la realizadora.
Lo que busca siendo directora tras diez años como asistente de realización y directora de casting es reflejar un único punto de vista, el de una única persona. Es lo que hace en Rompecabezas y es lo que hará en El cerrajero, su próximo proyecto.
(Fuente: EFE)