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Funcinema

MAR DEL PLATA 2019: mini-críticas del staff de Funcinema

Como en cada edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el staff de Funcinema recorre ampliamente la programación y acerca a sus lectores las mini-críticas, veloces repasos con recomendaciones que merecen ser tenidas y en cuenta y otras a las que mejor escaparle (87 películas reseñadas)


NUEVAS


About endlessness de Roy Andersson / 8 puntos


Desde su regreso a la dirección en 2000 con Canciones del segundo piso, Andersson ha ido perfeccionado un estilo cinematográfico propio alejado de la narración naturalista, que se basa en una sucesión de cuadros o viñetas elaborados a la manera de un comic. Cada uno de esos cuadros condensa una pequeña historia en torno al absurdo de la existencia y a la fragilidad del ser humano. En About endlessness, el director se inspira en el clásico de la literatura oriental Las mil y una noches y en la pintura de Marc Chagall para presentarnos una serie de momentos cotidianos que se van alternando con algunos acontecimientos históricos. Una voz narrativa nos va guiando por los diferentes episodios: un padre ata los zapatos de su hija pequeña bajo una lluvia torrencial; una pareja de amantes vuela sobre una ciudad destruida por la guerra; un hombre llora en un colectivo ante la indiferencia de los demás pasajeros; un ejército derrotado marcha hacia un campo de prisioneros; un sacerdote visita a un psicólogo porque ha perdido la fe; Hitler espera su derrota final en el búnker rodeado de oficiales borrachos; un chico intenta explicarle a una amiga su particular interpretación de las leyes de la termodinámica… La mayoría de los personajes se muestran perdidos, aislados, atrapados en sus dilemas existenciales. Sólo los jóvenes parecen capaces de aportar algo de esperanza en medio de la desolación. Diego Menegazzi


A dog called money de Seamus Murphy / 7 puntos


Este documental tiene dos partes que interactúan constantemente. Por un lado el viaje que realizaron el fotógrafo y director del documental junto a la música PJ Harvey a tres lugares: Kosovo, Afganistán y Washington D.C. Por otro, el disco que grabó PJ Harvey junto a sus músicos, que se transformó en una instalación en un sótano acondicionado para que el público que ingresara pudiera verlos, mientras iban componiendo los temas. Las imágenes de las tres ciudades visitadas tienen puntos en común, la desigualdad social y lo arraigado de lo religioso. PJ Harvey utiliza todo lo que ve en los viajes para escribir  y después transformar eso en las letras de los temas que formarán parte del disco. Los temas van mutando a medida que se le agregan músicos, este procedo es interesante. El público los ve a través de un vidrio mientras tocan, pero los músicos no pueden verlos a ellos, es ahí que la naturalidad fluye y la cocina de lo que se está grabando tiene momentos muy divertidos (el solo del saxofonista que termina en un abrazo de PJ Harvey). Esto sirve para descomprimir un poco todo lo que muestran los viajes, en donde lo que se ve es más bien triste por las realidades que se vive en esos lugares, marcados por la violencia con la que conviven o convivieron. Hay un momento en el que filman a unos integrantes de una iglesia en Washington D.C, la cámara primero muestra a una afroamericana llorando tirada en el suelo, mientras escucha las palabras del pastor. Cuando abren el plano, el pastor los incita a reír y sacar todas las tristezas que llevan dentro y el cambio de registro del llanto a la risa en los participantes es muy raro y divertido. Gabriel Piquet


Bajo mi piel morena de José Celestino Campusano / 6 puntos


Continúa la cruzada de Campusano por los sectores marginales de la sociedad. En este caso se concentra en las travestis y las transexuales, en dos historias hermanadas por la dificultad para insertarse en el mundo del trabajo y enfrentar las reacciones discriminatorias de un entorno violento. Sin embargo, uno de los aspectos positivos de la película es la entereza con la que las protagonistas se paran, la dignidad con la que defienden sus derechos a pesar de la adversidad y la solidaridad entre ellas. Si bien Campusano pone en escena los conflictos privados que deben afrontar, al mismo tiempo hay una especie de celebración en las escenas de sexo, donde una energía liberadora y alejada de los prejuicios parece invadir a “los machos dominantes”. Los que sufren por amor son quienes no se la juegan o viven a escondidas. En este sentido, tanto Claudia como Morena se hacen cargo de sus elecciones: el problema es de los otros. Ahora bien, si esta mirada sobre el universo descripto es interesante, las falencias de otros títulos anteriores asoman nuevamente: diálogos presos de un didactismo básico, interpretaciones forzadas y problemas de guión. Y más allá de las escenas jugadas, de mostrar los cuerpos como se debe y de incursionar en esos barrios del conurbano que pocos transitan, la reiteración de fórmulas comienza a restar en una filmografía potente pero despareja. Guillermo Colantonio


Bitter bread de Abbas Fahdel / 8 puntos


En su monumental película documental Homeland (Iraq Year Zero) de 2015, Fahdel nos regala varios primeros planos de niños. Esas sonrisas en medio de un mundo de armas implica una jugada maestra: por una vez siquiera los otros no son objetos de nuestras manipulaciones y somos nosotros, a través del cine, observados. El comienzo de Bitter bread es la continuación de aquella. Lo que cambia es el lugar, pero la mecánica es similar y confirma no sólo la cruzada de Fahdel por las causas humanitarias sino su capacidad para dar vida a través del cine. En este caso su cámara se traslada a un campo de refugiados sirios en el Líbano donde una gran cantidad de chicos atraviesan la lente y son retratados. No son planos meramente descriptivos, hay una intencionalidad política en esa gracia divina y es que no olvidemos que son ellos los principales perjudicados en un mundo problemático, injusto y cruel. Más allá de la ingenuidad de sus miradas y de sus sonrisas, existe una interpelación de la que hay que hacerse cargo. ¿Cómo evaluar sus juegos en medio de carpas improvisadas, cómo concebir la felicidad entre el barro y las carencias, ante la amenaza de tormentas que derriban todo? En medio de la adversidad, un hombre disfrazado de Papá Noel trae regalos al campamento. No pasarán muchos minutos para darnos cuenta de que luego será funcional a un sistema perverso de explotación, aunque venga disimulado por nobles actos. Es que, más allá de él, el mundo está gobernado por los intereses y es una verdad inexorable de la que el documental también da cuenta. La miseria del poder recorre la vida como el agua residual que vemos en varios segmentos. Como buen documentalista, Fahdel no deja resquicio por mostrar y apunta a una complejidad de deseos y de realidades posibles en ese microuniverso donde viven precariamente los refugiados, en una especie de limbo. También habrá lugar para las historias, como la de un joven que no consigue permiso para trasladar a su novia al campamento. Sin embargo, lejos de colocarse en una postura nihilista, el cineasta confía en la vitalidad de sus imágenes, acompaña, nunca se entromete y preserva una paleta de colores que, conjuntamente con los niños, son signos de esperanza en medio del horror. Guillermo Colantonio


Bliss de Joe Begos / 7 puntos


Una artista plástica no puede terminar un cuadro que tiene que entregar a una sala de exposiciones que ya le pagó un adelanto por la obra. Las deudas la comienzan a perseguirla y no consigue un nuevo adelanto de dinero. Va a la casa de su dealer para comprar drogas y desconectarse de su realidad. La droga que le dan se llama bliss (una especie de éxtasis) y comenzará a tener cambios notorios en su comportamiento, mientras creará el cuadro que no podía terminar. La película juega con el efecto de luces estroboscópicas cada vez que la protagonista entra en los trips que produce la droga, hay mucha música y bares medio reviente en gran parte del film. La textura con que parece haber sido filmada la lleva a un universo de película de los 80. Es una nueva relectura de un tema contado mil veces, el vampirismo. Pero la intensidad con la que Begos filma te atrapa, hay ambientes malsanos dando vueltas, tiene sexo y sangre, cosa que el cine de terror norteamericano perdió hace un tiempo o por lo menos lo tiene en menor medida. Gabriel Piquet


El silencio del cazador de Martín Disalvo / 7 puntos


Un guardaparque, su novia y un amigo de la infancia de ambos irán incrementando las rispideces que tienen. En el medio de todo esto, en la selva, la presencia de un animal acecha la zona y está matando a los otros animales del lugar. La película es un thriller, pero también tiene varias capas que la pueden vincular con otro tipo de películas. La historia de amor no terminada entre el polaco (gran actuación de Alberto Ammann) con Sara (Mora Recalde), pareja del guardaparques (Echarri). Las diferencias sociales entre los nativos y los colonos en la provincia de Misiones, lugar donde se desarrolla la película. Diferencias entre los cazadores y los que tienen que proteger el parque, haciendo ingresar el tema ecológico y ciertos niveles de corrupción interna en las áreas correspondientes. El film va generando climas de tensión, nunca explota, pero el ambiente se carga lentamente. La selva se vuelve un protagonista más y, sobre el final, hay una gran escena que hace recordar algo del western clásico. Otro de los puntos a favor de la película es que todos los actores de Buenos Aires tienen la típica tonada de Misiones y le suma credibilidad. Un acierto del realizador, por la importancia que tienen algunos diálogos, ya que al escucharlos hablar como porteños nos hubiera sacado fácilmente de la película. Gabriel Piquet


First love de Takashi Miike / 7 puntos


Es bastante difícil tener una mirada global sobra la filmografía de un alguien tan prolífico como Miike, pero creo que alcanza con ver un puñado de sus películas para poder intuir con relativa  facilidad cuáles son los territorios en los que se mueve con mayor soltura. Y sí, lo suyo es la ultraviolencia, las películas de la mafia japonesa, la famosa Yakuza; pero también el melodrama y su retorcido sentido del humor. O sea todos los elementos que construyen First love. Se nos cuenta la historia de un boxeador joven pero en decadencia, que encuentra su primer amor en medio de una trama de traiciones y escalada de violencia entre dos facciones mafiosas. Esto es, literalmente, la historia de algo bueno que sucede en el peor momento y en el peor lugar. Miike nos cuenta todo este disparate con un ritmo y una fluidez admirables; lo mejor es que no se distrae nunca con el festival de excesos que propone, siempre pone por delante la narrativa, la película nunca se olvida de contarnos lo que el bueno de Takashi nos quiere contar. Es verdad que en resumen tenemos una primera hora y media redondísimas y luego como cinco secuencias que parecen ser el final y no son, pero es algo que podemos perdonarle a una película que no deja chiste por contar ni cuerpo que desmembrar. Matías Gelpi


La fameuse invasion des ours en Sicile de Lorenzo Mattotti / 7 puntos


La película utiliza el recurso del relato enmarcado para contar la fantástica leyenda de Léonce, el rey de los osos, y cómo, al ser su hijo Tonio secuestrado por humanos, desciende desde las montañas a buscarlo. Está basada en una novela juvenil del escritor Dino Buzzati publicada en 1945. Mattotti, su director, ha trabajado como ilustrador de pósters de festivales de cine tales como Cannes o Venecia y es asimismo el director del largometraje de animación Peur[s] du noir, un conjunto de cortos dirigidos a un público adulto y que se aproximan desde el tono al terror o a la pesadilla. En esta ocasión Mattotti construye una narración más amable aunque no por eso exenta de secuencias inquietantes. Aunque La fameuse invasion… posee una estructura narrativa singular en lugar de ser un conjunto heterogéneo de estéticas o relatos, la historia de Léonce y Tonio no está pendiente de construir un mensaje central ni posee un tema único al cual estén dedicados todos sus elementos. Y si bien hay ciertas cuestiones que resuenan en las que podríamos pensar como las tres grandes partes del guión (el marco y la narración enmarcada, que se divide en dos mitades), tales como cierta reflexión metanarrativa o el problema de los conflictos intergeneracionales, la película no redondea ninguna de esas ideas ni hace explícita una enseñanza uniforme. Una y otra vez el film se detiene en escenas más relevantes desde lo estilístico que desde lo narrativo o lo temático. Al estilo de los cuentos fantásticos europeos en los que el largometraje evidentemente se inspira, parece que la búsqueda de Mattotti implica más un trabajo desde lo emocional y desde la libertad de la imaginación que desde lo racional o lo verbal. Y no se puede decir que esto sea algo malo. Franco Denápole


La imitación de la vida de John Stahl / 10 puntos


Una mujer blanca, viuda, con una hija, y una mujer negra, madre soltera, con una hija también. Se conocen de manera azarosa y entablan una relación de amistad. Como Stahl era mucho más sutil que el 80% del cine que se ve hoy, nunca pierde de vista que la relación entre ambas jamás disimulará su condición social: una, tendrá sueños de riqueza; la otra se conformará con un techo para vivir. A partir de ahí, se narra de qué manera progresa la protagonista con un negocio gracias a la mano de obra de la otra. Al mismo tiempo, está la historia de las hijas, también diferentes en sus deseos y realidades. Las dosis de humor características del director atenúan un drama que, como imitación de la vida, tiene felicidad y tristeza, pero sobre todo un humanismo que atraviesa a los personajes. Como suele ocurrir en las películas de Stahl, es notable la capacidad narrativa para incorporar diversas tramas y conjugar los vínculos familiares, raciales y amorosos, con mujeres fuertes, independientes y decididas, y con las restricciones lógicas de un momento en la historia donde el cine exigía realizadores capaces de enfrentar la censura o la moral de la sociedad. El deseo final de Delilah es conmovedor: después de toda una vida de trabajo y de estar al servicio de los demás, sólo pide un buen funeral. Por supuesto, Stahl se lo regala. Guillermo Colantonio


La última marcha de Ivo Aichenbaum & Jhon Martínez / 6 puntos


Varias películas en la actualidad despliegan un método que ya es moneda corriente: de qué modo evaluar el pasado a partir de materiales del presente, sobre todo aquellos que obedecen a un marco de privacidad. Los resultados difieren según la importancia del hecho o del personaje en cuestión, o de la habilidad de los cineastas para manipular archivos y contagiar algunas sensaciones y/o emociones. En este caso, director y protagonista establecen una simbiosis que da forma a este mediometraje que tiene como referente a las FARC en Colombia en la etapa previa a la tregua acordada con el gobierno. Jhon es un ex combatiente y a la distancia observa y comenta las fotos que ha sacado. La doble significancia de la palabra disparar queda en evidencia en las palabras del protagonista: “Con el mismo dedo que disparé mi fusil, disparé mi cámara”. Y el recuerdo se articula como si hubiera sido un sueño, sobre todo en un presente donde los ideales del grupo militarizado aparecen mezclados con una historia de amor y extraviados en una utopía que no se cuestiona en ningún momento. Hacia el final se aclara que el gobierno colombiano continúa incumpliendo los compromisos pactados, además de haber asesinado a un centenar de personas. Guillermo Colantonio


Lava de Ayar Blasco / 6 puntos


Una tatuadora y su grupo cercano (compañera de casa, su novio y un amigo) serán los encargados de detener una invasión que comienza con gatos gigantes en las azoteas de los edificios. Intentar hacer una sinopsis de esta historia es difícil porque el nivel de delirio es muy alto y la historia va teniendo cambios. Basado en una historia de Salvador Sanz, de la cual Ayar Blasco cambió varias cosas, una de ellas es volcar casi todo hacia el humor que le da más cercanía al universo del realizador de Mercano el marciano. Hay muchas cosas que en la película funcionan, los chistes relacionados con los intentos de uno de los personajes por seducir a la protagonista, la autoconciencia del mensaje en el que uno de los personajes rompe la denominada cuarta pared y dice que se va hablar de temas importantes que no se ven en otras animaciones. El problema llega sobre el final de la película, cuando tienen que cerrarla (por así denominarlo): el ritmo más frenético en situaciones y humor le da paso a un final de ciencia ficción más clásica que hace que el film caiga un poco y pierda el tono que venía teniendo. Gabriel Piquet


Leap of faith: William Friedkin on The Exorcist de Alexandre O. Philippe / 7 puntos


En el Festival de Mar del plata ya habíamos podido ver otra película de Philippe, 78/52, buen documental que analizaba exhaustivamente la escena del asesinato en la ducha de Psicosis. Con Leap of faith retoma el interés por el cine norteamericano pero en este caso con una larga entrevista a William Friedkin donde detalla los pormenores de la filmación de El exorcista según su punto de vista, ya que no aparece nadie más en cámara además de algunas imágenes de archivo para ilustrar. Básicamente son dos horas de Friedkin hablando de una película que, aunque no termina de admitirlo explícitamente, considera como lo más importante de su carrera, incluso habla de cierta inspiración mágica y de “el dios de las películas” que le fue acercando providencialmente los elementos para hacerla. Por suerte, más allá de ciertas anécdotas conocidas que aquí retoma, Philippe logra extraer algunos comentarios interesantes, por ejemplo: Friedkin nos cuenta pormenores de lo que fue la construcción del sonido y la música; las discusiones con Blatty acerca del significado del final de la historia; y también cuál es su escena favorita y por qué. Leap of faith definitivamente nos invita a volver a ver El exorcista con lo cual cumple su misión. Matías Gelpi


L’extraordinaire voyage de Marona de Anca Damian / 8 puntos


Este film de animación de Damian es una de las grandes joyas que presentó la sección Mar de chicos. Pero no es una película para niños, más bien se trata de un poema visual para todo público que combina diversas técnicas a partir de los trabajos de los ilustradores Bretch Evens, Gina Thorstensen y Sara Mazzetti. La historia se centra en una perra mestiza que va rememorando su vida, luego de ser atropellada. Fruto de una cruza entre un dogo argentino y otra raza, nuestra protagonista nos relata su largo viaje a través de la relación que establece con tres dueños diferentes: un acróbata, un trabajador de la construcción y una adolescente. Con cada uno de ellos cambiará su nombre y pasará por distintas situaciones, pero siempre le ofrecerá su amor incondicional a quienes la rodean. La narración adopta el punto de vista de Marona, lo que nos permite acceder a inteligentes y a veces amargas reflexiones sobre los actos humanos. El film es una experiencia única. Aunque divierte y deslumbra por la belleza de su animación artesanal, su propósito no es el puro entretenimiento. Damian señaló que su intención fue contar una historia que llegue al corazón de la gente: “es un cuento sobre la felicidad, una lección de amor, una historia sobre la vida y la muerte, y sobre el olvido de las cosas que deberían ser importantes”. Diego Menegazzi


Le Psychodrame de Roberto Rossellini / 5 puntos


El psicodrama es un método de acción, a menudo utilizado como psicoterapia, en el cual los clientes usan la dramatización para investigar y conocer sus vidas. Desarrollado por Jacob L. Moreno, incluye elementos de teatro, realizados en un escenario, o un espacio que sirve como un área escénica, donde se pueden usar accesorios. No es extraño que en la década del cincuenta cobrara importancia, época donde las prácticas psicoanalíticas alternativas comenzaron a invadir diversos sectores de la intelectualidad. La cuestión es que existe un registro para televisión hecho por Roberto Rossellini, casi a la fuerza, cuyo valor reside en su condición de archivo restaurado y no mucho más, a menos que a alguien le interese explorar las condiciones de registro en el campo de la pantalla chica en ese momento donde aún el cine confiaba encontrar un espacio. Lo que vemos es la puesta en escena de una sesión con franceses, donde queda en evidencia que todo parece forzado y nos aburrimos tanto como los que participan en el experimento. Guillermo Colantonio


Letter of Introduction de John Stahl / 7 puntos


La habilidad por fusionar géneros y mezclar historias parece alcanzar su punto álgido en esta producción de 1938 donde Stahl narra la recomposición de un padre con su hija. El comienzo reitera una situación que funciona como disparador en varias de sus películas, a saber, un conflicto que congrega a una multitud siempre es la excusa para que se arme una historia de encuentros posibles. Aquí se trata de un incendio, en medio del cual una joven y un particular ventrílocuo inician un vínculo. Por otro lado, al igual que en When tomorrow comes o Imitation of life, el mundo del trabajo estará supeditado a la trama con una visión bastante avanzada para la época, sobre todo por el protagonismo de las mujeres. La carta de presentación del título alude a la posibilidad que tiene una joven de provincia para acceder al mundo del espectáculo, motivo por el cual se cruzará con su padre a quien no ha visto en años, un célebre actor. El camino del melodrama es recorrido con maestría por Stahl, sin embargo, la parte cómica, mayormente dominada por la excesiva interpretación del ventrílocuo resiente el conjunto. Guillermo Colantonio


Liberte de Albert Serra / 7 puntos


Un lento festival de fluidos y gemidos a media luz con libertinos jugando en el bosque. En este caso se interna una noche con hombres y mujeres prófugos de las buenas costumbres para experimentar sexualmente. Es graciosa la manera en que planifican sus juegos y de qué modo luego están o no a la altura de los deseos. En una competencia para ver quién llega más lejos, Serra es lo suficientemente provocativo e inteligente para mostrar/escamotear a fin de que sean los climas los que se impongan por sobre el porno. No hay sensualidad, más bien cinismo, y ese misterio que inevitablemente cobra protagonismo cuando el deseo busca los canales de satisfacción. Puede que la dilatación atente contra el resultado final, sin embargo, la espera vale la pena, sobre todo hacia el final de la noche cuando una lluvia torrencial se desata y las primeras luces del día habilitan una pátina melancólica mientras los protagonistas se reencuentran después de haberse buscado/perdido durante horas, entrando y saliendo de cada escena de sexo y placer. El que toma en serio a Serra, pierde. Cada vez más cerca de la comedia. Al ver sus películas, imagino un rodaje plagado de risas. Un loco diletante como pocos. Guillermo Colantonio


Lina de Lima de María Paz González / 6 puntos


El punto a favor de la película es circunscribirse a una mirada alejada de los estereotipos sobre los migrantes, huyendo en todo caso de esa agenda vampírica en la que el cine está obligado a no filtrar la miseria reinante o por lo menos a todos aquellos discursos que postulan un imperativo en torno a qué se debe mostrar y cómo. En este caso, Lina es una mujer entre dos mundos. Su familia está en Perú, pero ella trabaja en Chile. En su país de origen los problemas debe manejarlos a la distancia, mientras que en el otro, ocupa circunstancialmente un lugar que le permite cierta libertad para explorarse como mujer que desea. Paradójicamente serán los objetos y los lugares extraños los que le permitirán encontrarse con los placeres. La nota distintiva es de qué modo irrumpe la fantasía con números musicales, una especie de proyección quijotesca para aliviar la rutina, la soledad, en la que Lina canta y baila como si fuera una estrella. Tal vez, si bien el musical siempre ha sido el género para salvar a la humanidad en medio del desastre, el principal problema es el esquematismo que impera en general, no sólo en la puesta en escena de los momentos de una trama que no parece avanzar, sino en la construcción misma de los números musicales. Por otro lado, la paleta de colores ligada al melodrama no logra disimular una carencia de emociones más sanguíneas. No obstante, es sumamente positiva la estrategia de enriquecer la representación de lo femenino al margen de la presión mediática. Guillermo Colantonio


Mar de chicos, programa de cortos – Directores varios


Chuck shimezou de Eiichiro Nishiyama (7): unas criaturas tienen como objetivo en su vida cerrar las cremalleras de los humanos. Uno de ellos, el más pequeño, está en el proceso de aprendizaje y se cruza con un niño que ha perdido una moneda. Entre ambos se apoyan y aprenden mutuamente, en un corto con mucho humor y algo de Miyazaki en eso de descubrir lo fantástico en el reverso de lo humano // El pajarocubo de Jorge Alberto Vega (7): una suerte de Dr. Seuss latinoamericano, en donde un pájaro come tanto para liberarse de la jaula que termina con forma cúbica. Buen trabajo de stop-motion y una moraleja divertida // Extrañas criaturas de Cristóbal León y Cristina Sitja (5): una anécdota ecologista simple y efectiva, pero que es acompañada de una animación poco agradable y demasiado extraña // First step de Petra Kožar (7): una criatura tiene que salir del árbol donde vive y animarse a descubrir el mundo; los miedos, el desapego, en un corto muy expresivo con una bella animación // Maestro de Illogic (7): técnicamente impecable, es apenas una idea muy bien ejecutada: un grupo de animales del bosque que cantan una sinfonía // Nest de Sonja Rohleder (6): otro corto musical, donde sólo importan las siluetas, los colores y la relación con la música y el movimiento // The kite de Martin Smatana (7): la relación entre un chico y su abuelo, y un barrilete que representa el paso del tiempo y la muerte. Poético y muy emotivo, además de gozar de una técnica en stop-motion notable. Mex Faliero


State funeral de Sergei Loznitsa / 7 puntos


Siempre atento a registrar acontecimientos (sean grandes o pequeños), la cámara de Loznitsa ha sido siempre un ojo privilegiado capaz de abarcar desde todos los ángulos posibles un espacio o un hecho decisivo. En su cine no hay movimientos de cámara frenéticos. Cada plano, con su propia dinámica interna, invita al asombro, a mirar y a evaluar. En todo caso será el montaje la operatoria clave para animar un discurso que asomará paulatinamente. En esta oportunidad el abordaje se concentra en una causa de Estado, nada menos que el funeral de Joseph Stalin y lo destacable es el poderoso material de archivo. El tema es cómo trabaja el director con esa mina de oro, ya sea para evitar la mera acumulación, o para mostrarlos a la luz del presente, sobre todo en una época donde la posibilidad de restauración y de manipulación digital permiten reformular la manera en que vemos esas filmaciones originales. En este sentido, es interesante la alternancia entre el blanco y negro y el color, como si Loznitsa interpelara las formas desde la evolución del lenguaje cinematográfico. Desde las primeras imágenes con el cuerpo del líder hasta los diversos momentos de duelo y procesión, existe un juego continuo que busca interrogar la misma percepción de ese pasado que se materializa en la pantalla. En esta trama de miradas, también son determinantes las reacciones del pueblo ante la presencia de la cámara (cómo llorar ante ella, cómo sonreír con culpa, cómo espiar de reojo) y de los mismos soldados que custodian (prácticamente no la miran). Despojado de espectacularidad, es inevitable pasar por alto en el documental el dispositivo monstruoso para honrar la memoria del líder fallecido, desde los parlantes que se escuchan por todos lados con loas hasta la cantidad de procesiones y pompas consagradas a su figura. Y si bien da la sensación de que los mismos materiales hablan por sí mismos, hacia el final unos carteles sientan posición sobre las horribles purgas stalinistas. Es un final lógico y necesario. Sólo la extensión del recurso resiente un poco el monumental trabajo de edición. Guillermo Colantonio


The house is black de Forough Farrokhzad / 9 puntos


Esta incursión poética/documental en un leprosario llevada a cabo por una mujer es una pequeña joya. No es sólo un registro, es también una demostración de que no hay límites para filmar y que sólo depende de la mirada, la inteligencia y la sensibilidad de quien está detrás de una cámara. Al mismo tiempo, surge la cuestión de cómo dar cuenta de la deformidad, de hacerla visible ante los ojos que la niegan, porque allí también hay humanidad, y hasta belleza, concepto problematizado por Farrokhzad. Y esto implica la compasión, por eso, los versos del Corán que acompañan a las imágenes. Hay tres voces que tejen el hilo. La primera es la de la propia directora cuyas palabras encuentran eco en las imágenes por su carácter profundo. Luego, otra voz que en un breve pasaje revela el objetivo concreto del documental y de quienes lo financiaron: “la lepra no es una enfermedad incurable”. Y las de los mismos leprosos, cuyo corolario es la frase del título escrita en un pizarrón, un cierre perfecto. Guillermo Colantonio


The muthers de Cirio H. Santiago / 6 puntos


Aprovechando las posibilidades de utilizar sets, extras, actores a precios más baratos, las productoras de bajo presupuesto encontraron en Filipinas un paraíso en los 70. Esta blaxploitation esta íntegramente filmada en el país asiático y dirigida por uno de los representantes del cine de explotación más prolifero. Un grupo de piratas lideradas por dos mujeres afroamericanas vencerán a un grupo rival. Luego del combate llegan a su escondite y una de ellas comenzará a buscar a su hermana que ha desaparecido. La investigación la llevará a una plantación de café, pero el lugar está manejado por un mafioso (blanco, bien blanco como le corresponde a este subgénero), que tiene sometidas a varias mujeres que trabajan en la plantación. En su mayoría son asiáticas, sólo dos son afroamericanas y ayudarán a las dos amigas recién llegadas a encontrar a la hermana y huir del lugar. La película tiene todos los condimentos que se buscaban en este tipo de films, lugares exóticos, karate, desnudos, actuaciones difíciles de catalogar y el característico doblaje en la voz que hoy genera risas. Como entretenimiento sirve, ayuda poder haberla visto en pantalla grande, lugar que le correspondía a estas películas en programa doble, y fantasear con estar en un cine de otra época. Gabriel Piquet


ANTERIORES


A febre de Maya Da-Rin / 7 puntos


La película es el seguimiento de la rutina de Justino, un guardia de seguridad del puerto de Manaos. Su trabajo, la relación con su hija que se quiere ir a estudiar medicina a Brasilia. El distanciamiento con su hijo, que para él está demasiado urbanizado y no le interesan nada sus orígenes aborígenes. La aparición de una enfermedad que le produce fiebre y un animal o algo parecido, que está atacando su barrio y se esconde en una selva cercana a su casa. Todo esto le sirve a la directora para mostrarnos personajes de una de las comunidades aborígenes, sus conflictos, el deseo de querer volver a sus orígenes pero no poder hacerlo por estar ya inmersos en la sociedad. Todos de alguna forma quieren irse, pero les es difícil soltar lo que tienen: la hija no quiere dejar al padre solo, el hijo no quiere dejar a su familia, el padre no quiere dejar su trabajo. La directora hace entrar en juego la idea del animal que acecha y la fiebre que le aparece a Justino como elementos laterales; están presentes e interactúan en el film pero le sirven más como excusas para decir otras cosas sobre la sociedad brasileña. El trabajo con los actores es notable, inclusive los que tienen papeles más pequeños (el hermano y la cuñada). Por lo que se ve y se dice en algunos pasajes del film, la vuelta a las raíces y la subsistencia en la selva es un tema que va empeorando y no tiene una solución cercana  para los aborígenes. Gabriel Piquet


A hidden life de Terrence Malick / 4 puntos


Malick, director de tanques como Días de gloria, La delgada línea roja o Badlands, viene hace años produciendo un cine viciado por una estética críptica y repetitiva. Esto continúa en su octava película, A hidden life, en la que, al estilo de lo que hacía ya en el 2011 con la taquillera El árbol de la vida, la narración de la vida de un objetor de conciencia que se niega a formar parte del ejército de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial es interrumpida constantemente por un montaje que superpone primeros planos de los personajes y una serie de hermosas postales (en este caso de los Alpes austríacos) con frases poéticas enunciadas por voces en off. Con este y otros artificios, asumimos, Malick pretende conjurar cierta presencia mística o espiritual que atraviesa los actos de “hombres anónimos”, como nuestro protagonista, Franz Jägerstätter. Esta búsqueda da origen a un film que todo el rato trata de enseñarnos una verdad superior y para ello sacrifica la trama usándola como pretexto. El tono contemplativo nos distancia de los personajes y no permite que lleguemos a conocerlos, cuando, sobre todo en una historia como esta, podrían funcionar como el anclaje humano y emocional necesario desde el cual desarrollar las cuestiones existenciales y metafísicas que tanto le interesan al director. Lo que nos queda son dos horas y media frustrantes en las que nos sentimos como en una aburrida clase de filosofía y media hora en la que la película se acuerda de que tiene un público e intenta desesperadamente entablar con él un vínculo sentimental al que en ningún momento dio lugar. Franco Denápole


Angelica de Delfina Castagnino / 7 puntos


Si tuviera que hacer una sinopsis corta de esta película o un tagline sería algo así: “el descenso a los infiernos de la mente de una mujer”. Pero esta película es compleja y arriesgada, más allá de algún subrayado que pueda quedar obvio (la casa que comienza a ser demolida). El personaje de Angélica (una actuación con muchos matices de Cecilia Rainero) nos va llevando de a poco a ese estado que parece primero de depresión (una pareja que la dejó y ella que está por cumplir 40) para luego entrar en el terreno de la locura. La casa como lugar de trinchera, ese deterioro y la fuga que significa el personaje de Antonio Grimau (un actor de novelas), cruzan las fronteras genéricas. De a ratos parece un thriller que podría compartir universo con El habitante incierto, en otros momentos es una película de introspección (cuando mira las diapositivas) y  tiene pequeños momentos de comedia (la fiesta de la hija del personaje de Grimau, el juego de naipes con las tres mujeres mayores). El espectador no está nunca cómodo y no puede descansar en los momentos divertidos porque inmediatamente nos lleva a situaciones de enrarecimiento y tensión. La última escena es otro acierto. Cuando se piensa en un final anunciado, los guionistas y la directora van más allá y no le tienen miedo a lo seco que remite a un estilo de películas de otra época. Gabriel Piquet


A vida invisível de Karim Aïnouz / 6 puntos


Instalado cómodamente en el terreno del melodrama, el brasileño Aïnouz cuenta una historia de mujeres sometidas, violentadas y cercenadas en sus sueños en la Brasil de los años 50’s. Dos hermanas, en un hogar con un padre machista y una madre sumisa; pero también en un contexto social de hombres (o machos) dominantes. La primera imagen que se ve en la película es una roca siendo horadada por el agua, metáfora un poco veloz que anticipa cómo Aïnouz estructurará este dramón con el fraseo del thriller (aunque sin serlo, claro): cada tanto sucede algo que acrecienta el grado de violencia sobre la mujer, en una escalada que no ahorra ninguno de los tópicos posibles. No está mal si pensamos en términos de melodrama, aunque por momentos padezca cierto auto-control que no le permite explotar el costado más desenfadado del género: algo que tal vez sucede en su efectivo epílogo. Ahora bien, el verdadero fuerte de la A vida invisível está en la relación entre las dos hermanas, que en determinado momento (y sin contar detalles de la trama) terminan distanciadas y sin contacto la una de la otra. Allí comienza un diálogo entre dos cuerpos en ausencia, a través de cartas y pensamientos, que por un lado fortalece esa relación pero también juega con el imaginario que cada una construye y con lo que una proyecta de la otra: en ese sentido las actuaciones de Julia Stockler y Carol Duarte son perfectas. Es en esos pasajes donde Aïnouz demuestra su talento como narrador, aunque ya lejos del cine más revulsivo con el que se hizo conocido. A vida invisível es una película industrial, prolija y efectiva (o efectista). Mex Faliero


Atlantics de Mati Diop / 6 puntos


Una película fallida que tiene sus momentos. Un registro que se inscribe dentro del realismo y que progresivamente introduce elementos fantásticos en un espacio de relaciones laborales, obreros explotados y una historia de amor imposible. La protagonista se llama Ada y es víctima de un compromiso matrimonial que no desea, ya que está enganchada con Suleiman, un joven al que tampoco le pagan su salario como a miles de trabajadores en Dakar. El mar parece ser la salida inexorable y la temática de la migración a toda costa y con los riesgos que implica asoma en la historia para acrecentar el conflicto. La novedad radica en que el enfoque se tiñe de fantasía y el punto de vista se desplaza hacia las mujeres que quedan cuando los hombres se van a buscar oportunidades a otros horizontes. De modo tal que la fusión entre una problemática sociopolítica reconocible y lo fantástico, le sirve a Diop para trabajar sobre la identidad de su protagonista y para indagar en sus verdaderos deseos. Sin embargo, la sumatoria de una intriga policial produce un efecto de acumulación que se devela el engranaje de un guión confuso, por ende, la película es presa de una dispersión que resiente el resultado. Guillermo Colantonio


Back Street de John Stahl / 10 puntos


Las películas de Stahl (y esta en especial) son un excelente contrapeso en el Festival, sobre todo para algunos títulos anunciados con bombos y platillos donde el proselitismo previo es más importante que el contenido reaccionario de los mismos. En 1934, un clásico es capaz de enfrentar las limitaciones de la época y en menos de una hora y media trabaja las relaciones entre mujeres y patriarcado de manera más eficaz y placentera. Ray Smith es una joven extrovertida y liberal que rechaza continuamente el matrimonio. Un día conoce a un tipo pintón llamado Walter, del que se enamora a pesar de que está comprometido con otra mujer. Con esa trama de ribetes melodramáticos Stahl cuenta magistralmente una historia donde las elipsis son centrales para que fluya la narración y se encuentra entre los melodramas pre-Código Hays más atractivos y expresionistas. Con el trabajo de cámara de Karl Freund y con Charles D. Hall como director de arte, cierra la brecha entre las películas de terror y melodramas de Universal de principios de la década de 1930, con una puesta en escena notable y un uso evocador del espacio fuera de la pantalla. Entre las escenas inolvidables, la imagen fija de un teléfono mientras las voces doloridas informan el drama fuera de la pantalla. Stahl y Freund ocasionalmente se complacen con los movimientos de la cámara que no están motivados por la acción, una toma memorable de presentación presenta un jardín de cerveza de Cincinnati de fin de siglo y, en una de las escenas más fuertes, Stahl toma la triste elección de filmar una reunión muy cargada con los amantes de espaldas a la cámara. Pura melancolía. Pero más allá de la imagen de mujer liberal y del dispositivo que la película pone en funcionamiento, está el centro del género, la pasión de un amor que la razón jamás podrá explicar. Se sufre porque se ama, hasta las últimas consecuencias. El espanto de la imposibilidad es el motor que mueve cada uno de los actos de la pareja. Ni hablar de las ironías y de las sutilezas en torno al papel que desempeña el dinero en una sociedad como la americana. No obstante, Stahl no necesita mostrar un mundo donde todos los hombres son repugnantes para destacar la importancia y el sufrimiento de una mujer. Guillermo Colantonio


Black magic for white boys de Onur Tukel / 7 puntos


Sinceramente desconocía la obra de Tukel, pero luego de esta Black magic for white boys me he ganado un amigo. Será que su humor incómodo, virulento pero melancólico, que pega con efectividad en el centro de cierta modernidad políticamente correcta encaja perfecto con mi hastío sobre un presente de gente que se molesta por todo con un nivel de fascismo alarmante. O también será que en medio de tanto drama cortado por la tijera del manual de los festivales de cine, una comedia como la que propone Tukel es un bálsamo para abrazar: con sus desprolijidades, desniveles y todo lo que le queramos señalar como negativo. En la tradición de cierta comedia neoyorquina independiente, con el horizonte claramente marcado en Woody Allen pero también con algo de la malicia de Jerry Seinfeld, el director construye una película que utiliza elementos fantásticos de manera prosaica a partir de un mago que ejecuta la magia negra para que su show vuelva a vender entradas. Pero esa magia negra terminará implicando a varios personajes en esta trama coral y dividida en capítulos. Como decía Seinfeld en Comedians in cars getting coffee, la diferencia entre un racista y alguien que hace humor racista es que el primero no se da cuenta que lo está siendo. Black magic for white boys está plagada de personajes misántropos, miserables e individualistas, pero Tukel no sólo es honesto sino que además se reconoce en ese egoísmo urbanizado (no es, por decir algo, Iñárritu o los Coen, que se creen muy inteligentes y superiores al resto de la humanidad). Desde ese lugar, Black magic for white boys se vuelve adorable en su mirada sobre temas varios como la paternidad, el entretenimiento, la integración, el racismo y la forma en que una ciudad puede discriminar y alienar a sus habitantes. Hay situaciones que funcionan mejor que otras, pero hasta esa anomalía es saludable en el contexto del cine contemporáneo tan perfecto y en busca de cariño. No pareciera que Tukel busque ese afecto, más bien todo lo contrario. Sin embargo yo ya lo quiero y me voy a poner a ver Catfight que, me enteré, está en Netflix. Mex Faliero


Competencia Argentina de Cortos


Circumplector de Gastón Solnicki (5 puntos): da la sensación de que, más que un trabajo terminado, parece un proyecto o el resultado de una instantánea de viaje. Apenas tres segmentos breves que nos ubican en la Catedral de Notre-Dame antes del incendio. Primero en una de sus fachadas, con estatuas que son removidas. Luego, un plano en el interior con un joven y una guitarra. Por último, un detalle con un plato de frutas y la invitación a construir un sentido posible en esa continuidad. Monstruo Dios de Agustina San Martín (7 puntos): lo mejor que se puede hacer en este corto es entregarse a sus imágenes. Cualquier explicación racional le quitaría fuerza. Sólo algunos signos confirman que la electricidad proveniente de una planta urbana podría homologarse con alguna deidad posible. El resto (con atmósferas lyncheanas) transcurre entre niebla, vacas y una niña protagonista que es un enigma. Nos devoraba el fuego de Lucía Granada (7 puntos): experiencia sensorial focalizada en un espacio destruido por cuyos recovecos parecen manifestarse susurros, ruidos y voces del pasado. El recorrido de la cámara por sus ambientes vacíos y la textura de las imágenes apuntan a una búsqueda poética donde no está exenta una sensación vinculada a lo siniestro. Playback. Ensayo de una despedida de Agustina Comedi (8 puntos): una vez más Comedi aborda las relaciones entre cuerpo, identidad y poder en Córdoba, en este caso, al final de la dictadura. Para ello utiliza un notable montaje con archivos donde vemos al Grupo Kalas, un colectivo de travestis y transformistas que intentaban romper el cerco autoritario de la docta y católica capital argentina (dicho sea de paso, la resonancia en el presente es importante para un cine que, salvo raras excepciones, alude poco y nada a su conservadurismo actual). La voz en off es la de Delpi, una de sus integrantes. A ella y a la directora les debemos un hermoso final para contrarrestar el dolor. Suquía de Ezequiel Salinas (7 puntos): un viaje onírico. Un río que susurra sus dolores y rencores. La naturaleza frente a la acción humana y una cámara que se desplaza al ritmo de las aguas. Interesante forma de inmersión que se potencia en la sala oscura. Guillermo Colantonio


Competencia Latinoamericana de Cortos / directores varios


Bocamina de Miguel Hilari (6 puntos): una puesta formal fuerte, bastante desangelada, estructurada básicamente en dos partes que podrían responder a tiempos diferentes. La primera ubica la cámara en el interior de una mina en Cerro Rico Potosí. Un grupo de trabajadores se desempeña allí y le permite al director generar esa sensación de lógica claustrofobia, aunque paralelamente es también una posibilidad de explotar una dimensión sonora interesante. La experiencia representa un desafío técnico destacable. Todo esto se da antes de mostrar primeros planos de los protagonistas (emulando un recurso a la película de Ben Russell, Good luck, que formara parte de la Competencia Internacional en otra edición de este Festival) cuyo sentido se advierte en la siguiente secuencia donde un grupo de chicos y jóvenes miran fotografía del lugar en el presente. ¿Habrán muerto esos mineros? ¿Son sus antepasados? // Jiíbie de Laura Huertas Millán (5 puntos): incursión experimental con fusión de historia, ecología y onirismo donde se aborda el origen mítico de la planta de coca. Desde el comienzo se advierte que no es una película sobre el polvo blanco para dar paso a un monocorde registro cuyos signos son la oscuridad prácticamente y una voz en off nativa que da detalles del tema en cuestión. Pese a la rigurosidad formal y a cierta búsqueda estética, el corto parece entrar en un freezer del cual nunca sale. // Plano controle de Juliana Antunes (7 puntos): lo mejor del cine brasileño en el presente viene de Belo Horizonte, sobre todo con propuestas arriesgadas, sin concesiones y con una libertad infrecuente en aquellas películas que buscan el aplauso internacional. Se trata de cineastas que ponen en escena puntos de fuga, ya sea fusionando géneros o abordando temáticas abiertamente, como si fueran una respuesta al cerco bolsonarista. En esta pequeña locura, Antunes parte de la posibilidad de que a través de un celular uno se pueda teletransportar a otra ciudad del mundo, una oportunidad inmejorable para huir del presente político de Brasil. Sin embargo, contra el señor mercado no se puede y la experiencia se frustra: en Latinoamérica las cosas son así, nada funciona y para que resulte hay que pagar un plan de datos más caro. Con esa disparatada excusa, el corto incursiona en el humor sin pelos en la lengua, con avances y retrocesos temporales donde se respeta el registro de las imágenes según la época. El remate es genial y expresa en toda su naturalidad un destino alejado del monstruo actual. Guillermo Colantonio


Débil es la carne de John Stahl / 8 puntos


Algo así como el lado B de Lo que el viento se llevó, o un resabio de lo que se podía hacer a partir de fórmulas de éxito. No obstante, pese a las exigencias, este melodrama de época se sostiene a la perfección. Los primeros minutos demuestran la capacidad de Stahl para dirigir y sintetizar con pocos indicios una cantidad de información importante. Un hijo es arrebatado de su madre por considerarse ilegítimo. Tal descrédito será determinante para Stephen, jugador compulsivo que se gana una plantación en una partida de cartas. Una vez instalado en la comodidad de los ricos, se casará con Odalie, una bella mujer, a la cual pretenderá como madre y compañera dentro de una estructura patriarcal que busca sólo un heredero. Por supuesto, los matices son propios de la inteligencia de un director que invertirá progresivamente los roles y que, además, enmarcará el drama en el período de esclavitud, no como telón de fondo. Estamos frente a esa sociedad que se encuentra aparentemente inmersa en un periodo de prosperidad, pero que no tarda en destruirse a sí misma, con esos nuevos burgueses americanos e hipócritas. La secuencia final entre cañaverales es antológica y pocas veces vi tormentas tan bien filmadas. Otro momento sublime se desarrolla en la escena en que se declaran su amor bajo las ramas de un árbol. El perfecto equilibrio entre la emoción y la carencia de excesos dramáticos es otra marca autoral que confirma la maestría de Stahl. Guillermo Colantonio


Diego Maradona de Asif Kapadia / 8 puntos


Centrándose especialmente en los años donde Diego jugo en el Napoli (con flashbacks hacia otros instantes de su vida), mediante un extraordinaria tarea de recopilación de archivo y una magistral labor de edición, la producción aleja a Maradona del mito y la leyenda, mostrando una versión humana con sus virtudes y defectos, exhibiendo las vivencias que tuvo que superar para ser ubicado en ese lugar de “Dios”. No es un documental sobre el ídolo, es un film sobre la persona que trabajaba de jugador de fútbol y sobre cómo transcurrió su vida durante los años más productivos y exitosos de su carrera. Kapadia mantiene la misma excelencia narrativa que en Senna, logrando (una vez más) que esas estrellas que supuestamente son inalcanzables bajen al suelo y se vean de carne y hueso. Brian Macchi


Diz a ela que me viu chorar de Maira Bühler / 7 puntos


Producción brasileña que refleja las vivencias de gente en situación de calle que es localizada en el centro de San Pablo, en el hotel social Parque Dom Pedro, una vivienda comunitaria de siete pisos y 28 habitaciones en el cual 107 residentes se enfrentan una y otra vez a los fantasmas del desalojo. Portando la cámara en todo momento y mediante un trabajo de conocimiento entre los moradores y la directora, el film se dedica a exhibir las diferentes circunstancias en las cuales viven estas personas, mostrando con crudeza cómo es su realidad sin buscar el sensacionalismo, sólo exponiendo lo que sucede. Un trabajo que presenta las tristezas, angustias y sueños de estas personas que se encuentran en un estado de marginalidad, siendo ese sitio en el que viven un refugio donde poder sobrevivir y escaparle a la violencia, las drogas y el delito. Una película que no pretende mostrar la pobreza desde lo impactante, sino que busca ponerles cara y cuerpo a esos olvidados y visualizar su cruda situación. Brian Macchi


Dolemite de D’Urville Martin / 6 puntos


Ultimos años de los 70 y la blaxploitation está llegando a su fin como fenómeno cinematográfico. Esta película se encuentra en ese grupo. Se nota que la figura de Rudy Ray Moore era interesante en los guetos negros de Los Angeles y necesitaban explotar eso en una película. Es un film desprolijo en todos los sentidos posibles y con la mirada de hoy resulta divertida. Es inferior a otros títulos del subgénero (uno de ellos se dio en esta misma sección, Sweet Sweetback´s Baadasssss Song) aunque toma algunos elementos de la inmediatez para filmar suburbios y locaciones que identificaban a la comunidad afroamericana en los 70. Hay momentos que se nota que es un producto para el lucimiento del protagonista (cuando cuenta esa especie de anécdotas/chistes pre rap). Está presente el karate, el elemento original (si se quiere) es que en su mayoría las que pelean ayudando al personaje son mujeres. Dolemite es un chulo, otra de las constantes de muchas de estas películas, aunque acá quieren justificar su proxenetismo con la dudosa excusa de que ayuda al club en donde se encuentran las chicas a través de la enseñanza del arte marcial. Todos estos tópicos se pueden dar en este tipo de películas, que marcan mucho el contexto social en el que fueron filmadas, aunque sería interesante que hubiera relecturas contemporáneas. Gabriel Piquet


El cuidado de los otros de Mariano González / 7 puntos


Tanto en Los globos, la película anterior de González, como en El cuidado de los otros, el mundo es un lugar vulnerable, sobre todo para los chicos. Es un drama que excede en este caso las clases sociales. Un error puede transformarse en una pesadilla cotidiana. Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos. En uno de ellos, cuida a niños temporalmente, sobre todo a Felipe, el pequeño hijo de una familia porteña. El incidente con una puerta, la presencia de su novio en el departamento y un descuido sumergen a Luisa en un itinerario desesperante. Claro está, la desesperación está contenida y nunca las estridencias se imponen sobre un relato narrado con golpes sobrios de montaje y una efectividad narrativa que evita las explicaciones. La procesión de la protagonista es encapsulada por una cámara que nunca suelta al personaje, que acompaña su incomodidad existencial en un viaje donde el pánico y la incertidumbre se manifiestan a través de miradas, algún que otro desahogo y decisiones que parecen empantanar más el horizonte. Hay un calvario personal que pone a Luisa en una situación angustiante mientras el resto desfila sin saber muy bien qué hacer. No obstante, al drama individual, González le suma el otro, el colectivo, propio de una sociedad que ha naturalizado el trabajo precarizado (sea en la fábrica o en las casas donde familias pretenden cubrirse de sus pagos en negro). Con una mirada que no se refugia en proselitismos ni abusa de la hinchazón estética, González da forma a la punta del iceberg, con austeridad, despojamiento y precisión a la hora de trazar los comportamientos de los personajes. En los matices se encuentra el perfil de cada uno, en una realidad donde es difícil perdonar, aceptar y tolerar. Como en Los globos, hay un pasaje culminante, una decisión que abre una nueva posibilidad. Ni condena ni victimización. El cuidado de los otros, tal vez desconcierte en el contexto de una competencia donde todo se erige como importante. En lo no dicho, en lo no mostrado, radica su principal fuerza. Guillermo Colantonio


El irlandés de Martin Scorsese / 10 puntos


Scorsese hace el que podría ser el film definitivo sobre la mafia. El irlandés, su tan épico como intimista fresco sobre el accionar de la mafia norteamericana durante varias décadas del siglo pasado, es un film que parte desde lo individual, el ingreso de Frank Sheeran (Robert De Niro) al círculo mafioso bajo el ala de Russell Bufalino (Joe Pesci en la actuación de la película), y que avanza hacia lo general. La lucha entre los sindicatos y el poder político, el brazo armado que representa la mafia y sus diversos clanes, pero también los códigos entre los hombres, las traiciones, la culpa, la imposibilidad de balancear lo criminal con la familia y la búsqueda de la redención. Todos estos que han sido tópicos habituales del cine de Scorsese, especialmente en sus películas sobre pandillas y mafias (Casino, Buenos muchachos, Calles peligrosas), pero amontonados y organizados como si de una enciclopedia se tratase. El irlandés arranca con un bello plano secuencia en un geriátrico, que termina con un Sheeran postrado y donde sobresale un reloj en su muñeca: precisamente ese objeto y su contenido son la clave de la película, el tiempo, muy especialmente en un film que dura 210 minutos. Scorsese se toma una hora para narrar el ascenso de Sheeran en la mafia, luego un par de horas para trazar el vínculo entre Sheeran y Jimmy Hoffa (un divertidísimo Al Pacino) y una última media hora para un epílogo tan brutal, como angustiante y emotivo. La forma en que el director articula los tiempos del relato (siempre de la mano de su fiel montajista, la brillante Thelma Schoonmaker) es impecable, más en una película que viaja de aquí para allá entre décadas y con una multiplicidad de personajes increíble. Todo es claro, todo es preciso, no hay escenas que sobren porque cada momento tiene algo para decir, de la historia general o de la intimidad de los personajes. La acción en El irlandés tiene que ver con el accionar de sus protagonistas, no hay casi tiempos muertos ni momentos donde no se esté filtrando una información clave. La de Scorsese es una película sobre profesionales, más allá de que la profesión de estos tipos sea estafar, engañar, asesinar. La vida privada surge entre los pliegues, pero no hay demasiado tiempo para ello: la acción seca de la película marca el tono de esa seriedad y rigurosidad con la que todo debe ejecutarse. En El irlandés no hay espacio para el criminal llorón a lo Michael Corleone, aquí si hay pena es porque los actos de cada uno son irredimibles pero nadie busca una salida a ese camino. Scorsese se guarda para el final sus principales reflexiones, desnuda el vacío del poder al mostrar su costado más ridículo, que surge simplemente por el inexorable paso del tiempo. Si en Casino se lamentaba a la vez que añoraba esos años de sangre y crimen, aquí ya ni siquiera hay espacio para la nostalgia: El irlandés es trágica, pesarosa, melancólica y muy triste. Tal vez tenga que ver con la edad del propio Scorsese, consciente de que no quedan muchas más vueltas para dar. Como en el final de El padrino, una puerta se interpone entre el espectador y el poder, aquí reducido a su mínima expresión. Pero la puerta no se cierra y queda entreabierta. Esa rendija es la que Scorsese nos ha permitido mantener abierta para espiar una vida (y la vida de una nación) y su ineludible final. Mex Faliero


El Patalarga de Mercedes Moreira / 7 puntos


Film de animación nacional que utiliza el fotocollage como principal recurso para llevar adelante esta historia en la cual Teto, Maru y Ramón pasan sus días pensando en el Patalarga, el monstruo del pueblo donde viven, que aparece a la hora de la siesta obligándolos a dormir para no ser atrapados por la mítica criatura. Un trabajo fresco, colorido, alegre y divertido, que narra una historia infantil con reminiscencias al histórico “hombre de la bolsa”, pero que resulta actual en todo momento; hablándole a los niños con naturalidad, sin tratarlos como seres inferiores y mostrando protagonistas que a pesar de su corta edad pueden tener la sapiencia y picardía necesarias sin perder su carácter infantil. El aporte de las voces de Favio Posca, Peto Menahen, entre otros, le suma un punto más para que no sólo los niños se entretengan con este film que resulta disfrutable de principio a fin. Brian Macchi


El traidor de Marco Bellocchio / 9 puntos


Hay un sustrato real, histórico, que funciona como marco en la película: 1980, Palermo, la capital de la heroína para la Cosa Nostra, con las familias reunidas para la Fiesta de Santa Rosalía. Entre ellos, Tomasso Buscetta, el jefe de dos mundos, quien se transformará en el traidor del título. No obstante, la foto grupal que se sacan todos ya marca el primer signo de un teatro de máscaras, la presencia del artificio y el mundo de las apariencias. La sangre no tardará pronto en recorrer las calles en una secuencia operística magistralmente dirigida, uno de esos momentos convulsivos del cine de Bellocchio donde la exacerbación de la pasión atraviesa a los personajes y a sus vidas. Y la razón para todos los actos es el amor, ese es el motor de Tomasso. Poder, dinero, religión, son signos que se funden en la visión melodramática que el realizador italiano le confiere a esta larga odisea que no tiene desperdicio y contiene, además, una de las mejores escenas que se hayan visto sobre un juicio, desmesurada, bien gringa, por momentos surrealista, una coreografía de insultos, miradas y gestos que no hacen más que confirmar que el mundo es sueño. Un momento sublime sale de la boca de Tomasso: “La mafia no existe, es un invento periodístico. Se llama Cosa Nostra. Nosotros, los hombres de honor, lo llamamos así”. Y la vida es un manicomio de bocas cosidas, ataques de ira, pero también de boleros. Guillermo Colantonio


Entre navajas y secretos de Rian Johnson / 8 puntos


Johnson es un director más que interesante, aunque a veces es ganado por la solemnidad y la búsqueda de trascendencia. Sin embargo, este regreso de los policiales de misterio a lo Agatha Christie o Arthur Conan Doyle lo encuentra en su mejor forma y, sorpresa de por medio, sumamente divertido en su rol de desparramar las múltiples piezas para ir despistando al espectador. El director se ha manifestado fanático de este tipo de historias, y lo mejor que hace es recrearlas no desde la distancia irónica sino con amor por las vueltas de tuerca y los detectives más grandes que la vida. Un hombre, famoso escritor de novelas de misterio y multimillonario, se ha suicidado. Sin embargo, hay algunas dudas sobre que puede haber sido un asesinato. Así es como un par de agentes policiales y un detective privado (interpretado con gracia sobrehumana por Daniel Craig) se dedican a entrevistar a hijos, nueras, yernos, nietos, empleadas del muerto en la casona en la que vivía. El elenco es kilométrico en estrellas y todos se lucen (Chris Evans, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Keith Stanfield, Christopher Plummer, Frank Oz y hay más) en una película con muchísimo humor. Hay un giro de guión sorprendente en la primera mitad de Entre navajas y secretos, que es interesante para la lógica del whodunit que Johnson maneja con sabiduría. Y, claro, el juego de descubrir quién es el asesino esconde, pero no tanto como para no verlo, un muestrario familiar horroroso de animales materialistas capaces de lo peor con tal de quedarse con la fortuna del viejo, lo que incluye una serie de apuntes sobre los inmigrantes de lo más sarcástico. Mex Faliero


Etre vivant et le savoir de Alain Cavalier / 7 puntos


Hay una especie de subgénero cinematográfico orientado a incorporar en la puesta en escena las dificultades de un rodaje, de un proyecto o del embrión de una película. En este caso, Cavalier planifica hacer un film con su amiga Emmanuele Bernheim basado en su autobiografía. En ese proceso de adaptación aparece un extraño juego en torno a la enfermedad y a la muerte que se verá superado por la misma realidad: Emmanuele le avisa a Cavalier que ha sido operada de urgencia y que el rodaje debe postergarse. Entonces nace otra película en la que el registro de lo cotidiano apacigua la espera y enfrenta la adversidad con el arte. El recorrido por el interior de la casa con una pequeña cámara le permite establecer un juego donde poesía, artesanía y cine se conjugan para dar forma a un pequeño film en apariencia, pero gigante en la creatividad y en el trabajo con objetos, de una belleza deslumbrante. Seguiremos en la pantalla y fuera del campo la lucha de esta mujer, sus esperanzas. Nunca se asume el realizador como intrusivo o voyeur. Le apasiona, en todo caso, una suma de pequeños detalles (un Cristo crucificado en miniatura, una calabaza en descomposición) que transforman la gestación de una historia en una pequeña joya de la modestia. Guillermo Colantonio


Felix in Wonderland de Marie Losier / 6 puntos


Una incursión menor de Losier por su acostumbrado retrato de personajes histriónicos. En este caso, se trata de Felix Kubin, un músico capaz de experimentar con sintetizadores y otros artefactos con total libertad. Sin embargo, a diferencia de películas anteriores, se advierte aquí una carencia de fuerza en el registro y cierta frialdad en lo que se ve, tal vez por el carácter mismo del artista. Hay escenas festivas y delirantes, pero en términos generales requiere de un esfuerzo para lograr empatía. Por supuesto están los temas claves de la realizadora, a saber, las relaciones entre identidad, género y cuerpo, la lucha por el reconocimiento y la aparición de un universo fetichista que le otorga sentido a los actos. Kubin nos involucra en sus sueños y pesadillas a las que Losier visualiza incluso con tintes psicodélicos. También formamos parte de los experimentos de sonidos y asistimos a momentos únicos como cuando el protagonista nos hace escuchar un disco cuyo primer tema arranca con una partida de ping pong y lo vemos gesticular eléctricamente. Con una superficie nutrida de imágenes caseras y un formato en 16 mm, la película se sostiene por lapsos, pero no pasa de un simpático abordaje. Guillermo Colantonio


Ficción privada de Andrés Di Tella / 7 puntos


Las cartas que le entrega Torcuato a su hijo Andrés Di Tella sirven para reconstruir esta historia de amor entre sus padres. Andrés Di Tella utiliza imágenes de archivo, fotos, dos actores y un amigo de los padres (el director Edgardo Cozarinsky) para recitar los textos de las cartas. Todo esto le sirve para ir tratando de descubrir esta particular historia de amor que comenzó en EE.UU. cuando los padres se conocieron escapando ambos de sus respectivos países (India y Argentina). Su estadía en Israel, la vuelta a la India, algún tiempo en Londres y la llegada a la Argentina. Hay una escena muy lograda en la que a través del Google Street View el director nos cuenta una situación que le ocurrió: en ella se entera de la muerte de su madre (él estaba en Londres), sale a caminar de noche, las calles están vacías y en una de ellas cree verla. Todo esto lo cuenta utilizando el programa hasta llegar al punto exacto del encuentro. Toda la primera parte en la que mediante fotos, el director habla con su hija e imagina o inventan historias de lo que ven en esas fotos viejas, es otro gran momento. Esto sirve para que cuando uno sale de la sala quiera de alguna manera reinventar también los textos que escucha en las cartas que escribían sus padres y crear su propio universo en torno a la historia que ellos vivieron. Gabriel Piquet


Fourteen de Dan Sallitt / 7 puntos


Los tiempos y los modos del mumblecore se filtran por los rincones de la nueva película de Sallitt, lo que exige cierta paciencia a un espectador no del todo acostumbrado al naturalismo inexpresivo y la morosidad típica de este subgénero del indie norteamericano. Pero Fourteen es más, especialmente a partir de un extenso plano fijo ubicado estratégicamente en la mitad de la película que la convierten a partir de ahí en un drama mucho más clásico de lo que aparenta. Dos amigas, que se conocen desde la adolescencia y que funcionan como sostén una de la otra. Mara es la que piensa en cómo construir su vida, mientras Jo es una suerte de espíritu libre bastante autodestructiva. Si la primera parte del relato -hasta aquel plano fijo- la película avanza con una temporalidad más o menos precisa, es a partir de aquel momento que Sallitt aplica una serie de elipsis profundas, que hacen avanzar el tiempo de manera veloz. Esas elipsis son, ni más ni menos, la muestra de cómo Mara y Jo se han distanciado, y cada fragmento que el director elige mostrar tiene que ver con algún encuentro fortuito o con momentos en que una está presente en la otra. Fourteen es una película sobre la amistad, sobre aquello que somos capaces de dar por el otro, sobre las cosas que nos separan y cómo esos vínculos se vuelven difusos. Sallitt es un director sutil, preciso, que encuentra en el uso del tiempo una poética singular. Fourteen es, también, una película bella, sensible, que parece estar siempre a punto de quebrarse. Lo interesante también es ver una película de mujeres hecha como en los tiempos en que los personajes no precisaban simbolizar algo para que nos importen. Mex Faliero


Huérfanos de Brooklyn de Edward Norton / 5 puntos


Desde Divinas tentaciones que Edward Norton no se ponía detrás de cámaras y lo vuelve a hacer con un proyecto diametralmente opuesto al de aquella comedia romántica: aquí adapta al reputado novelista Jonathan Lethem en una suerte de gran homenaje al cine noir. En Huérfanos de Brooklyn Norton interpreta a Lionel Essrong, ayudante y protegido de un detective privado que investiga un misterioso caso. Claro, hay una particularidad: Lionel sufre el síndrome de Tourette y eso le permitirá al director y actor jugar hasta los límites de nuestra tolerancia con todos los tics de su criatura. Es un personaje que, claramente, en determinado momento se mete con algo que lo supera, elemento clave del género. Pero es a partir de ahí que la película intenta ser una suerte de retrato de la Norteamérica de mediados del Siglo XX, donde el avance del capitalismo devora cada rincón del sistema, con el fenómeno de la construcción como sostén de un imaginario de progreso. Aquello de “gran homenaje” al noir se queda más o menos en la puerta, en una película que toca cada uno de los resortes habituales pero lo hace con una falta de energía llamativa. Sólo cuando Bobby Cannavale, Ethan Suplee, Lesline Mann y el propio Norton juntan su energía con vocación cómica, la película parece encontrar un espacio de representación casi paródica del género que no le sienta del todo mal. Pero son pequeños pasajes, en un film que se extiende más de lo aconsejable, que nunca consigue el nervio adecuado y que tiene una serie de giros que la vuelven casi una copia actualizada de Barrio Chino. Mex Faliero


I was at home, but de Angela Schanelec / 5 puntos


La sinopsis expresa: “un adolescente vuelve a su casa después de haber estado ausente por una semana. Su madre, maestros y personas cercanas intentarán averiguar qué sucedió en esos eternos días para comprender por qué se comporta tan extraño”. Sin embargo estas circunstancias descriptas serán momentos ajenos y esporádicos en un film que se centra en la madre de este chico, mostrando la carga emotiva y el pesar que lleva en su ser sobre un hecho del que no se dan muchos datos. Durante la película, se verá que esa pérdida que intenta sobrellevar va mutando de la tristeza a la bronca y a la ira. Con un trabajo centrado en lo visual antes que en lo narrativo, en varios pasajes la película Schanelec abandona esta historia para narrar pequeños instantes de otras vivencias, que se asemejan a la central, sobre la pérdida y el abandono. No obstante, la poca claridad que se aporta sobre los hechos, la inserción de algunas escenas oníricas y la artificialidad compositiva de varios pasajes provocan que el film resulte frío, distante y confuso para una historia que pretendía dialogar sobre el duelo y sus matices. Brian Macchi


Jeanne de Bruno Dumont / 6 puntos


En una suerte de secuela de Jeannette (2017) pero a la vez de carácter independiente, Dumont vuelve adaptar la vida mítica de la heroína francesa desde su campaña bélica, su posterior enjuiciamiento en la monumental catedral de Amiens y su famoso destino final en la hoguera por “hereje”. Todo esto contado desde un corte histórico pero experimental de melodías rockeras melancólicas que calzan en momentos inesperados para quitarle carga dramática a la trama y colocar tintes de humor absurdo, algo típico en el cine de Dumont. El film se desdobla en esta columna de conjugar densos diálogos intelectuales donde los monólogos e interpretación de la niña actriz Lise Leplat Prudhomme (nueve años menor a la verdadera Juana), cargados de la máxima expresividad e inocencia, se llevan todos los laureles junto a pasajes disparatados donde prevalece la gesticulación ridícula y teatral de quienes integran el clero enjuiciador como si fueran bufones grotescos. Sobre el guión de Péguy con un tinte testimonial pero no fiel a la exactitud documentada, la historia opta por simpleza y apela a la emotividad transmitida desde la grandeza de una pequeña y enorme mujer que cambiaría el destino de su país y de la referencia cultural. Rosana López


Jojo Rabbit de  Taika Waititi / 9 puntos


El mejor director de los últimos 15 años es Edgard Wright, en términos de la relación calidad/cantidad de sus películas. Desde 2004 filmó cinco largos que van desde lo bueno hacia la perfección. Todo esto porque desde que vi Jojo Rabbit pienso que Taika Waititi tiene cosas de Wright en sus películas: comparten cuestiones de ritmo, humor y referencias (son de la misma generación aunque Taika es más gracioso), pero sobre todo ambos hacen películas de una vitalidad arrolladora con la capacidad de sorprender al cínico público del presente, y ese un capital invaluable. A grandes rasgos Jojo Rabbit es La vida es bella pero bien, quiero decir que no es manipuladora, abyecta y cursi, todo lo contrario, es sensible, tierna y divertida. Pero sobre todo divertida en el mejor de los sentidos, porque incluso en sus momentos más terribles Waititi no deja que se le escape la tortuga del humor. Esta película ridiculiza a los nazis de manera hiperbólica y feroz pero también a todos nosotros: la guerra, la violencia y nuestra capacidad de mezquindad son expuestas como estupideces terribles, pero sin cinismo porque son contrastadas con nuestra capacidad de redención, de amor y generosidad. Para ilustrar un poco la situación la secuencia de créditos nos muestra imágenes de archivo de gente haciendo el saludo nazi al ritmo de I want to hold your hand y a partir de esa genialidad todo tiende a mejorar. Matías Gelpi


La bala de Sandoval de Jean Jacques Martinod / 7 puntos


Hay un nivel de enunciación que transcurre mediante el relato de un hombre, el protagonista del título. Es la historia de aquellos que transitan el peligro, una moneda corriente en las zonas periféricas de la selva ecuatoriana. Una voz en off que domina la narración con naturalidad en una dimensión intermedia entre la vida y la muerte, como si del alma en un limbo se tratase. En efecto, ¿se habla desde este mundo, desde otro, o desde una frontera? No importa. En todo caso tiene el encanto del misterio y la gracia dramática de un bolero. Ese sustrato popular que se afianza desde el plano sonoro se superpone con una experimentación visual a base de flashes multicolores, superficies granuladas e imágenes pictóricas que establecen su propio juego enunciativo también. Es interesante el resultado, sobre todo si se piensa en su corta duración y en una sección que apuesta por saludables riesgos. Guillermo Colantonio


La cabellera de Berenice de Horacio Vallereggio / sin puntaje


Histórico film del realizador argentino en el cual logra un trabajo experimental de larga duración, ya que en aquellos 70’s las producciones “poco convencionales” eran cortometrajes. Aquí mediante la tarea de un conjunto actoral que va improvisando constantemente, enmarcados en un solo ambiente, junto con la variación del sonido y la labor de montaje, la película va mutando segundo a segundo, expresando diferentes conceptos, muy diversos entre sí, con el objetivo de alcanzar esa experimentación buscada a su máximo nivel, sin siquiera preocuparse si resulta entendible lo que se está viendo. Tal vez sea extraño que se exhiban este tipo de films pero resultan de gran valía para un público que los desconoce y que sentaron las bases para la evolución del cine nacional. Brian Macchi


La casa de Jorge Olguín / 7 puntos


Un oficial de policía en una Chile bajo la dictadura y con toque de queda (1986 para ser precisos) va a una vieja casa, ya que se recibió una queja por gritos y ruidos. La casa esconde un pasado que la vincula con un hecho trágico que sucedió hace años, cuando murieron integrantes de la familia que era la dueña original de lugar. Filmada como si fuera un plano secuencia, Olguín nos mete en la casa y en toda la pesadilla que esto será para el carabinero Arriagada (convincente actuación de Gabriel Cañas) cuando tenga que enfrentar fantasmas. La forma de filmar y algo en la premisa nos acerca al universo de la película de terror uruguaya La casa muda. Jorge Olguín filma quizás con más nervio y genera más climas de suspenso que su par uruguayo, se le nota que ya tiene varias películas en su haber. Que esta tenga menos presupuesto, lo ayuda a utilizar los pocos recursos para lograr varios sustos genuinos. Gabriel Piquet


La fiesta silenciosa de Diego Fried / 5 puntos


Antes de su casamiento, una pareja interpretada por Jazmín Stuart y Esteban Bigliardi llega a una casa quinta que le pertenece al padre de ella (Gerardo Romano) y en donde se realizará la fiesta. Luego de un intento fallido por tener sexo con su novio, ella decide dar una vuelta para despejar su cabeza. Camina a través de unos árboles y da con una fiesta que están haciendo en una casa vecina. Luego de tomar un trago comienza a bailar con auriculares (una fiesta cool en donde todos los participantes tienen auriculares puestos y no se escucha la música hacia afuera) de ahí el nombre del film. La protagonista tiene un juego de seducción con uno de los invitados y comienza a tener sexo con él. Uno de los amigos del joven se sumara y la terminará violando. Esto que detallé es la primera parte de la película, por lo que a continuación comenzará una historia de violación y venganza que incluye al padre y al novio del personaje de Jazmín Stuart buscando a los violadores (uno el perpetrador, los otros los cómplices). La película tiene algunas acciones de los personajes que no son creíbles. El personaje de Stuart cae en esa fiesta y trago de por medio ya baila desaforadamente para seducir a uno de los jóvenes. El padre es el típico estereotipo de clase alta que le gustan las armas y va a cazar a los violadores. El novio es un tipo sin personalidad que no quiere involucrarse en la venganza por mano propia y cuando Stuart le dice que no tiene agallas para enfrentarlos, tiene un cambio de actitud demasiado veloz. La fiesta silenciosa no nos permite empatizar con los tres protagonistas. En algunos pasajes se quiere jugar con el humor negro (el novio disparando y matando por error), pero en su totalidad no aporta nada nuevo a este tipo de films. Gabriel Piquet


La invención de Borges de Nicolas Azalbert / 4 puntos


El título de este falso documental (o documental a medias o ficción a medias o todo eso a medias) es un juego que intenta vincular a Borges con Bioy Casares. Porque precisamente de eso se trata el film del francés Azalbert, de las filiaciones, de la interminable red que logramos construir mientras aumentamos nuestro conocimiento cinéfilo. Y de cómo eso nos conecta con la vida. El protagonista es el reconocido cineclubista Hayrabet Alacahan, pero no lo es: Alacahan juega a ser una suerte de alter ego suyo, ciego y con bastón, en otro juego de referencias con Borges. Aunque en verdad el protagonista es la voz en off, omnipresente y subrayando todo, que nos habla de cine, de las múltiples referencias y saberes que contiene, con una cadencia que hace foco en su superioridad intelectual. De Borges hay una idea conceptual que gira constantemente sobre la forma de la película, pero también datos enciclopédicos concretos (y lineales) y un montaje con todas las películas que lo tomaron de inspiración. El problema de La invención de Borges es que en 64 minutos parece contener tantas películas como el montaje permite y las ideas centrales se van y vuelven con un nivel de capricho que bordea la autoindulgencia. Más cerca del ensayo, el film de Azalbert es una sentencia constante sobre el cine, sobre el amor, sobre la vida y, claro que sí, sobre la política, lo que incluye un despotrique contra el macrismo que no sólo luce oportunista y plagado de lugares comunes sino, además, incompatible con el resto de la película. Lugares comunes que, para peor, la voz en off repite cuando habla de cine. De borgiano, en sí, poco y nada. Mex Faliero


La muerte no existe y el amor tampoco de Fernando Salem / 6 puntos


Emilia viaja desde Buenos Aires a su pueblo natal en la provincia de Santa Cruz para retirar y cremar los restos de su mejor amiga que se suicidó. La vuelta a su ciudad le trae viejos recuerdos (no sólo los de su amiga), sino lugares, su padre y una ex pareja. La película nos muestra ese encontrarse nuevamente con su pasado y cómo enfrentarlo en algunos casos. Por una cuestión de densidad, la película funciona mejor en los momentos en los que utiliza el humor que está puesto como una válvula de escape al tema del suicidio. Las escenas en las que interactúa con su padre y su nueva familia tiene momentos muy divertidos: Antonella Saldicco (gran actuación) tiene el timming para meter pequeños diálogos que generan risa. El director contó que esto viene de la novela original en la que se basa la película (Agosto de Romina Paula). La relación con su antiguo novio también funciona y hay una escena cerca del final que pone la mirada en la mujer y hace pensar en esa frase que a todos nos dio vuelta alguna vez en la cabeza: “cómo hubiera sido mi vida con esa persona”. Lo que no logra plasmarse tan bien es la relación que tuvo con su amiga. En la novela parece que su voz en off recorre el relato, pero acá no habla y su presencia pierde fuerza. También le juega en contra que los actores con diálogos tienen tanta importancia en escena (Osmar Núñez es uno de ellos) que lo meramente físico que pueda aportar Justina Bustos (la amiga) a su personaje queda un poco eclipsado. Gabriel Piquet


La noche de las nerds de Olivia Wilde / 8 puntos


La ópera prima de Wilde es un film luminoso y estimulante, pero también con un trasfondo melancólico y hasta definitivamente triste. El relato se centra en Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever), dos chicas que siempre fueron aplicadas, cumplieron con las reglas, obtuvieron calificaciones excelentes, resignaron momentos de ocio y diversión en pos de todo eso, y ahora, a punto de finalizar el trayecto secundario, se preparan para cobrar la recompensa: el poder acceder a las mejores universidades del país. Sin embargo, justo en el último día, se dan cuenta que muchos de sus compañeros consiguieron notas similares sin haberse esforzado tanto o que aún con calificaciones bajas han podido hallar vías para entrar en universidades de excelencia. La realidad las golpea de lleno y por eso deciden cumplir todo lo que postergaron en esa última noche antes del cierre del año escolar, emprendiendo una especie de odisea para poder ir a la fiesta clave y principal. Lo notable es cómo esa estructura de viaje/búsqueda es la excusa perfecta para construir un retrato del microcosmos escolar, que es tanto un paisaje social como un cúmulo de intimidades colisionando entre sí. No hay buenos y malos en el film, aunque sí estereotipos, pero que son retorcidos hasta crear una galería de personajes que rozan lo inverosímil pero que no dejan de ser sumamente sensibles y empáticos. De ahí que el verdadero antagonismo esté en el viaje, tanto literal como interior: no sólo en ese recorrido plagado de obstáculos -la mayoría de las veces insólitos- sino también en ese proceso que deben realizar Molly y Amy para tomar consciencia de sí mismas y el entorno que las rodea. Rodrigo Seijas


La protagonista de Clara Picasso / 5 puntos


El comienzo de la película es una falsa promesa de comedia absurda. Tiene una frescura inusual para un contexto donde todo parece obedecer a la lógica estético/ideológica de lo mismo y anticipa una gran actuación de Rosario Varela. En un café, Paula le enseña conversación a un alemán en medio de interrupciones varias. Son los signos culturales del presente: el celular, el mozo que trae el café, las dispersiones propias de la actualidad que interfieren en cualquier tipo de comunicación. El corolario será un asalto, pero banalizado de manera tal que sirva como excusa, a través de una elipsis, para que Paula se haga famosa por haberlo frustrado azarosamente. Una tragedia que no da lugar a la comedia. La gente le grita por la calle “mujer maravilla” y ella da notas, cumpliendo su sueño de ser reconocida, una forma de enfrentar su fracaso personal como actriz. La ligereza de esta primera parte despierta grandes expectativas, sin embargo, no faltará nada para que la historia desemboque en un itinerario existencial que se conecta con gran parte del cine abúlico porteño que suele llegar a las salas. Una puesta en escena esquemática a base de fundidos en negro que funcionan como enlaces, diálogos forzados y lagunas narrativas con aires de importancia sacan a la película de la comedia y la devuelven a un estado embrionario trágico inentendible. Una lástima. Guillermo Colantonio


La virgen de agosto de Fernando Trueba / 6 puntos


Una cosa sobresale en la última película de Jonás Trueba, Itsaso Arana, su protagonista y coguionista. Y está bien que así sea porque Arana es la protagonista exclusiva, quien lleva el peso del relato, tanto el narrativo como el simbólico: La virgen de agosto es una película sobre una mujer de 32 años, Eva, quien vaga por una Madrid festiva (son las festividades regionales del verano y la ciudad está repleta de celebraciones y gente que circula por ahí), mientras trata de dilucidar en qué lugar de la vida se encuentra y hacia dónde va. El film de Trueba avanza junto a Eva, la acompaña desde que toma posesión de un departamento que le han prestado y no la suelta durante 15 días en el que le pasa de todo, aunque la cámara del director capture cada momento con una falta de energía llamativa, como si todo fuera más o menos lo mismo. Eva se cruza con viejas amigas, ex parejas, nuevas vecinas, intereses románticos y otros que podrían ser algo más. Y cada encuentro le genera una autorreflexión, en algunos casos bastante amarga, sobre su posición un poco rígida ante la vida. Arana demuestra comprender absolutamente al personaje, lo construye desde silencios que dicen mucho y palabras que buscan, en algunos casos, justificarse. La virgen de agosto es una película prolija, amable, que no ofende en ningún momento, aunque uno desearía que entre tanta belleza un poco forzada pase algo que nos movilice más allá de la sonrisa cómplice. Mex Faliero


Las buenas intenciones de Ana García Blaya / 7 puntos


Una película simple es a veces mucho mejor que una película con pretensiones que quieren dejar mensaje, palabra usada hasta el hartazgo cuando hay que justificar cierto cine. Esta ópera prima es tan simple, pero tan conmovedora que uno empatiza por todos los lados posibles sin necesidad de subrayar todo lo que nos va mostrando a medida que avanza. La historia de tres niños y sus padres divorciados contando con una trama de ficción que también utiliza fragmentos de videos caseros de la realizadora (aunque algunos están ficcionalizados). La relación de la hija mayor de la pareja con su padre es como un hilo conductor. Los demás personajes que son los otros dos hermanos, la madre y su nueva pareja, más los amigos del padre, terminan de darle forma para que este relato personal de la directora (un homenaje al padre y su banda de música) se transforma en un relato universal. Todo el elenco está muy bien aunque Javier Drolas y Amanda Minujín tienen timing para hacer pensar que son padre e hija en la vida real. El título puede remitir a todo lo que uno puede poner de su parte para tratar de cambiar algo, aunque sepa que eso nunca pasará. Eso queda reflejado en una escena conmovedora entre el padre y su hija mayor en la que tratan de convencerse de que es mejor que cada uno siga por su cuenta. La niña se tendrá que ir a vivir con la madre y los hermanos a otro país aunque haya hecho todo lo que tuvo al alcance para quedarse con el padre. Y es precisamente el padre quien le dice que ya volverán a juntarse cuando termine la escuela primaria, sabiendo que no cambiará su forma de ser por más que le prometa cosas. Gabriel Piquet


Le cousin Jules de Dominique Benicheti / 7 puntos


Un registro de (lírica) observación sobre el campesinado francés en dos partes. La importancia de la película está dada por su época (1972) dado que el método documental empleado es hoy moneda corriente. Pero más allá de la contextualización, la película se destaca por sostener un ritmo desde la más absoluta cotidianeidad, siguiendo la labor de ancianos consagrados al trabajo de toda su vida. Sin diálogos y potenciando los sonidos de las herramientas que utilizan, hay una continuidad coreográfica que las mismas máquinas otorgan mientras un herrero se mueve en su galpón. A lado, su mujer. Una comunión que va más allá del tiempo en que las miradas y los cuerpos arrugados lo dicen todo. Ya en la segunda parte, el contraste es evidente, aún sin alterar el método. Un funeral fuera de campo conecta con el episodio anterior y un matrimonio más joven de agricultores participarán de la ceremonia, una triste profecía, acaso, de un mundo donde los campesinos se extinguirán progresivamente en un proceso de transformación inevitable. Guillermo Colantonio


Lemebel de Joanna Reposi Garibaldi / 7 puntos


Pedro Lemebel fue un artista completo. Nació en 1952 y le puso el cuerpo a la dictadura de Pinochet como escritor, activista y performer. Basta recordar el colectivo que creó con su amigo Francisco Casas con el maravilloso nombre de Las Yeguas del Apocalipsis. El documental de Reposi Garibaldi se gesta durante los últimos años de su vida y es producto de una amistad, de manera tal que desde el principio ya se advierte una especie de pacto entre la directora y Lemebel para eludir el convencional camino de las biografías filmadas. “Que la coherencia esté en los materiales” se los escucha. Pero también está la idea del cine como un lenguaje vampírico: esta es una película para vencer a la muerte inminente: “Me dijiste que te filmara, que no deje de hacerlo”. Diversas capas de enunciación aparecen en un registro variado: archivos de actuaciones, testimonios, peleas con el público, intervenciones radiales, pero también el presente, con sus espacios vacíos y sus multipantallas, donde cualquier superficie es útil para proyectar imágenes. Estos momentos de reposo calman la pirotecnia verbal y corporal de un artista sin concesiones y ofrecen una pátina de melancolía. No es una melancolía llorona. En todo caso, la mirada hacia el pasado, hacia las fotografías de una época confirman que en la actualidad la palabra transgresión está vacía; también que hay que seguir luchando en medio de sociedades neoliberales atroces. Las imágenes de la dictadura, son también las del presente. Como si se tratara de una video instalación en tiempo real, la película encuentra un terreno fértil en sus discontinuidades, en sus retazos. En su personalidad, en definitiva. Guillermo Colantonio


Les infants d’Isadora de Damien Manivel / 6 puntos


Lejos de presentarse como una biopic de la artista Isadora Duncan, Manivel divide la película en tres partes con tres mujeres diferentes para actualizar su obra Mother, producto de una desgracia familiar en la que murieron sus dos hijos. La mínima e indispensable información aparece al principio para contextualizar rápidamente el caso y descartar cualquier tipo de registro vinculado a la crónica. El hecho en cuestión y el cuerpo de Duncan estarán fuera de campo, sólo aludido en tanto y en cuanto las protagonistas continúen y hagan propia su historia desde la más absoluta intimidad. El primer cuadro involucra a una joven que lee pasajes de una biografía. Lo interesante es de qué modo se plasma una experiencia de lectura y un proceso de búsqueda que incluye no sólo la investigación de una vida, sino la posibilidad de reiterar rituales en el presente. Manivel, al igual que en sus films anteriores, construye encuadres como si fueran viñetas por donde los personajes transitan, más preocupado por destacar lo sensorial que por ceñirse a parámetros narrativos claros. A veces, el exceso de frialdad empantana demasiado el ritmo. Este vicio se advierte en el segundo cuadro donde una coreógrafa y una bailarina con síndrome de Down preparan la obra en cuestión. Más allá de algún pasaje de libertad cinematográfica, del abandono de ese encorsetado estético agobiante, en este tramo el desarrollo se resiente. No obstante, en el tercer episodio, la película levanta un vuelo alto. Una cámara viaja sobre las reacciones de los espectadores y se detiene en el rostro con lágrimas de una mujer mayor (la coreógrafa estadounidense Elsa Wolliaston, protagonista del corto de Manivel La dame au chien). La obra acaba de finalizar. El director filma el lento trayecto de regreso a su casa magistralmente, con una luz que recuerda a los trabajos de Pedro Costa. En el interior, un ritual de dolor, una continuidad de mujeres que encuentran en el arte la forma de apaciguar la tragedia personal. Es un momento mayor que, si bien marca el epílogo del itinerario, tiene una fuerza que descompensa al resto. Guillermo Colantonio


Los que vuelven de Laura Casabe / 7 puntos


Una madre pide a la Iguazú (la madre del día y la noche para las culturas guaraníes) que le regrese a su hijo muerto. Esta película pone nuevamente muy alta la vara en el cine de género argentino. Tiene varios motivos, la historia es un mito que utiliza a la naturaleza y los aborígenes como personajes fantásticos. Sirve también como muestrario de las diferentes clases sociales, inclusive mediante un diálogo entre varios personajes nos enteramos quiénes manejaban el negocio de la yerba en esa época. Siempre se pide que lo autóctono se mezcle con la estructura del cine más popular, la película lo consigue y crea unos personajes que meten miedo (estos aborígenes zombificados o poseídos). Los tres actos en los que se divide la película tienen un arranque impresionante, la presentación de personajes es muy buena y algunos climas remiten a The Wich (la escena en que el niño Manuel ingresa a la selva). A Laura Casabe le gusta el género y no lo menosprecia, le pone vida a sus personajes y genera que el público se interese por lo que está viendo. La selva es un protagonista más y en algunos pasajes del último acto, le sirve a Casabe para generar climas que realmente asustan. Gabriel Piquet


Los sonámbulos de Paula Hernández / 6 puntos


La primera escena de la película marca el tono e introduce el malestar que regirá su duración. No es espeluznante en sí, lo tenebroso en todo caso es lo que nunca se dice. La imagen de una chica desnuda, sonámbula, con sangre menstrual, es el anticipo de los temas que atraviesan la historia: la incomodidad, el cuerpo, los miedos, los vínculos familiares. Como ocurre en gran parte del cine contemporáneo, la única forma posible para expresar el pesar es con la cámara en mano, pegada a los personajes y planos cerrados cuya sensación de asfixia buscan corresponderse con la de los protagonistas. A medida que avanza la trama pocas cosas suceden porque todo apunta a un estallido familiar. Sólo falta quien prenda la chispa de la discordia. En una casa de campo madre, padre e hija, van a pasar año nuevo, sin embargo, la dificultad de las relaciones no tarda en hacerse presente. Lamentablemente, lo que conduce a ciertos climas genéricos vinculados con el terror, deriva en otro camino ya transitado, sobre todo por esa huella “Martel” que asoma como una sombra determinante. Con una atmósfera opresiva a base de miradas y reproches silenciosos, todo aquello que parecía contenido estalla al final de manera similar a los episodios televisivos de la década del ochenta como Atreverse. Y si la película hace hincapié en la afección que sufren las mujeres, se vuelve afectada por tanto cálculo despojado e incorporación de clisés tan caros a la agenda del presente: el mundo es un lugar horrible del cual hay que huir de manera urgente. Guillermo Colantonio


Matar al dragón de Jimena Monteoliva / 4 puntos


Elena es una joven que posee un virus. Es rescatada y llevada por su hermano médico a su casa, donde vive con su mujer y sus dos hijas. La mujer acepta temerosa que su cuñada se quede, aunque teme que contagie a sus hijas. Por otra parte, en la zona han desaparecido varias niñas, hecho que está directamente vinculado con la sorpresiva vuelta de Elena, quien había desaparecido siendo una niña. El film es un ejemplo de lo que le sucede a muchas películas de género nacionales: hay un germen de buena intención que queda ahí. La presentación de personajes tarda mucho y la película tiene una primera media hora muy lenta y confusa. Hay dos líneas de tiempo que por el recurso visual de un sueño de uno de los personajes (Elena) no termina de entenderse hasta que avanzado el relato. Se podría decir que la Matar al dragón sucede en una casa estilo clase alta de los años 30 del Siglo XX y que sus personajes están caracterizados como en esa época (la madre y las hijas), y en una cueva que remite a un universo postapocalíptico. Luego de una explicación, las dos historias se unirán. Los protagonistas Justina Bustos y Guillermo Pfening mantienen su registro durante todo el film, el resto está fuera de tono (el personaje de Luis Machín es el que más se nota). La falta de timing para generar climas de suspenso se hace notoria en varias escenas (una búsqueda en el bosque, por ejemplo). En definitiva, se trata de una película que en el guión seguramente interesaba mucho más, pero ese interés no queda plasmado en la pantalla. Gabriel Piquet


Nunca subí el provincia de Ignacio Agüero / 7 puntos


La película de Agüero es una construcción anárquica (tiene forma y prolijidad, pero hay algo en esa forma de ir generando el armado que remite a desorden). Desde su casa en Santiago de Chile, se encarga de filmar una pequeña idea para saltar a muchas otras. Una de esas ideas sería las entrevistas a los vecinos para sacar información sobre cómo era antes ese barrio, qué lo fue cambiando y qué se acuerdan de las personas que allí vivieron. Con imágenes de sus antiguas películas y algunas interacciones con personas en situación de calle, la reflexión es que nada ha cambiado en su país y todo es una continuidad. El provincia, que es un cerro que se podía ver desde su casa, es un espectador de lujo, es el que vio cómo cambió todo el barrio. Pero ahora una construcción impide que Agüero lo pueda ver, en lo que podría ser una metáfora: lo nuevo tapando lo viejo o escondiendo algo, lo que se aplica perfectamente a la situación actual Chile. Hay momentos que se ven imágenes de niños disfrutando películas de Chaplin en Portugal y Japón, otra vez la idea de lo nuevo y lo viejo como contraste. El director dijo algo así como que la mente es un editor, tenemos muchas imágenes en nuestra cabeza, sin hilos conductores, y ella es la encargada de ir cortando esas imágenes. De alguna manera la película es eso, la edición de imágenes, algunas con conexión y otras que simplemente se cruzan y ayudan a formar el todo. Gabriel Piquet


O que arde de Olivier Laxe / 7 puntos


La primera secuencia de la nueva película de Laxe es imponente: una bruma, una serie de árboles que de repente empiezan a caer, uno tras otro como en un juego de dominó. Topadoras que avanzan, la cámara mira ese episodio con extrañeza, lo humano se vuelve maquinal, casi horroroso o de ciencia ficción. Sin embargo algo detiene la acción, un árbol quemado, signo de exclamación que sirve como sostén del nervio posterior del relato. La siguiente escena es igual de formidable, aunque menos plástica: un expediente que pasa de mano en mano y una serie de voces en off que nos ponen al tanto del personaje principal y sus motivaciones. Amador ha salido de la cárcel luego de cumplir una condena por provocar incendios. A partir de ahí, O que arde se vuelve una película más convencional, o al menos convencional para los estándares formales que Laxe trabajó en esas dos escenas. Amador que vuelve al pueblo y se reencuentra con su madre, una de esas mujeres que viven de lo que la tierra les da. Ese es el conflicto principal del film, de cómo se relacionan los humanos con la naturaleza y con todo lo que lo rodea: Amador lo hace por medio de su vínculo con su perra, con el ganado, pero fundamentalmente con una naturaleza a la que sospecha ultrajada por el hombre. No hay nada mal en esa parte del relato, pero bien es cierto que pierde el valor visual del comienzo, que se retoma sobre el final cuando un nuevo incendio pone a trabajar al pueblo entero en la tarea de detener el fuego. O que arde es un film pequeño, pero que deja ver esporádicamente los signos de un director con un ojo enorme y fascinante. Mex Faliero


Panorama Autores/Autoras – Nuevos Autores/Autoras Programa II


Calendario de lluvias de Claudio Caldini (4 puntos): mediante imágenes obtenidas sobre distintos instantes de una tormenta, esta producción de tono experimental exhibe desde los primeros truenos y relámpagos hasta la lluvia incesante con caída de granizo, con la incorporación de algunos pasajes de música incidental acorde a cada momento que se presenta // La timidez de los árboles de Flavia de la Fuente (4 puntos): con una placa al inicio que manifiesta una explicación botánica sobre determinada circunstancia que ocurre con la copa de los árboles, el film de tono experimental se centrará en registrar varias de esas gigantes plantas ubicadas en la Plaza San Martín de Buenos Aires desde el suelo, que es donde se observa esta característica. Se le suman algunos pasajes de música incidental y breves momentos donde se exhibe qué sucede debajo de estos árboles y cómo la gente convive con ellos // Myst de Narcisa Hirsch (4 puntos): mediante una frase que se repetirá durante todo el film, esta producción experimental efectuará un extraño collage visual entre una imagen de la superficie del Planeta Tierra girando con distintas circunstancias que suceden en este sitio, con música incidental que acompaña cada instante. Brian Macchi


Panorama Autores/Autoras – Nuevos Autores/Autoras Programa III


Entire datos together de Luise Donschen (4 puntos): narración fragmentada que exhibe diferentes situaciones de las que nunca logra entenderse su relación, ni cuál es el mensaje que pretende transmitir mediante esta particular manera de realización alejada de lo convencional // Cães que ladram aos passaros de Leonor Teles (5 puntos): producción portuguesa que refleja la problemática habitacional mediante los ojos de un joven q observa cómo su madre transita duramente diferentes etapas para lograr un hogar para su familia. Un trabajo pequeño que no termina de explotar, pero que resulta una buena premisa para ahondar // Past perfect de Jorge Jacome (6 puntos): mediante imágenes que parecieran al azar, música de ambiente y una especie de guión, el film reflexiona sobre la constante queja humana sobre que siempre lo pasado fue mejor. Una interesante y particular forma de hacer un análisis sobre la naturaleza humana, con rigurosidad histórica y un acabado final donde las palabras, la música y las imágenes tienen que ver entre sí. Brian Macchi


Parasite de Bong Joon-ho / 8 puntos


El regreso se multiplica en esta nueva película de Bong Joon-ho: por un lado el director coreano regresa a filmar en su país y por el otro regresa a un tipo de relato que había abandonado, un retrato familiar que implica una aventura picaresca en un comienzo que termina virando hacia la comedia más negra posible (como un cruce de Barking dogs never bite con The Host). Parasite es una sátira social, donde el director aprovecha como metáfora los quiebres de una ciudad que condena a sus habitantes a partir de su propia geografía. Y así están los de abajo y los de arriba, en una distancia social y cultural que es marcada por lo material y por la ambición de dinero, y que se delimita por los aromas, por eso a lo que “huelen” los que están abajo y hundidos en la miseria. Como decíamos, en un comienzo la película avanza como una comedia pícara con una familia marginal aprovechándose de la ingenuidad de un matrimonio rico y sus hijos. Pero a media que Bong Joon-ho va aplicando giro tras giro, la propia historia se retuerce para sacar a relucir la peor cara de una sociedad que busca escalar constantemente. Hay algo fundamental en Parasite y son sus constantes giros, que ponen en alerta al espectador, lo hacen mover dentro de la historia y le impiden ver lo inverosímil del conjunto. Sin dudas que Bong Joon-ho es un gran narrador y la variedad de recursos que pone en juego en esta historia son incontables, incluso aquellos que están para distraer y perdonarle algunas imprecisiones. Pero donde mejor queda parado el director es en el retrato que termina haciendo, que evita la condescendencia y el análisis sociológico simplista. Una película compleja, pero que se disfruta como un rompecabezas que estalla en sangre una vez que se termina de armar. Mex Faliero


Planta permanente de Ezequiel Radusky / 5 puntos


La de Radusky es una película hecha con la rabia que genera la actualidad política en nuestro país. Esa indignación se transforma en discurso antes que en cine y ese sea tal vez el principal inconveniente porque las ideas están por encima de cualquier otra cosa. El resultado se resiente inevitablemente por la fuerza de los estereotipos que, como sabemos, son nocivos vengan de la ideología que vengan, sobre todo porque apuntan a la fácil manipulación. Es lo que ocurre con ciertos personajes y situaciones aquí, producto de un guión que no parece tener matices en la construcción y que invita a un tipo de asociaciones de muy fácil acceso: la directora que asume en la Secretaría de Obras Públicas, espacio donde transcurre la trama, da un discurso neoliberal y se ríe como una hiena, dice “los escuché”, entre tantas sentencias que se destacan por su obviedad referencial. Y el esquematismo en el cine es terrible, más allá del odio personal que se pueda tener por este gobierno de tecnócratas. Lamentablemente, la necesidad por gritar diatribas va en desmedro de las dos protagonistas, Lila y Marcela, empleadas que suman a su trabajo de limpieza en la dependencia, otro de carácter informal, precarizado, un comedor con el que satisfacen las demandas de los compañeros. Hay un registro por momentos que roza el documental, una interesante propuesta que se acerca al escenario en cuestión a través de diversos ángulos. Se trata de una manera de seguimiento que da cuenta de la estructura laberíntica del lugar, lleno de recovecos, y que las dos conocen a la perfección. En ese seguimiento se encuentra lo mejor de la película y en una trama que avanza fluidamente gracias a un montaje preciso. Claro está, no tardará en verse un progresivo proceso de reestructuración que atentará contra los principales valores de la clase trabajadora, provocando la disolución, la dispersión, el egoísmo e insertando la perversa lógica del mercado en sus frágiles vidas. El tema es que la puesta en escena de estos conflictos está atada a líneas forzadas de diálogo, muchas de ellas provenientes del discurso televisivo o de los lugares comunes de la opinión generalizada. Todas las tensiones y contradicciones que surgen y que ponen a prueba a las protagonistas quedan resentidas cuando la carencia de matices se impone en el conjunto y una cadena de hechos (más adivinados que novedosos) revela la pereza de una historia presa de la elementalidad. Guillermo Colantonio


Por el dinero de Alejo Moguillansky / 7 puntos


Una tragedia en tres actos que cuenta las andanzas de un grupo de teatro del off de Buenos Aires que, para pagar sus pasajes a un festival de Colombia, tendrán que filmar un reality show para un canal estatal de Argentina. En realidad las preguntas que andan dando vueltas durante toda la película son “¿de qué trabajás? ¿De dónde sacás plata para vivir? Moguillansky lo contesta con una comedia que en realidad es un relato autobiográfico de varias situaciones que vivieron él y sus compañeros en la película (su mujer, su hija y dos actores que participan en la obra de teatro que hacen). La narración tiene mucho de coreográfico en su puesta, todo el primer acto en el que salen de la sala de ensayo hasta que llegan a una casa o algunas secuencias en Colombia cuando van a cobrar el cachet por su obra. La sorpresa es el compositor Gabriel Chwojnik con gran timing para la comedia, su personaje es el que saca más risas y tiene un gran momento cuando hacen un tema musical para su obra. En la escena anterior él le habla al director por teléfono y le avisa que las otras obras con las cuales compiten por un premio son superiores, que lo que necesitarían sería un tema con ritmo para que la gente se vaya a sus casas felices. Ahí realizan un tema en el que participan todos, está muy bueno y la voz de Chwojnik tiene un tono más cercano a Leonard Cohen que a un músico que irradie alegría. Una película que podría ser ombliguista por el tema que trata, la subsistencia de los artistas en Buenos Aires (para otras ciudades de la Argentina habría que filmar otro tipo de película, porque es otra realidad), pero que resulta interesante y atractiva para un público más amplio. Gabriel Piquet


Portrait de la jeune fille en feu de Céline Sciamma / 6 puntos


Los franceses parecen ser pioneros en cine LGTB con historias profundas que escapan a lo banal y apelan a la emoción. En esta oportunidad Sciamma nos cuenta en su cuarto largometraje una prohibida como bella historia de amor entre dos mujeres totalmente opuestas. Una es una pintora clásica y extrovertida en su sexualidad, a la que se le encarga llevar el íntimo retrato de una damisela un tanto indomable al principio que sin embargo le cambiará la vida. La damisela en cuestión, por el contrario recién salida de un convento y ya prometida a matrimonio, es más retraída, inexperta en el amor y preparada para cumplir con su deber femenino del momento, aunque se oponga rotundamente a la decisión de sus padres. Ganadora en el pasado Cannes como mejor guión y situada en el Siglo XVIII, somos testigos de una pasión desenfrenada a puertas cerradas de dos almas complementarias pero imposible de prosperidad por su contexto histórico y la lapidación social. Una pasión extrema y utópica que quita el aliento y se traslada también en el arte plástico de retratar un instante de felicidad tan efímero como la vida misma. Rosana López


Present perfect de Zhu Shengze / 7 puntos


Más de 422 millones de chinos compartieron películas transmitidas regularmente en 2017, una forma de espectáculo masiva en la que identidades anónimas se vuelven populares a partir de exhibirse ante una cámara en sus entornos privados, laborales o simplemente cotidianos. En realidad, ya no hay fronteras capaces de delimitar un ámbito de otro para una generación atravesada por la tecnología, capaz de mostrar en vivo cualquier cosa. El presente perfecto del título es el tiempo verbal en el idioma inglés que narra hechos que ya han ocurrido en un momento específico o en el pasado pero que siguen teniendo una relevancia en el presente. Se sabe que este tipo de prácticas han vuelto a ser restringidas por el gobierno chino, sin embargo, el poder del documento se intensifica y se hace eterno, producto del notable trabajo de montaje de la realizadora (más de 800 horas recopiladas) que vuelve a confirmar la posibilidad de concebir al cine como arte del presente ¿Cine? ¿Arte? Una de las cosas que parece dejar en claro una película como esta es la expansión desenfrenada de las imágenes en nuestra cultura, sobre todo las que involucran registros personales cuyo valor (y hasta puesta en escena) no están pensadas de un modo artístico, ni demandan un espectador que pueda interpretar demasiado más allá de lo que ve. Allí está entonces el cineasta que organiza esos archivos y les confiere una lógica narrativa y un contenido político. Desde esta perspectiva, cada una de las historias da cuenta de un sistema colectivo donde la alienación, la explotación laboral, el control y la soledad quedan en evidencia. El estatuto mismo de nuestra mirada como espectadores de cine queda en suspenso. El montaje como operatoria se basa en la habilidad para seleccionar todo el material y es un mérito significativo de la directora. El discurso no se construye con movimientos de cámara, sino con la misma elección de los materiales y su posterior organización. Más allá de los reparos anteriores, hay una inquietud que permite pensar en la supuesta falta de carácter político de esta clase de documentales porque, si bien la transmisión en vivo simula ser completamente apolítica, las vidas que se presentan dicen mucho sobre la sociedad china y el gobierno, tal vez más que varios panfletos que andan dando vuelta como papeletas movidas por el viento del progresismo. Guillermo Colantonio


Que el cielo la juzgue de John M. Stahl / 9 puntos


Si hay una cosa que sobresale al ver la retrospectiva de Stahl es la habilidad que tenía el director para cambiar de género dentro de una misma película y que la estructura narrativa no se resienta. Aquí hay un flirteo inicial con el drama romántico, lo que incluye un muy divertido encuentro de los protagonistas en un tren, y una pasión romántica que se va cocinando a fuego lento. Sin embargo, el prólogo nos deja en suspenso un final supuestamente trágico: todo lo que viene después es un flashback. En esta adaptación de la novela de Ben Ames Williams, Stahl va introduciendo lentamente elementos criminales que acercan el relato al noir, más allá de su excelente paleta de colores con que la pantalla parece querer desmentir esa negrura que se apodera de todo. Los amantes son un escritor y una bella mujer, quienes arrebatados por la pasión se casan a los pocos días. Sin embargo, el carácter posesivo de la joven (Gene Tierney en una actuación tan angelical como diabólica) comienza a manifestarse y volviendo las cosas inestables. Stahl construye el primer giro con la muerte de un personaje (gran y angustiante secuencia) y a partir de ahí la película avanza como un relato de misterio, donde lo moral cumple un rol fundamental. Porque detrás de su fachada de melodrama trágico, Que el cielo la juzgue es un film que expone al amor devoto como un acto irracional y que reflexiona sobre la paternidad, la maternidad, la familia y el espacio social que hombres y mujeres ocupan. Una película de una rotunda modernidad, aún hoy. Mex Faliero


Radio Olmos de Gustavo Mosquera / 8 puntos


En agosto de 1993 se produjo un hecho histórico para la música rock en nuestro país. Varias bandas tocaron en el penal de Olmos. Ese registro, por diferentes motivos, estuvo guardado por 26 años. Esta film va a quedar en la historia como uno de los pocos que íntegramente retratan un acontecimiento relacionado con la música rock, que con los años y por los participantes que hubo en el lugar cobra aún más valor. Muchos grupos que en ese momento eran proyectos a futuro (ANIMAL, Massacre), algunos ya consagrados (Hermética, Pilsen, Attaque 77), otros que forman parte de la historia del heavy metal argentino (Lethal) y hasta una banda clásica del punk británico (UK Subs), fueron parte del evento. Todo lo que sucedió ese día (tenían tiempo de filmar dentro de la cárcel desde la primera luz del día hasta antes que se ponga el sol), cómo fue armar el escenario en el patio del lugar, los inconvenientes para la puesta de cámaras (siete en total) por las medidas de seguridad que había, el ingreso de los músicos (que eran fichados para que ningún recluso pudiera escaparse ocupando su lugar), el miedo que tenían algunos de ellos al ingresar al penal, la tensión que se manejaba constantemente. Si bien los presos habían sido “advertidos” para que no saltaran ni se descontrolaran, la idea del motín en el medio del show giraba en la cabeza de todos los participantes. En su conjunto todo funciona porque se logra trasmitir la idea de opresión y constante miedo y ganas de irse del lugar (de los músicos y de los presos). Muchos de los grupos juegan con cantar temas que estén relacionados con el mundo de la delincuencia y la jerga carcelaria, en ese aspecto un gran momento es cuando de manera totalmente inconsciente (ellos mismos lo dicen) y sin saber lo que podían generar en ambos lados (presos y policías) el grupo ANIMAL canta Copkiller. Gabriel Piquet


Rocanrol cowboys de Alejandro Ruax y Ramiro Martínez-Plástico / 8 puntos


La historia del grupo Los Ratones Paranoicos desde sus inicios en Villa Devoto, sus primeros éxitos, el show siendo soportes de los Rolling Stones, su separación y su posterior reunión en el 2017. El mérito de los realizadores en el trabajo de scouting de imágenes de archivo es impresionante, desde primeros clips (incluyendo una banda previa a los Ratones que compartían con Gabriel Carámbula), mucho show en vivo, material más privado en el que se ven ensayos y  situaciones en hoteles. Las voces en off de todos los participantes de la banda, incluyendo al “Zorrito” Von Quintiero y el mítico productor Andrew Loog Oldham, le van sirviendo de hilo conductor al documental. Se nota que la banda tiene mucho humor, ya que todo lo que se dicen después de la ruptura sólo podría ser tolerado de esa forma. Los realizadores dicen que se les ocurrió la idea de hacer un documental de la banda cuando vieron una imagen que está cerca del final en la que se ve a Juanse en un show en el Planetario ante una multitud de jóvenes cristianos. Luego de evocar la palabra de Dios y glorificarlo, arrancan los acordes del Rock del gato y todos los presentes comienzan a cantar el tema logrando uno de los mejores gags del festival. Gabriel Piquet


Scattered night de Lee Jihyoung y Sol Kim / 6 puntos


Este film surcoreano cuenta la separación de un matrimonio a través de los ojos y el cuerpo de sus hijos. En el comienzo, el diálogo donde la pareja intenta contar lo que está pasando a los chicos tiene la naturalidad y la síntesis formal que el cine asiático ha sabido patentar en el mundo. Ese corrimiento hacia el estado de ánimo y las emociones de los chicos (un adolescente y su hermana más pequeña) permite que la película ofrezca una mirada diferente sobre un tema recurrente. Y Scattered night transita ese territorio áspero de las rupturas sentimentales alejándose de los grandes éxitos habituales de este tipo de películas: no hay gritos, no hay discusiones histéricas, no hay demasiados llantos, no hay melodrama desbordado. Las directoras concentran el drama en la encrucijada que representan los hermanos, en sus dudas sobre su futuro y en cómo su deseo se ve sometido siempre al deseo de sus padres. Esa distancia de las emociones prosaicas tiene la virtud de nunca ceder hacia el efectismo, pero también genera la presión de que la película tenga que impactar formalmente. Y en ese sentido Scattered night es una película prolija, profesional, estupendamente actuada, aunque no ofrezca demasiadas novedades a un esquema un poco repetido, sobre todo en los festivales de cine. Mex Faliero


Seed de John M. Stahl / 9 puntos


Melodrama hecho y derecho, Stahl construye otro de sus films de personajes femeninos tan fuertes como contrariados por una realidad que tiende a dejarlas siempre derrotadas. Sin embargo Seed presenta una particularidad, porque pone a un empleado gris con sueños de escritor en el tironeo entre la mujer moderna y profesional que le promete la fama o su esposa, la que le “dio” cinco hijos y representa el ideal hogareño y familiar. Y como siempre en Stahl, el ideal romántico se presenta como una anomalía que puede enfrentarse al deseo. La película presenta esa lucha femenina y binaria con una progresión dramática envidiable, retorciendo ese universo hasta volverlo no sólo trágico, sino también un poco cínico, algo que resulta bastante particular para esa período del cine norteamericano. Porque Seed parece ponerse del lado de la mujer apocada y hogareña, pero también lo hace con complejidad, haciendo del hogar una suerte de celda de la que no se sabe si escapar o permanecer. Con un gran uso de la elipsis, el film de Stahl propone un epílogo donde claramente el punto de vista se sostiene en Peggy, la ama de casa y madre, para ofrecer una reflexión amarga sobre la maternidad. Tal vez hacia el final haya una escena de más y se ofrezca una resolución un poco condescendiente, más allá de lo agridulce del conjunto. Mex Faliero


Sete anos em maio de Afonso Uchoa / 7 puntos


Ya en su película anterior, Arabia, el director brasileño confirmaba dos claves de su propuesta. Por un lado, la importancia de la palabra como herramienta de expresión. Por otro, una tendencia a evitar la explotación de la marginalidad desde un plano meramente melodramático. Hay drama porque existe la marginalidad, pero el cine va por otro lado. El protagonista se llama Rafael y ha sido víctima de un abuso perpetrado por unos jóvenes que no sabemos si son o juegan a ser policías. En todo caso, la traumática escena es una recreación que funciona como signo de un país. El escenario es una noche que Uchoa filma como un cuadro pesadillesco donde la oscuridad inunda toda referencia externa en un barrio periférico. En un plano hermoso y aterrador, la figura de Rafael irrumpe como un fantasma hasta que se produce el hecho en cuestión. Luego de una elipsis, un extenso segmento con el joven frente al fuego sirve como catarsis verbal para desnudar aquello que es preferible no mostrar. Al igual que tantas películas brasileñas actuales, la oscuridad bolsonarista de violencia y autoritarismo se cuela por todos lados. Guillermo Colantonio


Sirena de Carlos Piñeiro / 8 puntos


Cuatro hombres llegan a una isla, dos de ellos son conocidos de un hombre al que buscan. Entre los cuatro hay un policía y un lugareño que los ayudan a llegar al pueblo en donde se encuentra la persona que buscan. La tensión y la desconfianza se hacen presentes desde el primer instante en el que ponen pie en tierra. La película juega desde el comienzo con el enrarecimiento (la forma en que presenta el lago), pero una vez en la isla esto se acentuará más y la naturaleza comenzará a ser un personaje importante. Cuando llegan al lugar en donde está la persona que buscan (está muerto y en estado semi putrefacto), todo comienza a ponerse más extraño. No se sabe bien pero en la atmósfera hay un clima de que todo estallará en cualquier momento. Las diferencias sociales no sólo se muestran en lo lingüístico, sino en la ropa y las creencias. Es en lo religioso en donde habrá otro tema de conflicto. Piñeiro logra un relato que interesa ya que va tirando información paulatinamente y los elementos con los que muestra esto no son los tradicionales de una película de suspenso. Alguna escena puede remitir a Picnic en las rocas de Peter Weir (otro experto en utilizar climas en que la relación hombre/naturaleza parecen bordear lo fantástico), aunque el director en la charla posterior al film dijo que sus influencias estaban más enmarcadas en la literatura (Juan Rulfo y Horacio Quiroga). Gabriel Piquet


South Mountain de Hilary Brougher / 6 puntos


Brougher vuelve luego de 22 años al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (en 1997 presentó su ópera prima, The sticky fingers of time). Luego de trabajar en un proyecto poco satisfactorio, como ella misma contó en la conferencia de prensa posterior a la proyección, la directora deseaba dedicarse a una película íntima y artesanal. Tanto es así, que South mountain fue filmada en la casa de su madre a las afueras de Nueva York, con ayuda de su esposo y con la actuación de su hija. No deja de ser interesante que el largometraje trate sobre la relación entre los miembros de una familia con el foco puesto en Lila (una excelente Talia Balsam), quien se entera de que su esposo tiene una segunda pareja con un hijo recién nacido. La humildad de la producción se traduce en las decisiones estilísticas: la mayoría de la película consiste de planos sencillos y luz natural, interrumpidas sólo ocasionalmente por imágenes del paisaje rural en el que se ubica la casa y que funcionan como contrapunto para las intrincadas emociones que conforman el drama familiar. Es difícil resistir la tentación de leer, a partir de la relación entre el guión, la localización y las características de la producción, un tinte autobiográfico. De cualquier manera, South mountain es una película menor y oportuna en la carrera de la directora que funciona sin mayores pretensiones. Franco Denápole


Stud Free Pub (una buena historia) de Ariel Topo Raiman / 6 puntos


El documental narra por intermedio de entrevistas e imágenes de archivo lo que fue este mítico bar de los 80, su corta existencia pero lo importante que fue para la difusión de bandas que en ese momento eran el under porteño. El documental tiene un registro bastante televisivo, hay mucha entrevista en el formato busto parlante, con diferentes tomas de audio en las entrevistas que se tornan un poco desprolijas. Las apariciones de los tres dueños del local contando donde quedaba el lugar se vuelven reiterativas. Hay un break un tanto forzado a mitad del documental en el que insertan un avance de series de TV y publicidad de los 80 para luego saltar a la mejor parte del relato. El casamiento de Pipo Lernoud que se realizó allí y todas las figuras del rock que pasaron por la fiesta (se incluyen saludos a los recién casados de Luis Alberto Spinetta, Charly García y Miguel Abuelo), más un recital de Fricción en que la formación de Richard Coleman, Christian Basso, Fernando Samalea y Gustavo Cerati hace la mítica versión de Heroes de David Bowie. Gabriel Piquet


The bloody child de Nina Menkes / 6 puntos


Producción que, según propias palabras de la directora, representa la de mayor grado de violencia de su filmografía y que es presentada como apertura de la retrospectiva que se hace de la cineasta estadounidense. La película está inspirada en la historia real de un marine que al volver de la Guerra del Golfo mató a su esposa y fue encontrado cavando una tumba en medio del desierto. Tomando este hecho, Menkes narrará a su estilo lo que pudo haber pasado pero a través de un relato fragmentado y desordenado, que se va construyendo a lo largo del film. La idea de un rompecabezas armado sin que las fichas correspondan entre sí, sería una buena metáfora, en la cual si se toma cada elemento y se lo compara no con lo próximo anterior, sino con otro segmento, se va encontrando el sentido. Se le agregan diferentes elementos experimentales que hacen de este film una interesante forma de salir de la narración convencional. Brian Macchi


Those that, at a distance, resemble another de Jessica Sarah Rinland / 4 puntos


Filmar la intimidad de un proceso de restauración y conservación es el tema de este documental. ¿Qué se ve la mayor parte del tiempo? La dilatación de un procedimiento cuya mirada microscópica no sale del registro de unas manos, muchas veces fuera de foco, lidiando con piezas (colmillos de marfil). El lazo que une lo ecológico con el museo es el núcleo de un discurso que invita a la reflexión, mientras los trabajadores mantienen un ritual que apenas se interrumpe por algún intercambio de palabras fuera de campo o es acompañado por unos acordes de música popular. La omnipresencia de lo táctil es una evidencia que acapara la mayor parte de la hora y pico que dura el experimento. Claro está, las implicaturas y el título son más importantes que el resultado en términos visuales. La película se agota a los diez minutos y nuevamente la arbitrariedad del montaje cobra protagonismo, sobre todo porque hay excesiva descripción y, lo que es peor, una falta de contagio de esa pasión que ponen quienes se dedican a tan monumental tarea. Tal vez, ese despojamiento sea demasiado y se paga caro. Guillermo Colantonio


Touki Bouki de Djibril Diop Mambety / 6 puntos


Una joven pareja intenta escaparse de su cotidianeidad en Dakar. Su destino soñado, llegar a París. Mi ingreso al cine de este director senegalés me dejó un poco disconforme. Al contrario de lo que dice el catálogo del Festival y toda la expectativa que me generaba por los comentarios halagadores (Martin Scorsese incluido), la película no me parece que haya ganado con el tiempo, al contrario la noto fechada. Las imágenes son potentes y el registro de las actividades en la periferia de Dakar tiene su atractivo. La forma de montar la película muy en la línea del realizador Jean-Luc Godard le dan algún condimento, pero sólo lo utiliza para algunas escenas (no me molesta, pero no lo mantiene como instrumento narrativo). Hay algo en las actuaciones limitadas, en lo que suponemos son actores (los protagonistas y algunos secundarios), que generan una sensación de sacarte de la película. Uno supone que esto ha sido buscado, pero en el conjunto lo lleva a un nivel de comedia simple y tonta que recuerda algunos films más banales. Sí rescatarle lo jugado de algunas cosas (un personaje homosexual en la cultura musulmana), o los protagonistas burlándose de algunas tradiciones y estereotipos sociales. La última media hora se vuelve reiterativa en lo que quiere decir y le quita interés. Gabriel Piquet


Vitalina Varela de Pedro Costa / 8 puntos


La palabra documental le queda chica a Costa, por lo menos en un sentido convencional. La otra es denuncia. En todo caso, está la posibilidad de resistir. Resisten sus personajes en Cabo Verde, en una Lisboa oscura, pero también resisten porque hay un cineasta que los inmortaliza en pantalla, que les confiere un universo estético y simbólico como si se tratara de un imperativo ético que todo realizador comprometido debería tener en cuenta, a menos que se resignara al juego de la porno miseria. Vitalina Varela continúa un itinerario que comenzó en Cavalo Dinheiro (2014) y es una película sobre un regreso y un duelo, representado una vez más con interiores espectrales, susurros y una utilización única de la luz para dar forma a un mundo en penumbras. Si la noche parece eterna es porque la existencia misma de los personajes es un pantano de marginalidad. La escena que muestra la llegada de Vitalina a Lisboa es determinante por su ambivalencia. Mientras la abrazan le advierten que en Portugal no tiene nada, que se vuelva a donde estaba. El gesto de contención anticipa la fraternidad de una comunidad unida por la pobreza; al mismo tiempo, las palabras marcan la ausencia de un sistema capaz de hacerse cargo de la situación. No hay épica más allá de sobrevivir, la épica en la película de Costa está en su forma pictórica, que no es gratuita sino metafísica, y exige paciencia para quienes estén dispuestos a entregarse. El uso magistral de los primeros planos sobre el rostro de la protagonista, no sólo confirma a Costa como un maestro del cine contemporáneo, sino a un pintor cuya paleta ha dado en la clave para representar la negritud en su estado más puro. Por supuesto que hay cálculo, sin embargo, nunca es gratuito. Es un gesto político y estético. Vitalina Varela propone un deleite, busca ese placer propio de las películas de terror, con sus pasadizos secretos, con expectativas y temores. La diferencia la ausencia de estallidos. La secuencia con la llegada de Vitalina construye una atmósfera de irrupción que se asemeja a un momento álgido de ciencia ficción o terror futurista. Hasta que adivinamos la silueta de la mujer, Costa ha dilatado notablemente la acción y creado una atmósfera vampírica. Por último, en varios aspectos, Vitalina Varela es una historia de espacios: el desmoronado domicilio de Joaquim en un barrio pobre de Lisboa; y una casa idílica que la pareja construyó a mano durante su visita final, presumiblemente en días más inocentes. El luminoso final abre una puerta quién sabe a dónde. Guillermo Colantonio


Warning: do not play de Kim Jim-Won / 4 puntos


Una guionista es presionada para que consiga una historia de terror. Unos alumnos a los que reta a una apuesta en un bar, le comentan sobre una película maldita llamada Warning. La joven se obsesionará con conocer detalles de esta obra, buscará al realizador y le robará el film que el mismo director tiene escondido. Esta historia que tiene referencias a otros films (Proyecto Blair Wich) parece vieja, pero no en el sentido de algo ambientado en otra época, sino en el de un material pasado de moda. La idea de fantasmas en un cine a priori parecía buena, pero eso queda en un segundo plano y la película se centra más en la búsqueda del film y lo que pasó en el lugar (el viejo cine). La protagonista no contagia ganas de meterse en su investigación, hay una falta de empatía con el personaje que te saca rápidamente. La fantasma es una figura negra que en la primera escena logra generar un clima interesante con su aparición, pero a medida que avanza el film sus apariciones se vuelvan un cliché cargado de estridencias musicales para reforzar el momento en el que tendríamos que asustarnos. Los personajes secundarios tampoco tienen un background como para que a uno le importe saber por qué sufren o las situaciones que tienen que pasar. Gabriel Piquet


When tomorrow comes de John M. Stahl / 10 puntos


La retrospectiva de Stahl que se puede ver en el Festival de Cine es tal vez la mejor noticia de esta edición. Se trata de uno de esos directores del período clásico que han quedado ocultos en el tiempo y que han necesitado la revalidación de algunos historiadores. Un detalle no menor es que se lo considera un director de melodramas, cuando en verdad su registro es mucho más amplio como se puede ver en este film que resulta sumamente cómico antes de, sí, ingresar en el melodrama. Una camarera en pleno conflicto sindical con el lugar donde trabaja vive unas horas de romance subrepticio con un pianista que llegó a Estados Unidos por unos días. La forma en que se va dando el encuentro, el tironeo en el vínculo, el enamoramiento progresivo de los protagonistas tiene las marcas indelebles de la comedia romántica, pero la chispa en los diálogos indica el mejor territorio de la screwball comedy. Resultan importantes los apuntes políticos del film, una mirada sobre las clases trabajadoras y su vínculo con los sectores de poder y las instituciones, pero aún más cuando pone en el centro del debate a un grupo de mujeres que militan con fuerza su necesidad de conseguir mejores derechos laborales. Y lo simbólico es poderoso en una película que incluye una inundación bíblica y el encierro de los protagonistas en una iglesia. Con absoluta fluidez, Stahl salta de la comedia al romance y posteriormente al melodrama, en un desenlace con toda la carga dramática que la tragedia romántica necesita para emocionar. Irene Dunne y Charles Boyer están maravillosos en sus roles de amantes apurados por las horas. Mex Faliero


Yo no estoy aquí de Fernando Frías de la Parra / 8 puntos


La película de De la Parra está divida en dos historias, por un lado la vida de Ulises junto a su pandilla Los Terkos. El retrato de la contracultura de la cumbia kolombiana (la música que bailan y escuchan los jóvenes de la pandilla), todo esto en el entorno de un barrio periférico de Monterrey. El tema del narcotráfico metiéndose en el barrio y los cambios que fue produciendo en este tipo de bandas. Por otro lado toda la odisea que Ulises vive al llegar a New York escapando de los narcos. El film tiene un ritmo increíble (no sólo en lo musical) por cómo va mezclando las dos historias en los diferentes países. Habla de música, marginalidad, violencia, inmigración ilegal y hasta se da el gusto de acercarse al universo de la comedia. La relación entre el personaje de Ulises con la asiática Lin tiene momentos de humor y ternura por igual. Una película que por más que abarque varios temas, nunca nos hace perder interés en lo que estamos viendo. Gabriel Piquet


Zombies en el cañaveral. El documental de Pablo Schembri / 7 puntos


Un divertido juego apócrifo, una postulación de otra realidad con apariencia de documental que termina por hacernos creer lo que cuenta. Todo es mérito del director de esta simpática propuesta en la que George Romero pudo haberse inspirado para La noche de los muertos vivos en una película argentina de culto llamada Zombies en el cañaveral, dirigida en Tucumán tres años antes por “el padre del terror moderno”, Ofelio Linares Montt, interpretado magistralmente por César Legname. La película trabaja una larga sonrisa a partir de una búsqueda que emprende el escritor Luciano Saracino detrás de restos de celuloide, fragmentos de guión y testimonios varios. Entre ellos, los de críticos como Diego Trerotola y Roger Koza, quienes se prenden a la broma con total seriedad, sobre todo para dar crédito a la supuesta alegoría política de la película durante el gobierno de Onganía, parodiando los discursos sobreinterpretativos en el género de terror. “Argentina siempre le tuvo miedo al miedo”, dice Saracino, mientras se destaca como una especie de Indiana Jones autóctono detrás del santo grial de la historia del cine argentino. Es tan fresca y saludable la propuesta que se le perdonan incluso algunos errores de sincronización y un reflejo en el vidrio de una cámara en una de las escenas. Guillermo Colantonio

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