El director Andrés Di Tella vuelve a articular lo público y lo privado. En este documental utiliza una serie de cartas de sus padres para reconstruir una historia de amor.
La película completa su trilogía autobiográfica iniciada por La televisión y yo y Fotografías. Aquí, un actor y una actriz leen la correspondencia entre los padres del director.
La película de Fernando Salem funciona mejor cuando recurre al humor para contar la experiencia de una joven que vuelve a su ciudad para tirar las cenizas de una amiga muerta.
La película de Gastón Solnicki es un apuesta experimental que se sostiene demasiado en la arbitrariedad de sus partes, llevando siempre a la sobre-interpretación para justificarla.