No estás en la home
Funcinema

El informante (1999)



LAS PROFESIONES Y SUS EGOS

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Había algo en la presencia carismática y sutilmente imponente -sin necesidad de gestos ampulosos- del recientemente fallecido Christopher Plummer que lo emparentaba con esos dos grandes actores británicos llamados Michael Caine y Sean Connery. Pero, a diferencia de estos, Plummer era canadiense, y quizás por eso tardó en llegarle el reconocimiento: mientras Caine y Connery ganaron Oscars y obtuvieron el estatus de intérpretes legendarios ya en los ochenta, Plummer se llevó su Premio de la Academia recién en el 2010, como mejor actor de reparto por Beginners. Antes había mostrado que podía abarcar espectros muy amplios: desde un noble militar en el musical La novicia rebelde hasta un temible ladrón y homicida en el thriller El socio del silencio.

Pero quizás la mejor actuación de Plummer fue en El informante, que tuvo a todas luces un recorrido claramente injusto: no solo fue un fracaso de taquilla, sino que también, a pesar de cosechar siete nominaciones al Oscar, se fue de la ceremonia de ese año con las manos vacías, relegada por la infladísima Belleza americana. De hecho, el propio Plummer fue totalmente ignorado a pesar de romperla en un film donde también Al Pacino y Russell Crowe (que sí fue nominado, pero terminaría ganando al año siguiente por Gladiador) estaban notables. Posiblemente estemos ante el film más logrado de Michael Mann, además de ambicioso: un relato que tomaba hechos reales para adentrarse en los vericuetos del poder corporativo y mediático, en contraposición con las iniciativas casi solitarias de individuos con éticas inquebrantables. Y que resumía a la perfección lo que el realizador pensaba sobre el mundo y los tejidos sociales: que el único dique de contención frente a la hipocresía y la irresponsabilidad de los poderes enquistados era un profesionalismo a prueba de balas y convencido de sí mismo.

Sin embargo, El informante, a medida que pasaban los minutos, nos iba dejando en claro que los códigos profesionales y la convicción tenían que ir de la mano con el ego. Tanto Jeffrey Wigand (Crowe), atacado por todos los flancos cuando decide exponer los manejos de la industria del tabaco, como Lowell Bergman (Pacino), con su carrera como productor periodístico del programa de la CBS 60 minutos en peligro, solo pueden seguir adelante a partir de sentir que no solo están del lado correcto, sino también de que eventualmente van a encontrar la manera de imponer sus criterios. Eso puede verse en una de las primeras reuniones que tienen, una cena en un restaurante japonés, donde Wigand primero muestra que sabe hablar ese idioma con fluidez al ordenar la comida y, cuando lo interpela a Bergman sobre los barquinazos de su carrera, este contraataca dejando en claro que siempre respaldó su palabra con hechos. Es una secuencia que funciona como un round de reconocimiento y de exhibición de diplomas, por decirlo de algún modo. Lo cierto es que una gran cantidad de diálogos en El informante muestran cómo la integridad y la ética profesional, pero también la capacidad para argumentar y la inteligencia para amoldarse a las circunstancias se retroalimentan con la autoestima.

En el caso de Mike Wallace, el conductor y entrevistador de 60 minutos que encarna Plummer, ese ego que puede ser avasallante se relaciona de manera muy patente con su extensa trayectoria. Hay por ejemplo una escena notable donde una abogada de la CBS (Gina Gershon) intenta calmarlo diciéndole “Mike, Mike”, a lo que él responde, como un latigazo: “¿Mike? Mike. Probá con Señor Wallace”. Pero posiblemente el momento más revelador de Wallace es un diálogo con Bergman donde le dice que, cuando ya se está más cerca del final de la vida que del principio, lo que se empieza a pensar es en cómo uno va a ser recordado. Allí queda expuesta tanto la fortaleza como la fragilidad del ego de un periodista que ya era una leyenda viviente. Plummer transmitía esa ambigüedad, esos dilemas internos con una humanidad difícil de empardar, en un film que, cuando ya asomaba el nuevo milenio, nos decía con gran nobleza que las iniciativas quijotescas seguían teniendo sentido.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.