Por Mex Faliero
Si bien Argentina tiene tradición en este tipo de relatos con el recordado ciclo Mujeres asesinas, y algunos éxitos del cine como El clan o El ángel, e incluso la miniserie documental Carmel: ¿Quién mató a María Marta?, la aparición de la miniserie Yiya se siente como más deudora de la actual moda de los true crime que invade las plataformas. Esto porque más allá de contar un caso policial real desde la ficción, utiliza algunos procedimientos narrativos que hemos visto en muchas de estas propuestas, empezando por elementos que intentan romper con el verosímil, como la ruptura de la cuarta pared y segmentos que funcionan como metáforas irónicas sobre el destino de los personajes. María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, conocida popularmente como “Yiya”, fue una mujer de clase media acomodada que estafó a sus amigas y parientas, y que para salir del embrollo tomó la decisión de matarlas utilizando veneno que dosificaba en macitas finas o tazas de té. Criminal condenada por tres hechos, la figura de Yiya Murano nunca se volvió el retrato de un ser atroz, como realmente era, sino el de una señora juguetona que envenenó simpáticamente a sus conocidas. No es preciso hacer un juicio de valor, pero sí notar cómo la historia reconstruye algunos episodios de manera extraña. El aspecto, las macitas, el don de señora mayor imposible de vincular con lo criminal que se ganó a partir de una entrevista en lo de Mirtha Legrand, hizo que la señora se convirtiera en un personaje singular de la cultura popular argentina. Y la miniserie, dirigida por Mariano Hueter y escrita por Marcos Carnevale, con el aporte del periodista y escritor Rodolfo Palacios, se balancea constantemente entre la necesidad de contar el personaje real y el mito. A veces juega con el morbo y en otras pretende profundizar en la psicología de Yiya, aunque sólo en ocasiones lo logra. Divida en dos tiempos, hay un presente con la Yiya vieja (Cristina Banegas) contándole su historia a un periodista (Pablo Rago), y un pasado en el que vemos a la Yiya joven (Julieta Zylberberg) cometiendo sus crímenes. Hueter es un buen director de género y la miniserie funciona mejor ahí cuando juega con el suspenso y lo truculento. Por lo contrario, cuando quiere profundizar en la psiquis de la inimputable Yiya, cae en algunos lugares comunes y en frases hechas sobre nociones básicas de justicia, el bien, el mal, la moral y demás menesteres. Elementos como los señalados, que buscan darle un aire metafórico o surrealista al asunto, no funcionan, y mucho menos una voz en off de Rago que se oye bastante artificial en su persecución de la respiración del policial negro. Lo mejor que tiene para aportar Yiya es un nivel de producción que iguala el audiovisual local a cualquier historia internacional, y la actuación de Zylberberg que se mete con el personaje sin otorgarle un centímetro de consumo irónico. Yiya sirve como ampliación de información y como extensión para curiosos, aunque en contadas ocasiones alcance un vuelo que la vuelvan más interesante que su propio tema.
NdR: los cinco episodios están disponibles en la plataforma Flow.
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