
Muy Buena
DEVOCIÓN POPULAR: CREER O REVENTAR
Por Mariana Jaqueline Ramirez
Príncipe de las Pampas es una pieza escrita por Facundo Zilberberg (autor que recibió el segundo puesto en los Premios Germán Rozenmacher por El tiempo se detiene), muestra mérito de sobra para convertirse en un autor destacable en el teatro nacional. En esta oportunidad se explaya con varios tópicos: la familia, el bienestar, los problemas vecinales, las creencias religiosas, entre otros. Los mismos generan situaciones que condiciona el modo en que se desenvuelven y relacionan los personajes, con el avance del conflicto se deja al descubierto (pese a sus diferencias de sociales) que comparten las mismas miserias.
La acción inicia con Arturo (interpretado por Fernando de Rosa), un mayordomo sumiso y rígido, cuyo intento por sacar brillo a un par de zapatos queda frustrado por los reclamos del jefe. Arturo fue criado en el campo y se muda a la gran metrópolis por una promesa que le hizo al Santo Ceferino Namuncura del que es ultra fanático. Su partener es su jefe Máximo (una interpretación única de Jerónimo Vélez Funes), que lucha contra una peculiar enfermedad que no lo deja salir de su lujoso departamento. Máximo está atado a ese sitio dependiendo únicamente de su cuasi siniestro mayordomo. Siempre lleva puesto el mismo pijama, una clara señal que afirma el derrumbe sentimental y físico que lo está consumiendo y que le resulta difícil disimular.
En la escena irrumpen dos hermanos, Dolores y Titino, que desequilibran el lujoso ambiente de Máximo. Ellos están perdiendo su módica posición acomodada en el barrio de Recoleta y encarnan la burda desesperación de la clase alta en sus últimos días de gloria. En ese pasaje dejan de lado las buenas costumbres heredadas y empiezan a tener comportamientos inapropiados para la clase a la que pertenecen pero, de un modo u otro, forma parte de lo que los constituye como personas.
Titino es un hombre cool, elegante, amanerado, con un vocabulario impecable, que en su estado de decadencia entra en confianza con el mayordomo, ya que con este logra liberar sus sentimientos. Ella es la hermana mayor de doble cara: linda pero con garra, dulce pero guarra. Su rol es fundamental, ya que es la que se pone al frente de las decisiones: sus últimos monólogos son de mucha profundidad que culmina escupiendo en forma de mandarina la realidad al débil de su hermano.
A medida que avanza la obra se da un giro que pone al destino en contra de todos. El esfuerzo que realiza cada personaje para lograr sus objetivos no ha servido de nada, solo les queda seguir luchando en sus vidas particulares pero en una situación peor de la que estaban inicialmente. Entonces, el Santo “aparece” del más allá para burlarse, o más bien, dar una lección principalmente al devoto.
En tanto, los actores (que merecen una mención especial) tienen un trabajo interpretativo indudablemente excepcional: los cuatro presentan la decadencia en las que son absorbidos por un sistema del que ya nadie puede escapar y dan cuenta de su suela gastado en el teatro independiente.
La puesta cuenta con una escenografía elegante (símil a una casa burguesa) que connota la idea de espacios superpuestos, dividiéndolo para producir un doble ambiente. Esto se logra correctamente por el uso de la iluminación y la música: ambas funcionan como indicio que señala el cambio de espacios y quedan remarcadas por los dichos de los personajes. También es de importancia el espacio extra escénico, pues el espectador tiene que imaginarse la vida a la que constantemente hace referencia Arturo en su campo natal, su familia, la devoción por el santo, los planes a futuros, entre otros.
El Príncipe de las Pampas no es una simple comedia que busca la risa de la platea, sino que hilvana escenas que van de lo absurdo a lo grotesco, del campo a la ciudad, produciendo un shock que deja pensando al espectador. La reflexión final son dos caminos en el que se mezcla lo bueno y lo malo, produciendo una extraña confusión en donde resuena la pregunta de si realmente hay gente buena. Pues bien, la respuesta la encontramos en nuestras propias experiencias.
Elenco: Fernando de Rosa, Sabrina Lara, Felipe Llach, Jerónimo Vélez Funes Diseño de vestuario y escenografía: Daniela Tuvo Brenda Peluffo Realización escenográfica: Cecilia Font, Brenda Peluffo Diseño de Iluminación: Luciana Giacobbe Música: Gonzalo Sentana Maquillaje y Peinado: Carola Fiadone Fotografía: Flor Espinosa Producción Ejecutiva: Mariana Moran Benitez Asistente de dirección: Cecilia Soria Dramaturgia y Dirección: Facundo Zilberberg Sala: El Estepario (Medrano 484, CABA)