Terminó el Festival de Mar del Plata y nuestros redactores miran a la distancia los días de cine que pasaron. Uno destaca el vínculo con lo asiático, otro pide que la Municipalidad active la relación del encuentro con la ciudad.
ASIA DONDE MIRAMOS
Por Gabriel Piquet
1) “Sus ojos finos brillan como el cielo / sus manos suaves parecen terciopelo / es una geisha, es una geisha mi amor”. Cantaba una banda del rock argentino en los 80’s llamada Alfonso S’Entrega. Nuestra relación con lo asiático siempre se vinculó más a lo gastronómico, de ahí que los restaurantes chinos o japoneses existan hace varias décadas. El vínculo cinematográfico no fue tan fluido, me viene a la mente la comedia MISS de Robert Bonomo, pero por no tener colectividades tan grandes como en otros países de la región (Brasil, Perú), los films que podían incluir elementos de aquel continente no son una constante. 2) Algo sucedió, no sé qué fue: hubo un intercambio entre las embajadas, muchos de los descendientes de asiáticos estudiaron cine en Argentina o un fervor por vincularse con lo oriental llegó a estas pampas. 3) A la retrospectiva de Machiko Kyo le podemos agregar los tradicionales thrillers de Corea del Sur en Hora Cero, la animación japonesa y el film coreano de Mar de Chicas y Chicos, y las películas que participaron en otras secciones (incluyendo la Competencia Internacional). Hasta acá nada nuevo, en todo el mundo los films asiáticos participan y ganan premios. 4) La sorpresa la dio la Competencia Argentina y una de las películas de Estados Alterados. Dos de las mejores películas de la sección argentina que pude ver fueron intercambios directos, La luna representa mi corazón, el sentido documental que le regala Juan Martín Hsu a su familia, pero sobre todo a su madre, es un viaje directo de Argentina a Taiwán. Y Noh, la película que nació como una obra de teatro hecha en nuestro país, cruza directamente a Japón. En esa línea podría incluir Metok con su viaje a Tíbet y Princ3s4 de Perrone, que vuelve a incursionar en lo japonés (otro de los pocos realizadores argentinos que ya tenía acercamientos con lo asiático). 5) No sé si esto fue una casualidad, si es una moda pasajera, si en los próximos festivales el cine argentino se vinculará con otro continente, los resultados de lo que vi fueron satisfactorios. 5) Una de esas películas, Noh, tiene humor, palabra clave para hacer descansar los momentos dramáticos y densos que muchas de las películas latinoamericanas tienen (hay muchos realizadores que siguen sin entender lo importante que es esto), por eso este texto no puede despedirse sin mencionar al otro film argentino que tuvo vínculo con lo asiático, 9, de Martín Barrenechea y Nicolás Branca, coproducción con la oriental Uruguay. Me quiero permitir ese chiste que ya tenía un antecedente en la banda de rock argentina de los 80’s que cantaba “Chin Chon voy a pasear al barrio chino / voy hoy porque yo sé que allí me espera un amor”. Y remataba en el estribillo: “Es una Geisha / es una geisha mi amor”.
SHOW ME THE MONEY, MONTENEGRO
Por Mex Faliero
Se ha dicho reiteradas veces que la Municipalidad aportó como nunca para que esta edición del Festival de Mar del Plata se pudiera concretar. Lo han dicho las representantes del Festival y del INCAA, y lo han sugerido autoridades locales, como el secretario de Cultura Carlos Balmaceda. De hecho la presencia del intendente Guillermo Montenegro en la ceremonia de apertura fue toda una revelación: no recordamos cuánto hace que una autoridad local participaba de este acontecimiento. Lo que se sabe es que si la Municipalidad no hubiera intervenido activamente, el Festival hubiera tenido apenas dos salas (Piazzolla y Colón) y el resto se tendría que haber visto de manera virtual. Lo que no sabemos, más allá de las menciones y los destaques, es efectivamente cuál fue el aporte de la Municipalidad: ¿Dinero? ¿Logística? ¿Acuerdos con privados que obligará al Estado comunal a devolver favores a futuro? Y no lo sabemos porque no hubo difusión de ese aporte. No se hizo públicamente una declaración diciendo “el Municipio puso esto y aquello”. No sabemos si a futuro la Municipalidad tendrá que devolver gestos con concesiones ridículas, como por ejemplo las que ha gozado el empresario Florencio Aldrey Iglesias, no casualmente dueño de uno de los espacios donde se ha proyectado el Festival. Ahora bien, si la Municipalidad se ha decidido a aportar fuertemente para que el Festival sea posible, y esa es una decisión a futuro, entonces ya es tiempo de comenzar a reclamar al INCAA mayor participación de agentes locales en la organización. Que los “voluntarios” -esa mano de obra barata que el Festival siempre utiliza- dejen de padecer la incertidumbre que padecen siempre, que haya profesionales de la ciudad en áreas decisorias, que los realizadores locales tengan la posibilidad de contar con mayores espacios (no solo exhibición, también con áreas de producción como fue en algún momento el LoboLab), que el Festival se sienta como algo realmente propio y no como un evento ajeno. Eso es lo que importa Montenegro (o el intendente que sea: todos caen en la misma trampa) y no tanto el evento que genera “laburo y turismo”, el mantra que vienen repitiendo todos desde 1996 a la fecha. Eso -y sepan disculpar mi mirada exclusivamente cinematográfica- es algo secundario. Lo principal es que un Festival de Mar del Plata tenga algún rastro identitario que lo certifique como marplatense.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: