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BAFICI 2021: Turismo, vino y queso, cinco cortos italianos

Por Marcos Ojea

(@OjeaMarcos)

Una de las sorpresas de esta edición es un grupo de cinco cortos italianos, presentados como pequeños documentales sobre el turismo, el vino y el queso en distintos pueblos de Italia, pero que en verdad funcionan como breves explosiones de comedia, con recursos mínimos puestos a trabajar con creatividad e imaginación.

El primero, In vino veritas, es quizás el más convencional, aunque permite que se vayan infiltrando algunas pistas del absurdo que vendrá luego. Los habitantes de Monforte se ven arrastrados a una batalla burocrática a partir de la decisión de que su pueblo ya no sea parte de los lugares en donde se produce Barolo, el vino estrella de la región. Sin mucho más que hacer que pelear en las oficinas, surge la idea de independizar a Monforte como un estado separado, y el corto registra a un grupo de personas que ven peligrar su fuente de ingresos, pero que deciden no cambiar demasiado sus rutinas, y enfrentar los problemas con trabajo y con humor. Un retrato encantador sobre el detrás de escena del turismo en un pueblito de viñedos y vecinos pintorescos.

V per vendimmia, quizás el más logrado del conjunto, arranca cámara en mano, con una investigación que pronto deriva en una trama de espionaje para llegar a una revelación: la verdad sobre los términos que utilizan los sommeliers para describir las características del vino. Como un mockumentary en versión micro, el corto presenta a un detective dispuesto a desentrañar el misterio de la cata de vinos, esa actividad que parece diseñada para elevar a un grupo de expertos por sobre el resto de los mortales. La de nuestro héroe es una venganza contra el establishment del gusto, que se sirve helada como una cerveza proletaria y rebelde.

El tercero, Flying vipera, habla de un tema tan específico que pareciera no poder importarle a nadie fuera del pueblo, y sin embargo termina siendo una galería de situaciones y personajes fantásticos, entre el absurdo y la ternura. Un error de papeleo ocasiona que un montón de serpientes caigan arrojadas desde un helicóptero a una zona que no necesita ese repoblamiento animal, lo que a su vez motiva la aparición del erizo como arma para combatir esa invasión. Las narraciones sobre los usos que los habitantes encuentran para las serpientes dan paso a una explicación maravillosa sobre las ventajas naturales del erizo para imponerse; no solo como el depredador capaz de terminar con el drama de las serpientes, sino como el nuevo atractivo turístico del lugar. Un triunfo.

La fetta del diavolo se toma su tiempo para contar, en palabras de una señora que arma su puesta en escena con su nieto sentado atrás, la historia de un queso con propiedades milagrosas, producto de un pacto entre su creador y el diablo. Distintos testimonios van aportando pruebas irrefutables de los poderes del queso, cuyo principal efecto sea quizás la vida eterna, como es el caso de la reina de Inglaterra que, dicen, come una feta cada día. Un absurdo con convicción para disparar ideas, y con la capacidad de establecer la mitología de ese queso mágico en pocos minutos, y volverla materia cómica invencible.

El último de los cortos, Gea, l’ultima mucca, tiene una premisa que no puede fallar, y que sin embargo termina naufragando en un mensaje esperanzador que se pasa un poco de rosca. Gea es la sobreviviente de una tragedia que sacudió al pueblo: la desaparición inexplicable de 300 vacas, de la noche a la mañana. La última vaca y su cuidador son los protagonistas de un corto con ideas (como la de que toda la actividad del pueblo gire en torno a Gea, o la de que Obama quiera visitar el lugar porque el Instagram de la vaca lo superó en seguidores), pero lamentablemente se va volviendo un comercial que favorece el mensaje, y al final se olvida de la diversión que había planteado. Pero como en todos los cortos del conjunto, nunca abandona la nobleza y la autenticidad de sus personajes.

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