VAMPIROS DEL 87′
Por Rosana López
No es de extrañar que varios directores tuvieron sus inicios con films de género: algunos porque eran apasionados con la temática, como Peter Jackson o Sam Raimi, y otros porque no conseguían el apoyo financiero para hacer lo que deseaban y se volcaron a producciones con más bajo presupuesto, como Cuando cae la oscuridad, que supo ser la segunda película de la oscarizada directora Kathryn Bigelow.
También existía la realidad de aprovechar las películas de moda del momento vinculados al mundo vampírico adolescente que mezclaban desenfado, rock, sensualidad, un poco de drogas de forma “implícita” y, por qué no, humor negro. Por mencionar películas de culto como La hora del espanto (1985) y la gloriosa The lost boys (1987). Todas ellas con un elemento fantástico que interrumpía la vida cotidiana de un pueblito, secuestraba alguna víctima para hacerla formar parte de la pandilla y sentaba el “cambio” radical de un ser como parte de un drama familiar.
Aquí, en esta especie de western vampírico moderno, se nos cuenta no sólo la metamorfosis de su protagonista -un chico bien ranchero- y su loco amor por una rubia con colmillos, cuyo dilema pasa por pertenecer a una “nueva familia de inadaptados” o volver con su padre granjero y su pequeña hermana. También se nos cuenta la vida de los recluidos, los que no pertenecen a la luz y se escabullen como “adolescentes y viejos” y hasta un niño con la sabiduría de un adulto en comunión, que buscan saciar su naturaleza principal: el placer por la sangre. Y Bigelow reivindicó esta fórmula de personajes infiltrados que también comienzan a sentirse seducidos por estas nuevas agrupaciones. Así lo repetiría con Keanu Revees en Punto límite, con otro tipo de tribu.
Sin embargo, Cuando cae a la oscuridad fue recibida con cautela por la crítica, que vio una historia de terror moderna con mucho rock y provocación, con “poema” y romanticismo. El elenco es por demás interesante y fue de alguna forma reutilizado en otros films de quien sería la pareja formal de Bigelow, James Cameron. Allí vemos a Jeanette Goldestein, Lance Henriksen y al carismático Bill Paxton -sin dudas, lo mejor del film en su rol del sádico del grupo chupasangre-, quienes serían figuras recurrentes en la filmografía del director de Titanic.
Con algunas secuencias ágiles -como persecuciones en la ruta rural texana o en una cantina llena de parias- y tipos duros, la trama ofrece algo que ya las películas del subgénero anteriormente mencionadas habían mostrado de forma mucho más interesante. No hay muchos riesgos en esta narración lineal y cansina que persigue a este grupo nocturno avasallante y que, injustamente, es considerada en listados de los mejores films de terror de todos los tiempos. Hasta la historia de amor es poco explotada y se queda en una vacua superficialidad aunque con un cierre feliz.
Cuando cae la oscuridad es una propuesta simpática y poco seria, que ya envejeció desde los treinta años de estreno, pero que sirvió al currículum base de Bigelow.
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