Nombre Original: Land of the lost
Origen: USA
Director: Brad Silberling
Reparto: Will Ferrell, Anna Friel, Danny McBride, Jorma Taccone
Guión: Chris Henchy, Dennis McNicholas; sobre la serie de televisión de Sid Krofft y Marty Krofft
Fotografía: Dion Beebe
Música: Michael Giacchino
Montaje: Peter Teschner
Duración: 102 Minutos
Año: 2009
Indiana Ferrell
Por Rodrigo Seijas
Uno se pregunta cómo podía esperar el estudio Universal que este filme tuviera éxito, ya que lo vendió casi como uno de aventuras para toda la familia. Es que la mixtura entre el universo de Will Ferrell y la serie familiar original de los años setenta dio como resultado algo caótico, totalmente alejado de lo que Hollywood presenta a su público en lo que refiere al género. Es decir, no se puede decir que pertenezca al lugar común una escena en la que el protagonista suelte, a modo de exclamación, “¡por los pezones del Capitán Kirk!”. Mejor no preguntarse qué habrán dicho los trekkies con respecto a esto.
Y sin embargo, hay que decir firmemente que La tierra perdida se merecía todo el éxito que no tuvo. Que la subestimación y el ninguneo al que fue sometido por el público y la crítica -sumados a reportes con cálculos económicos que buscaban cuestionar el salario de Ferrell- están totalmente fuera de lugar. Que la película es ágil y divertida, no tiene desperdicio alguno y que acumula suficientes méritos como para haber tenido un estreno previo en cines en la Argentina.
Hay que tener en cuenta las virtudes que le imprime a la película su director, Brad Silberling. Este ha demostrado una llamativa capacidad para adaptarse mundos a priori ajenos, sin resignar autoría. Lo hizo con Casper, creando una historia infantil de fantasmas, caracterizada por una profunda melancolía, que no excluía la diversión en grande. También en Lemony Snicket: una sucesión de eventos desafortunados supo combinar la ironía de la voz en off de carácter literario con el estilo actoral desatado de Jim Carrey, llevando a buen puerto una trama ácida y dulce a la vez.
Aquí tenemos la historia del doctor Rick Marshall (Ferrell), un científico que, tras un episodio vergonzante en televisión, es rechazado por toda la comunidad de investigación que cree que sus teorías relacionadas con la existencia de una dimensión paralela son un delirio absoluto, hasta que con la ayuda de su asistente Holly (Anna Friel) comprueba que más acertado no podía estar. Bueno, pues imagínense al querido Will en plan científico desatado en busca de aventuras al estilo Indiana Jones, con un dinosaurio persiguiéndolo, lidiando con unos aliens que parecen de plástico rudimentario y discutiendo espacios de poder con un mono que siempre le lleva la contra. ¿Ya está? ¿Ya se lo imaginaron? Bueno, pues no lo necesitaban, porque Silberling llevó esto a la realidad cinematográfica. No se sabe cómo hizo, cómo juntó todos los pedacitos, aunque en verdad ahí está el mérito, porque La tierra perdida fluye con naturalidad, nunca se notan costuras. Es un todo absolutamente coherente en su locura.
Silberling le deja el campo libre a Ferrell, alguien que ya venía rompiendo con todas las convenciones en filmes como El reportero, Ricky Bobby: loco por la velocidad y Hermanastros. Y consigue crear una creíble reversión drogona, chancha y políticamente incorrecta del cine de aventuras. En el medio, tenemos unos cuantos atractivos más: efectos especiales retro funcionales a lo que se cuenta; hilarantes escenas de acción; romance; una dulce Anna Friel -que con su encantador tono british ya nos venía conquistando en la serie Pushing Daisies-; y un desaforado Danny McBride, uno de esos típicos gordos bestias pero con mucho ingenio, acá complementándose con extremo fervor con Ferrell.
Quizás los que quieren reducirle el salario a ese gigante cómico que es Will Ferrell es que nunca vieron (y disfrutaron) de sus filmes. Algo parecido podría decirse de los productores a los que tanto les cuesta confiar en el talento de Brad Silberling. Lo que está claro es que los cien millones de dólares gastados en el presupuesto de La tierra perdida, a pesar de las pérdidas, bien valieron la pena. No siempre es la economía, estúpidos.
8 puntos