No estás en la home
Funcinema

El último deber (1973)



EL DESENCANTO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Cuando se analiza el cine norteamericano de los 60’s y 70’s se piensa habitualmente en los grandes autores que llegaron para renovar el lenguaje y que hicieron historia (los Francis Ford Coppola, los Martin Scorsese, los Brian DePalma, los William Friedkin, los Steven Spielberg), pero también en un tipo de cine donde lo político se expresaba de manera absolutamente explícita: bajo la forma del thriller aparecen artesanos como Alan Pakula o Sidney Lumet, por ejemplo. Sin embargo, también hay otros realizadores que alcanzaron por entonces cierta notoriedad aunque con el tiempo hayan quedado un poco rezagados: uno de esos nombres es el de Hal Ashby, alguien cuyo cine también es representativo de una época pero que tal vez por mostrar la cara más desencantada del sistema ha sido perdido de vista. Sus films son absolutamente personales, su apuesta formal es sutil y la falta de remarcación sobre aquello que la obra está diciendo le hace perder el impacto de los nombres citados anteriormente. El último deber es uno de sus filmas más reconocidos de los 70’s, un drama que asimila el espíritu de su tiempo y lo reconstruye con una narración hilvanada por pequeños momentos que, juntos, revelan un contexto espeso.

En El último deber, Jack Nicholson y Otis Young interpretan a dos marines a los que se les encomienda una misión: escoltar a un joven marinero hasta la prisión, acusado por un delito menor. La película es el viaje, con un ligero prólogo de circunstancia y un epílogo melancólico: lo que importa es el vínculo que se va forjando entre los personajes, entre los dos más experimentados y el joven (un notable Randy Quaid). Con Vietnam flotando en el ambiente y con el pesimismo instalado en la industria audiovisual norteamericana de entonces, entre tanto thriller paranoico y tanto perdedor encantador, Ashby construye personajes con dimensiones, capaces de contener la lógica institucional que los modela pero también la picardía del que sabe que está cumpliendo un rol en esa parodia social. Lo que oficia como elemento que descomprime una tensión para nada subrayada (porque así de simple y sensible era el cine del director) es el sexo como un pasaje de paso de la juventud a la adultez. La lengua castellana permite vincular lo castrense con la castración; y eso es un poco lo que señala Ashby en un mundo de perdedores que comercian y negocian sus cuerpos como forma de escape. Tal vez sin quererlo ni desearlo, el cine de Ashby pueda ser vinculado a todo un cuerpo de obra del cine norteamericano de aquellos tiempos, pero es bien cierto que la falta de elementos dramáticos hiperbólicos hace a sus películas diferentes, aún en su propio tiempo.

Sobre El último deber, este año se estrenó El reencuentro, una suerte de secuela no oficial dirigida por Richard Linklater en la que se relatan episodios similares aunque los personajes no son literalmente los mismos. Y si bien Linklater es uno de esos directores que no parecen pertenecer a su época, es indudable que su película es más deudora de un cine actual en el que los personajes se movilizan a partir de la causa y los efectos, y los guiones dependen aún más de los giros y la remarcación dramática. Sin ser una mala película, en la comparación pierde porque aquella película de Ashby respiraba ese aire libre y característico del cine de los 70’s y sus criaturas tenían la posibilidad de manifestarse sin necesidad de esperar nada a cambio. Más pronto que tarde eso cambiaría, pero en todo caso El último deber aparece como un ejemplo de un tipo de cine que hoy luce como una absoluta rareza. Un cine del desencanto que iría perdiendo poco a poco su lugar ante la nostalgia esperanzada que tomaría Hollywood por asalto.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.