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MAR DEL PLATA 2020: resumen de la Competencia Argentina de Cortometrajes

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

La escasez de títulos también terminó reflejando, lamentablemente, la escasez de ideas en una competencia de cortos nacionales de bajo vuelo. Por eso, casi por lógica, las películas que marcaron una diferencia fueron las que tenían una consciencia clara de qué narrar y cómo hacerlo.

En Homenaje a la obra de Philip Henry Gosse, de Pablo Weber, hay un intento por combinar lo experimental con lo documental, a partir de una serie de reflexiones sobre los postulados metafísicos del historiador británico. Sin embargo, hay poco para sacar en limpio, más allá de un montaje audiovisual bastante atractivo. No muy distintos resultados (más allá de su apuesta particular) arroja Desaparición incompleta, de Alan Segal, que se presenta como una serie de simulaciones y recreaciones, aunque en verdad no tiene mucho más para decir más allá de sus juegos con el montaje y el sonido.

Las credenciales, de Manuel Ferrari, arranca de manera enigmática y atractiva, siguiendo el viaje de un hombre que utiliza distintos medios de transporte y llega a Alemania, cruzándose con otro hombre al cual la narración también empieza a seguir. Esa carga de misterio se pierde por completo cuando el film decide aplicar un par de giros pretendidamente astutos que no hacen más que colocarlo en un lugar entre pedante y facilista. En tanto, Los arcontes, de Natalia Labaké y Agustina Pérez Rial, parte de un hallazgo interesante (los archivos confidenciales de una operación de vigilancia por parte de la policía bonaerense durante los sesenta, en pleno Festival Internacional) e intenta potenciarlo a través de un juego con la representación y el artificio. Sin embargo, esa operación se revela como impostada y marcada por la frialdad.

Hubo también dos relecturas genéricas fallidas: en primera instancia, Las sombras, de Paulo Pécora, que aborda el horror a través de un ritual espiritista y una estética propia del cine mudo, pero que está lejos de delinear una atmósfera vinculada a lo surreal o pesadillesco. En segundo lugar, Luz distante – Capítulo 1 – Les desventurades, de Santiago Reale, que busca crear un mundo distópico y recurre a la estructura de una road-movie, centrándose en el recorrido de dos jóvenes hasta una especie de zona libre o tierra prometida, aunque se estira en demasía y jamás llega a armar un conflicto sólido.

En cambio, Hi, sweety, de Celeste Prezioso, consigue que el marco genérico que le proporciona el documental sea un punto de partida para otro tipo de registro. Uno más íntimo y subjetivo, centrado en Ashley, que vino a la Argentina para realizarse una cirugía de feminización del rostro. La realizadora la retrata pero también le permite auto-retratarse, y en esa elección surge una historia de búsqueda identitaria pero también de amistad, donde la puesta en escena se comparte de manera constructiva.

El otro pequeño hallazgo fue Los primos esperan, de Marina Nerea Malchiodi, donde unos jóvenes se ven obligados a permanecer en la casa de abuela, recientemente fallecida, mientras los adultos acuden al velorio. Con un par de trazos, la directora consigue construir personajes creíbles en sus preguntas, angustias y caprichos, que lidian con la pérdida como pueden, en un proceso de aprendizaje y crecimiento que genera inmediata empatía.

En conclusión, el balance general de la competencia es bastante negativo, aunque haya presentado dos obras bastante rescatables y con una clara noción de cómo utilizar los elementos a su disposición.

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