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El rey león (1994)



PÉGUENME, SOY DISNEY

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Hay un sector intelectual que ama odiar a Disney: es la representación cabal de todo lo malo del capitalismo y las corporaciones yanquis, uno de esos agentes con capacidad mayúscula para absorber y deglutir culturas, además de deformar pobres e inocentes mentes infantiles. Lo que mucha de esa gente no se da cuenta es que Disney nunca tuvo problemas en ubicarse en ese lugar de eje del mal del campo cinematográfico y cultural. De hecho, cuando procuró ser concesivo y políticamente correcto es cuando más falso e hipócrita se ha mostrado. El juego que sabe jugar el estudio es el de incomodar e irritar, el del salto al vacío sin saber cuál va a ser la respuesta del público y, especialmente, el de la asimilación de otros materiales en sus propios términos.

Dentro de esa década de recuperación y consolidación –aun con sus ambivalencias-, El rey león fue el film más emblemático de Disney. Su enorme éxito (fue durante mucho tiempo la película animada más exitosa de la historia) fue prácticamente un símbolo tanto de la devoción como el rechazo que generó. La clave estuvo, claro está, en la operación de relectura por parte del relato: el imaginario audiovisual africano, la tragedia shakespereana (la inspiración en Hamlet es harto evidente) y la mitología del Egipto Antiguo (donde Mufasa, Scar y Simba cumplían los roles de Osiris, Seth y Horus) se adaptaban en función de una narración romántica y musical donde los nombres de Elton John, Tim Rice, Hans Zimmer y Jeffrey Katzenberg jugaban papeles decisivos.

El romance y la música era lo que se llevaba la mayoría del público, aunque era la mixtura de discursos lo que generaba controversia entre la intelectualidad. Más aún porque el film no tenía demasiados inconvenientes en trabajar con toda clase de estereotipos que lindaban con el racismo, de los cuales las hienas eran los más representativos. Pero claro, Disney siempre había sido una fábrica de reconversiones discursivas y utilización de esquematismos, y no había que irse muy lejos para comprobarlo: ahí estaban La bella y la bestia o Aladdín para comprobarlo. Y lo que muchas veces se perdía de vista en el análisis es que en El rey león la cultura africana no era el centro, sino apenas un telón de fondo, un paisaje –del mismo modo que lo era Dinamarca en Hamlet– para indagar en otros temas y conflictos.

Porque detrás de las distorsiones culturales o las canciones convertidas instantáneamente en clásicos, asomaba un drama familiar sumamente oscuro, donde quizás el verdadero protagonista no era Simba, el heredero desterrado, sino Scar, buscando su lugar en el mundo matando a ese espejo ideal y noble que es Mufasa. Sus acciones son las que hacen avanzar el relato y las que cambian de forma abrupta a los otros personajes, es él el verdadero eje moral de la historia, o más bien, el eje amoral sobre el que luego se cimenta la moralidad del film. El fantasma de Mufasa le pedirá a Simba que recuerde quién es, pero es Scar el que antes lo llevó a olvidar su identidad. Y si la filosofía del film gira alrededor del llamado “Círculo de la Vida”, ahí está Scar para decirnos que también puede existir un “Círculo de la Muerte”.

De hecho, Scar es uno de los grandes villanos de la filmografía de Disney y hasta se podría decir que encarna visualmente al compendio de manipulaciones del estudio y de El rey león en particular, cuya historia poseía unos cuantos giros cuestionables, pero enmascarados en una narración con varios rasgos de sabiduría: por ejemplo, en su deslumbrante secuencia inicial o en la forma en que reflejaba el paso del tiempo (y el crecimiento de Simba) con apenas un plano. Y si Scar se mostraba cómodo ocupando el lugar donde es odiado y temido por todos –por algo tenía la maligna voz de Jeremy Irons-, lo mismo se podía decir del Disney de esa época.

La actualidad es más ambivalente y repleta de corrección política, y por eso el elenco de voces –orientado a la cultura afroamericana- de la reversión de acción en vivo de El rey león pretende reflejar una tranquilizadora inclusión que en verdad no existe. En lo personal, prefiero al Disney polémico, fácil de odiar, pero mucho más complejo en su parecido a Scar.

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