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Funcinema

Bafici 2010: Día 7

Por Mex Faliero

Uno que se va de Mar del Plata por una semana para cubrir el BAFICI y lo primero que hace el protagonista es abrir la puerta de su casa, tomar su skate y salir andando por avenida Champagnat. Así no se puede olvidar, no hay forma, de alguna u otra manera el cine te devuelve a tus orígenes, a tu lugar. Eso, un poco, ocurrió con Somos nosotros, film de Mariano Blanco que transcurre en Mar del Plata -aunque hay cosas para agregar al respecto- y que forma parte de la competencia oficial del 12 Buenos Aires Festival internacional de Cine Independiente.

Seamos honestos con la película: aquí le ponemos mayor atención por el hecho de estar ambientada en nuestra ciudad e, incluso, por ahí divisamos cuestiones que tienen que ver más con el hecho de que forman parte de nuestro contexto. Lo que lleva también a pensar otra cuestión: lo poco que vemos nuestra ciudad en una ficción genera que le prestemos mayor atención a detalles que no deberíamos. Un tema que el cine argentino debería observar, y que tiene que ver con su centralismo enfermizo. Debate para otra oportunidad.

Somos nosotros cuenta la historia de un grupo de skaters que se reúnen en la playa o en la plaza Mitre, pero particularmente la de tres de esos jóvenes. Sin llegar a lo lumpen, el film muestra a grupos un poco marginados, y de hecho casi no aparecen adultos en la película de Blanco. Esto no deja de ser interesante: en Mar del Plata casi no existe la marginalidad que conduce a una tribu urbana, sino que estos guetos tienen que ver más con actitudes de clase media. Tal vez de manera azarosa, Somos nosotros acierta en ese retrato: estos jóvenes no son problemáticos ni nada por el estilo, y casi no tienen conflictos más allá de los propios que muestra el film.

Desde lo personal fui con todos los prejuicios, me esperaba otra mirada porteña sobre la Mar del Plata otoñal, que ya es cliché y, hasta, un horrendo prejuicio. Y si bien algo de eso hay, también es cierto que Blanco le escapa bastante a la construcción afectada de los personajes y muestra la ciudad de manera real, sin caer en el esteticismo berreta. La ciudad es una ciudad y es tan personaje como puede serlo.

Pero hay en el film un quiebre que no puede dejar de mencionarse y que ha generado extrañamiento. Como decíamos, se sigue aquí a tres pibes en situaciones que tienen que ver con lo sentimental: uno de ellos descubre un posible amor en una situación azarosa; otro pasa una mala noche con su novia; y el tercero se frustra tratando de encontrar a su chica, que no le responde los llamados. Es la segunda historia la que nos provoca extrañamiento y tiene que ver con esto: el personaje se toma el 221 -conocida línea de micros de la ciudad que sirve para arribar a otros destinos fronteras afuera- y acto seguido recorre la porteña Lavalle con su novia; luego, el microcentro porteño de noche. Luego de distanciarse de su novia, vuelve a la Plaza Mitre.

Versiones hubo varias entre los colegas: la primera, y más directa, es que se trató de un problema de presupuesto que no se pudo evitar. Pero hay otras, más interesantes, que aportan una lectura sobre el film: por ejemplo, que Blanco haya querido significar una especie de evasión por parte del personaje. Puede ser, todo es posible en un film que no es tan hermético como aparenta por sus tiempos narrativos, laxos y relajados. Hay otras escenas que no parecen rodadas en Mar del Plata y que aportarían a la teoría del extrañamiento: de hecho, todos aquellos momentos en que los personajes comparten con sus mujeres no son en Mar del Plata. Sin embargo la película no parece tener ninguna otra cuestión formal que ahonde en esa referencia cuasi existencialista sobre el lugar y la persona.

Cuestiones que Somos nosotros deja para que sean analizadas: hay otros errores geográficos que se podrán marcar, pero sería entrar en un campo de chicana provinciana que no aporta al relato. Más allá de esto, el film construye algunas historias con apreciable sutileza, y permite ver a un realizador con futuro, que parece tomar elementos de otros cines -no sólo el cine nacional joven, sino también el Gus Van Sant más radical- pero que logra construirlos desde su lugar. Así quedan como referencias y no como copias.

Sobre el resto del día, hay que destacar la mexicana Alamar, de Pedro González-Rubio, una mezcla entre ficción y documental acerca de un chico de padres separados, que va a pasar las vacaciones con su padre y su abuelo, ambos pescadores. El film se centra en la relación paterno-filial y lo hace con enorme sutileza: no hay un padre intentando demostrarle a su hijo qué lugar tiene que elegir, sino alguien que con total dedicación quiere decirle a su hijo, nada más, quién es, a través de revelarle el universo en el que mejor se desempeña. Luego, el niño volverá a Italia, para vivir con su madre. Si el film gana es porque lo documental supera a la ficción, y Alamar no se pone sentenciosa ni conservadora. Película de observación, si mañana resulta medio flojo bien vendría hablar más en extenso de esta estupenda película.

Más animales en I went to the zoo the other day, de Luo Li, una buena premisa inicial que no le es fácil sostener al director chino. La cámara se detiene en una pareja que visita un zoológico. A partir de esa experiencia, ambos personajes comenzarán a reflexionar sobre su propia existencia. El film centra su mirada en los animales, pero no con ánimo didáctico como en películas del estilo de La marcha de los pinguinos, sino todo lo contrario: negando el psicologismo de manual que reconstruye la vida animal como si fuera la civilización humana. Aquí los animales son animales y aparecen tirados y listos para ser observados, como en un zoológico. Nada más que eso. El problema de Li es que pasada la primera media hora se le agotan las ideas y hace todo lo posible para llegar a la hora. Y no todo está bueno. Sobre el final recupera la
compostura y cierra con un par de buenas escenas que tienen a la pareja como protagonista.

En un día que no deparó ninguna sorpresa negativa, tal vez El olvido, de Heddy Honigmann, haya sido el film menos interesante. Documental ambientado en Perú, son entrevistados mozos, dueños de comercios, trabajadores callejeros, personas que han construido su vida alrededor de la idea de vender un servicio y ser amable con el otro. Ahí sobrevuela de fondo la vida política de Perú, con sus habituales gobiernos democráticos y dictaduras que han demolido la ética de un pueblo. Hongmann es bastante clara al respecto y muestra las miserias en primer plano, a veces excediéndose en ese primer plano. Así y todo El olvido es bastante honesta.

No hablé del clima: llovió todo el día en Buenos Aires, así que no salimos del Abasto. Aunque ese no es el único clima: hay otro, puertas adentro, que habla de un BAFICI que da algunas señas de agotamiento, de colegas que no encuentran las grandes películas y de algunas falencias que son silenciadas o se dejan pasar, cuando en otra oportunidad se destacarían sin piedad. Imagine usted que en la sala de prensa del Festival de Mar del Plata la mitad de las computadoras no anden -bueno, reconozcamos que hoy anduvieron-. Ah, y para no sentirnos tan mal con nuestra escasa motivación por lo cultural, digamos que en un charla brindada por Raya Martin, estrella para el mundo BAFICI, nos comentaron que apenas hubo 20 personas.

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