Por Rodrigo Seijas
Dos películas nada más en el día. Una de las razones principales es que me quedé dormido a la mañana. Ya sé, ya sé, puedo hacerlo mejor, pero no se preocupen que voy a mejorar.
La primera fue El recuento de los daños, de Inés de Oliveira César, quien luego de Extranjera, donde realizaba una reescritura de Antígona, aquí se mete con la historia de Edipo Rey. Si con la anterior había un exceso de diálogos y la construcción de los personajes no era creíble, aquí Oliveira César ajusta casi todas las tuercas y el resultado es altamente interesante. La directora concibe un filme basado en lo expresado por los cuerpos y las miradas, donde incluso los diálogos son mínimos pero determinantes. El inicio es impactante y a partir de ahí se va construyendo un clima de incomodidad permanente, que es lo que justo necesitaba este relato. De hecho, es llamativo cómo lo más cuestionable son frases o diálogos explicativos del origen trágico, porque se nota claramente que la puesta en escena no los necesita. Un paso adelante gigante de la realizadora, que vuelve a su mejor forma.
Más hacia la noche tuve la chance de acercarme a un documental que a priori no me entusiasmaba demasiado, pero que terminé disfrutando bastante. Estoy hablando de The agony and the ectasy of Phil Spector, entrevista al legendario productor musical cuando estaba siendo juzgado por un presunto asesinato. Paradójicamente, las preguntas y respuestas se concentran más en su obra que en las razones o circunstancias policiales. En verdad, las imágenes del juicio están en permanente combinación con las canciones, que a su vez son sometidas a un fino análisis crítico, que en muchos aspectos se hace cargo de que intenta aprehender sentidos y emociones cuasi irracionales, propios de un artista un tanto inasible. El resultado es tan divertido como oscuro, potente a partir de su sostén en un personaje fascinante -Spector suelta a cada rato frases y sentencias memorables y complejas, analizando incluso su rol de artista- y con una banda sonora espléndida.
Admito que pude haber visto más pelis, pero no me atosiguen, que ando con dolor de oído (mañana les aviso si efectivamente quedé sordo). Encima que me tengo que bancar los improperios del colega y amigo crítico Roberto Javier Eduardo Luzi… El señor no para de difamarme diciendo que hago crónicas sin aparecer por el festival, que invento cosas… Al mismo tiempo, a cada rato me enrostra cada famoso que se cruza y que lo saluda, y que es su amigo… todo esto mientras cita a Foucault o Sartre, porque es Licenciado en Letras, vistes. Bueno, yo también puedo difamar, aunque no conozca gente famosa y no sepa tanto de Foucault: señor Macri, señor Fino Palacios, yo que ustedes le pincho el teléfono a ese muchacho, porque estoy casi casi seguro de que es jefe de la mafia que maneja a esos sucios trapitos. ¡Tomá esta, Luzi! ¡Ya vas a ver cuán buena está Buenos Aires!
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