En una nueva jornada de pelea por el Astor de Oro, se vieron Una historia de amor y de guerra de Santiago Mohar Volkow y A real pain de Jesse Eisenberg.
–Una historia de amor y de guerra de Santiago Mohar Volkow // 7 puntos
La desgracia de los antiguos emperadores Maximiliano y Carlota de Habsburgo en México se ofrece a modo de relectura en el terreno de la farsa. Con riesgo y osadía, Mohar Volkow parece recuperar la tradición del cine balcánico, no temerle a las metáforas y a los excesos ni a fusionar elementos del pasado con signos actuales. Estructurada en actos y marcando el artificio constantemente, esta especie de comedia negra tiene como pilar a un personaje excéntrico, patético y divertido llamado Pepe Sánchez-Campo, un arquitecto cuyo proyecto inmobiliario gigante atenta contra las tierras de comunidades indígenas. Su mujer posee como amante a Teo, una versión paródica de intelectual romántico, que disputará su amor con Pepe. En medio de los conflictos, un revolucionario llamado Engels no parece muy dispuesto a resistir a la tentación del dinero. Ese es el mundo de la película, una galería de seres atravesados por delirios de poder donde las negociaciones, incluso, continúan en el más allá. Sin ningún tipo de pudor, el realizador desarma todos los discursos históricos y las voces políticamente correctas para jugar en su propio terreno, el de la libertad y el disparate. A fin de cuentas, siempre las víctimas quedan fuera de campo frente a los intereses de corruptos, traidores, oportunistas y opresores. Una historia de amor y de guerra se sostiene, en sus mejores momentos, como una ficción explosiva, abierta a sorpresas, con saludables dosis de humor negro. Se apropia del registro de las telenovelas y lo lleva a los límites de una ridícula épica, tan ridícula como la ambición desmedida. Una voz en off guía un material anárquico en apariencia, pero que obedece a un orden donde la comicidad es la clave, aunque siempre asome el horror detrás de la risa. Guillermo Colantonio
–A real pain de Jesse Eisenberg // 7 puntos
En su segundo largo como director (también es guionista y protagonista), Eisenberg encuentra un poder de síntesis, alejado de cualquier exceso discursivo, que resulta más que llamativo en un actor que sabe ponerse intenso por demás. Sin embargo, cuenta la historia de estos primos (el otro es Kieran Culkin) que realizan un tour por Polonia para saldar alguna deuda familiar de una manera precisa en la construcción de los dos frentes principales del relato. El primero es la experiencia misma de los personajes, ese paseo por los vestigios de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, en una Polonia que contiene los símbolos del horror en cada esquina. Muy pertinentemente, Eisenberg se pregunta cuán posible es reconstruir ese pasado y volverlo una experiencia turística, y cuán posible es que esa experiencia se vuelva algo universal. El otro frente, más convencional, está relacionado con la relación de sus protagonistas, dos primos de carácter opuesto que durante ese viaje sacarán a la luz algunos rencores atrasados de años. Aquí A real pain se vuelve más previsible, igual agradecemos la simpleza con que Eisenberg cuenta y resuelve los conflictos. Mex Faliero
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