Culminó en la localidad de Santa Clara del Mar la 4ª edición del Festival Regional de Cine Arbolito, con una emocionante gala de clausura que le dio el cierre a una semana dedicada al cine, la inclusión y “la pasión por lo audiovisual”, destacaron desde la organización.
El festival, de acceso gratuito y con una programación para toda la familia, priorizó el talento local a través de sus secciones competitivas Raíces (largometrajes) y Mirada fresca (cortometrajes), además del espacio Semillero, dedicado a producciones de escuelas y grupos comunitarios.
El 4° Arbolito comenzó el pasado lunes 12 en el Cine Teatro Oscar Sestelo de Coronel Vidal, donde se contó con la presencia especial del padrino del festival, Norman Briski. Además, se proyectó La sociedad del afecto, dirigida por Alejandra Marino y Marcela Marcolini.
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Durante la clausura, el secretario municipal de Cultura, Germán Montes, destacó el rol transformador de la cultura: “Este festival no es sólo cine; es comunidad, es futuro, y es la prueba de que cuando el Estado acompaña, las oportunidades florecen”.
Dentro de la programación, se vio Tencha reina, de la que Virginia Cerato destacó para Funcinema que tuvo merecidos elogios y premios. El film de Maruja Bustamante es puro lenguaje queer que entrecruza géneros y da varias vueltas de tuerca a estereotipos binarios “cancelados”, al punto de reversionarlos desde su propio cauce de cuento de hadas, en una pase mágico de cine poético. Aquí, la contrahegemonía, deliberada, es amable y acaricia y subvierte desde ese trabajo con su tribu, “en la vida real”, desde la que los amigos son los actores y demiurgos de esta invitación a un té que bien podría darse en el País de las Maravillas.
La película es un travestir lo establecido con la complicidad súper interesante de esa familia real y “real” ficcional. Cautivante esa vuelta de tuerca a los cuentos de hadas como cover disruptivo, coronado con el broche palaciego y ahora y noble, en sus propios términos, de danza de cuadro de Boticelli, con singulares gracias que celebran la vida de Tencha. Y todo con una paleta exquisita, que recuerda a los colores de los juegos de porcelana cuya fragilidad hacía tan lejanos. Como un sueño. Como el deseo.
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