
CORAZONES LOCOS
Por Mex Faliero
Esta crítica va a quedar fechada en poco tiempo, pero no puedo dejar de mencionar que repasé Flor de cactus unos días antes de ver Corazón loco, la última afrenta contra el cine de Marcos Carnevale y Adrián Suar. ¿Y a cuenta de qué viene esta comparación? La comedia de Gene Saks es una adaptación de una obra de teatro de Broadway, escrita por Abe Burrows, que a su vez se basó en la obra francesa de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy. Aunque acá el nombre que importa es el del guionista I.A.L. Diamond, habitual colaborador de Billy Wilder, y dueño de una pluma afiladísima para diseccionar la psicología de los hombres y las mujeres de buena parte del Siglo XX. En Flor de cactus un odontólogo (Walter Matthau) tiene una joven novia (Goldie Hawn) a la que le miente respecto de su situación sentimental: le dice que está casado y tiene tres hijos, para evadir el compromiso. Pero la joven amenaza con suicidarse y obliga al odontólogo a inventarse un divorcio, por lo decide hacer pasar a su secretaria (Ingrid Bergman) como su esposa para estirar la mentira. El personaje de Matthau es un machista y sexista de campeonato, en una película que integra esa mirada a un universo externo al cine que irremediablemente comenzaba a cambiar: para cuando se estrenó esta película, los sesentas ya habían dicho casi todo en relación a los roles sociales y los géneros (especialmente a través de la comedia), y el terreno estaba preparado para la revolución de los setentas que, en algún sentido, quedaría trunca.
Sería absolutamente injusto comparar una película escrita por Carnevale y Suar con una escrita por Diamond; la filmografía de todos está a la vista. Pero no deja de ser curiosa la mirada crítica que se posa especialmente sobre la película argentina. Me he cansado de leer comentarios del tipo “lo que dice de Corazón loco atrasa”, e incluso le ponen fecha al vencimiento de ese humor, como si hubiera un tiempo inmediatamente anterior donde una película como la de Carnevale no generara vergüenza. Más allá de representaciones sociales y estereotipos, que sí han ido disolviéndose mayormente con el paso del tiempo, el cine siempre fue propenso a pensar estructuras sociales más avanzadas que las de la sociedad donde se exhibe. Por lo tanto Corazón loco no atrasaría en relación a una película de 1999, sino que atrasaría en relación a una screwball comedy de los años 40’s, donde el rol de la mujer era decididamente moderno. De hecho Cohen vs. Rosi, de 1998 y por poner uno de los films originarios del universo Suar, ya no era graciosa y se la acusaba de lo mismo que a la de Carnevale. En todo caso Corazón loco no atrasa, tiene una mirada conservadora; mirada conservadora que, estimo amigo progresista, es mucho más actual y contemporánea de lo que imaginamos. A mí particularmente eso del chiste que no se puede hacer más me suena un poco fascista, digno de un espíritu censor, por más que se haga en nombre de las buenas intenciones. Sucede que nos gusta pensar que los cambios que evidencia el arte en materia de construcción social tienen un respaldo en el público. Tal vez no sea así, y la existencia de películas como esta lo comprueban. Tal vez estas películas estén decididamente fechadas cuando no haya un público potencial.
Ya en 1969 una película como Flor de cactus se animaba a poner en crisis determinados discursos, en una mirada que integraba además las distancias generacionales entre los protagonistas. Y lo hacía con una vitalidad envidiable. Saks incluía una variedad enorme de personajes: estaban el odontólogo, su secretaria y su novia, pero también se involucraban fuertemente personajes de reparto como un par de pacientes del doctor y un vecino de la novia. Todos funcionaban como satélites de una puesta en escena donde podía pasar cualquier cosa, como gente que ingresara inesperadamente por una ventana mientras otros dialogan o un cruce notable de todos en el interior de una disco que funciona como símbolo del desacople de viejos imaginarios y una juventud impetuosa que venía para modificar todo (verla bailar a Ingrid Bergman es un deleite absoluto y uno de los momentos más divertidos de Flor de cactus). En la película de Saks no hay moralinas ni juicios de valor, apenas un grupo de criaturas inseguras que depositan en el sexo y en su relación con los otros todos sus miedos, en un tiempo donde los cambios sociales tomaban una velocidad arrolladora. Flor de cactus tiene la virtud, además, de hacer que cada uno de los personajes se termine acomodando en un lugar que es más o menos coherente con la búsqueda que realiza. No hay amores forzados por un designio del guion, ni rupturas en nombre de la buena conciencia. También es cierto que se trataba de una época donde algunas cosas se podían decir cayendo, incluso, en contradicciones o en definiciones incómodas. La de Saks tampoco es una película revulsiva, es una comedia perfecta en timing y con actuaciones soberbias: Matthau, Bergman y Hawn son un trío que funciona en altísimo nivel, dándole cuerpo a diálogos decididamente punzantes. Verlos interactuar dentro del plano es también una demostración de un tiempo donde la comedia no se pensaba tanto desde lo discursivo y lo que importaba, en definitiva, era el movimiento. Ese movimiento que hoy, en ocasiones como las citadas más arriba, parece bastante estanco.