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El destino de un guerrero

Título original: The Warrior’s Way
Origen: EE.UU.
Dirección: Sngmoo Lee
Guión: Sngmoo Lee, Scott Reynolds
Intérpretes: Dong-gun Jang, Kate Bosworth, Geoffrey Rush, Danny Huston, Tony Cox, Lung Ti, Analin Rudd, Markus Hamilton, Rod Lousich, Matt Gillanders, Christina Asher, Jed Brophy
Fotografía: Woo-hyung Kim
Montaje: Jonathan Woodford-Robinson
Música: Javier Navarrete
Duración: 100 minutos
Año: 2010


7 puntos


Desenfado kitsch, artes marciales y cowboys

Por Mex Faliero

Aquello que prometía Cowboys vs. Aliens, lo termina aportando esta película neozelandesa del debutante Sngmoo Lee. Si bien acá no hay aliens y los cowboys ya se enfrentaron con samuráis en aquel extraño spaghetti western filmado por Terence Young llamado Sol rojo, El destino de un guerrero no sólo mezcla elementos extraños (cowboys, samuráis, también un circo) sino que hace de eso un batido con un alto contenido de cómic kitsch pero también con muchas nutrientes vinculadas con el entretenimiento desenfadado. Y si también en este batido/licuado tenemos múltiples referencias y citas texturales al cine de Zack Snyder, Sergio Leone, Quentin Tarantino, Alex de la Iglesia y Robert Rodríguez, las películas de Matrix, y elementos que bien podrían pertenecer a la filmografía de Federico Fellini, a lo que se termina pareciendo el film es al cine del australiano Baz Luhrmann: hay exceso, hay un barroquismo visual extremo, hay una cadencia rítmica cercana al cine musical y, fundamentalmente, hay mucha diversión y vitalidad.

Reconozcamos que las cosas empiezan mal, con unas peleas de samuráis que se parecen demasiado a lo que proponen los Wachowski en Matrix, con sus ralentis estéticos y su búsqueda de un plano preciosista inútil. Pero así tan pronto como el protagonista, un guerrero que casi eliminó a todo el clan rival, llega a un sucio pueblo del lejano oeste norteamericano (suponemos, lo geográfico en este film no parece demasiado riguroso) cargando un pequeño bebé, el film comienza a levantar y se convierte en una muy entretenida relectura del western en clave cómic. Lo divertido en El destino de un guerrero es que mientras todo tiende a la desmesura y el artificio, desde los decorados y los villanos, hasta los cielos y paisajes -ni qué decir las escenas de acción-, el protagonista, Jang Dong-gun, atraviesa el relato con un laconismo digno de mejores causas. Es en ese contrapunto, donde la película consigue un aire especial que impide que el diseño visual nos apabulle y logra que la aventura se comprenda.

El destino de un guerrero cumple con varias de las reglas del género: el extraño que llega al pueblo, el temor infundado por un malvado caricaturesco que representa al poder, la decadencia, y el clímax final que funciona por acumulación de tensión. Sin embargo, el film dispara estéticamente hacia otros lugares y también lo hace la acción, con una serie de espectaculares secuencias tan gráficas como caricaturescas en cuanto a su violencia. Por allí aparecen Kate Bosworth como un interés romántico algo asexuado, Danny Huston con un villano que le sale de taquito, Geoffrey Rush haciéndose el payaso como un ebrio sin contención, y el gran Tony Cox como el dueño de un circo que terminará siendo vital hacia el final. Hay que aclarar que por sus excesos, El destino de un guerrero es de esas películas que uno toma o deja. Pero si se llega a entrar con buen pie en su concepto cachivachero, el film de Sngmoo Lee ofrece 100 minutos de muy buen entretenimiento kitsch. Se podría decir que Moulin rouge! tiene herencia. Las malas críticas recibidas a nivel mundial no hacen más que confirmar cómo la prensa especializada ha perdido el sentido del humor progresivamente.

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