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Solo contra el mundo

Por Cristian Ariel Mangini

Se trató de una jornada de pesos pesados, con películas que en la competencia internacional se preludiaban como algunos de los mejores títulos que se presentarían. Las expectativas fueron cumplidas parcialmente, sin embargo se tratan en ambos casos de films donde la supervivencia del individuo aparece como un elemento inestable producto de enfrentamientos armados que lo tienen en el ojo del huracán. Además pudo verse el film de un neumático asesino (¡!) y una muestra en homenaje al fallecido Salvador Sammaritano.

Lo que se vio en primera instancia fue The hunter, de Rafi Pitts. Se trata de una película donde la progresión y el trabajo de tiempos conforman un relato que en su potencia visual encuentra su principal virtud. No es que estemos ante un guión desordenado o personajes inverosímiles, pero seguramente quienes esperaban en el desenlace un mayor desarrollo psicológico antes que temático encontrarán un tanto frustrante el plano final (que no revelare). La cuestión del ritmo de la película es una de los grandes méritos: la tranquilidad de la vida doméstica, el reposo de los primeros 40 minutos, se ve conmovido en nuestro protagonista por la muerte de su esposa y su hija en un “hecho confuso”, empujando la película hacia el vértigo de un film de acción que es solamente una espiral descendiente para Alí. Hay persecuciones impecables que, introducidas en un frondoso y laberíntico paisaje de bosques, hacen de la imagen un espacio metafórico donde aparecen las contradicciones entre perseguido y perseguidores, victima y victimarios, en una Irán impactado por las sangrientas protestas tras las elecciones del 2009.

Luego sí, la vedette freak  del catalogo del festival. El film del neumático asesino con poderes telepáticos que tiene un interés romántico (Rubber). Suena copado, y se banca unos primeros 40 minutos donde la idea de mantener el plano de referencia del neumático matando todo lo que se le cruza se hace gracioso, con un poco de gore y splatter para no defraudar completamente al espectador de terror. En algunos diálogos uno encuentra la gracia que solo puede generar el absurdo. Pero…bueno, después la idea no solo se agota, cansa y se hace previsible, sino que se regodea en lo peor que pueda connotar la movida “cool” (la estupidez autoconsciente y celebratoria, por decirlo de alguna manera). La reflexión superficial sobre el cine y ver la reencarnación de la goma en un triciclo no ayuda demasiado al film sino que raya con personajes y situaciones que parecen sacados de lo peor de las películas de los Coen. La próxima vez inténtelo con un Tupper asesino que arroja acido o una cuchara violadora serial que dispara rayos. Capaz que les sale una buena película.

Mi colega Piquet (con quién hicimos una entrevista a Susanne Haydon, una de las restauradoras gracias a la cual tenemos la calidad visual de la sección australiana)   también estaba un tanto molesto, por lo tanto creo que no habrá opiniones positivas de Rubber en Fancinema. Para despejar un poco la cabeza por la bronca de ver un ejercicio cinematográfico dudosamente atractivo me fui a tomar un café.

Para balancear un poco se vio el emotivo homenaje a Salvador Sammaritano, que contó con las palabras de José Martínez Suárez, Fernando Martínez Peña, Eduardo Freire, Antonio Salgado y su hijo, Alejandro Sammaritano. Allí, además de recordar su trabajo en la revista “Tiempo de cine”, el ya mítico cineclub Núcleo y su elogiable tarea como restaurador y conservador de films, se lo recordó como persona en su estrecha relación con  el cine y, porque no, la música. Pero lo más fuerte del homenaje vino después, con una serie de cortos que hablan de la persona desde la obra cinematográfica que supo apreciar tanto. Allí estuvieron Cruel, cruel amor, de Charles Chaplin; la impecable El puente, de Charles Vidor; el ejercicio de sinestesia que supone Imágenes para Debussy, de ese imprescindible teórico de cine que es Jean Mitry; Moto perpetuo, de Osías Wilensky; el hallazgo del imprescindible corto que preanuncia lo mejor del director, con El amigo, de Leonardo Favio y Quema, de Albert Fischerman.

El segundo film de la competencia pudo verse por la noche, con Essential killing, de Jerzy Skolimowski. Resultaba ser uno de los apellidos de mayor peso y trayectoria del certamen, y al introducirla como su mejor película son lógicas las expectativas. La cuestión es que hay muchas capas de interpretación más allá de que se puede sintetizar como los intentos desesperados de un hombre (interpretado por Vincent Gallo) por sobrevivir. El relato comienza “in media res”, en el medio de un hecho sin contexto alguno, donde nuestro protagonista huye desesperadamente a través de un cordón montañoso de, suponemos, Afganistán, aunque no sean las precisiones geográficas algo indispensable para comprender el film. El continente, el territorio en el relato es el individuo y su entorno, como interactúa con ese entorno. Hay una construcción kantiana donde intuimos los elementos que se aparecen a priori, pero esta construcción no resulta completamente fluida y resulta más bien forzada para que aparezca la problemática moral que Skolimowski busca: en su huida desesperada escuchamos, antes de que nuestro protagonista mate necesariamente a un soldado norteamericano para emprender su huida, que tiene un hijo que nació recientemente; también vemos un intento desesperado que lo lleva a abalanzarse sobre una madre con su hijo y, sobre el final, vemos que el personaje femenino de Emmanuelle Seigner abre necesariamente la puerta a nuestro protagonista, tanto para acogerlo como para dejarlo ir. En estas intuiciones, uno puede adivinar la presencia de un paradigma, pero desde lo cinematográfico exclusivamente es imposible que no nos resulte forzado de alguna manera la aparición de un perro o la caída de un árbol en una poco memorable secuencia ¿Dónde gana sin lugar a dudas la película? En la construcción visual de esa supervivencia, en subjetivas frenéticas, en la actuación física y cruda de Gallo, y en planos donde la inmensidad y la vacuidad del paisaje, con ese infinito blanco, terminan redondeando la desolación que experimenta el ser humano, sea terrorista, revolucionario o político. En todo caso, un film atendible que está entre lo mejor de la competencia.

Hoy será otro día promisorio que cierra la competencia internacional, con el film Aballay, el hombre sin miedo, de Fernando Spiner y White White World, de Oleg Novkovic. Luego, será cuestión de comenzar a especular.

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