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Top 5 Steven Spielberg: 1ª – Atrápame si puedes (2002)


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El niño Steven se abraza con el adulto Spielberg

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

Con su estructura tan juguetona como melancólica, Atrápame si puedes no parece precisamente hecha para ganar oscars, ni tampoco para ubicarse dentro de los films de alto impacto que suele hacer Steven Spielberg, como Tiburón, Los cazadores del arca perdida,  ET-El extraterrestre y Jurassic Park. Aún así, posee elementos de ambas vertientes, pero en dosis justas, precisas, para hacer algo totalmente nuevo, generando un consenso llamativo: hasta los detractores del director tienen que admitir que estamos en presencia de una obra maestra.

Atrápame si puedes es un claro y emblemático ejemplo de las alturas que puede alcanzar Hollywood cuando toda su maquinaria está perfectamente aceitada y coordinada, cuando todos los elementos confluyen de manera perfecta en pos de generar una experiencia inolvidable para el espectador. Spielberg es la gran fuerza motora detrás de esto, el gran director técnico que diseña la táctica y estrategia indicada, pero no deben subestimarse los aportes de otros jugadores en la cancha: Leonardo DiCaprio en la mejor actuación de su carrera (le deberían haber dado el Oscar), Tom Hanks demostrando una vez más que es un genio a la hora de interpretar profesionales (su filmografía puede ser vista en buena medida como una oda al profesionalismo), Christopher Walken perfecto en los minutos que le tocan, John Williams poniéndose al servicio de la narración desde la banda sonora (y no al revés, como le pasa unas cuantas veces en sus distintas performances), Jeff Nathanson escribiendo un guión repleto de secuencias maravillosas y una recreación de época que le da significación a cada plano. Todo y todos cumpliendo su rol para una historia que piensa una época, que dialoga con ella, que expone los mecanismos lingüísticos de diferentes instituciones y modos de vida, y que, principalmente, es todo un homenaje al arte de narrar, de actuar, de interpretar, de representar. Atrápame si puedes es una película que no sólo es materia obligatoria para quien piensa dedicarse al cine, sino también para quien va a ir para el lado -supuestamente- contrario: es decir, al teatro, ese arte de la mentira que es verdad, y de la verdad que es mentira, y que tiene muchas más conexiones de las que muchos admiten con el dispositivo cinematográfico.

Viendo Atrápame si puedes, da para pensar que tipos como Matthew Weiner y Terence Winter la debieron de tener muy en cuenta cuando desarrollaron esos proyectos propios que iban a desembocar en las creaciones de dos series emblemáticas de este siglo como Mad men y Boardwalk Empire. Son series que utilizaron los artificios, las apariencias, las estéticas y hasta las superficies plásticas como trampolines para estudiar entramados culturales específicos que en verdad son representaciones puntuales de estructuras permanentes que sólo van mutando, cambiando de disfraz de acuerdo a necesidades y reclamos de una sociedad que apenas de a ratos se despierta para tomar consciencia de los papeles que ocupa y desempeña.

Weiner y Winter son tipos muy despiertos, y también lo es Spielberg. Atrápame si puedes, detrás de su ritmo arrollador, de sus capas brillosas, deja ver en secuencias puntuales una profunda tristeza y melancolía. Nos cuesta ver quién es en verdad Frank Abagnale Jr. y quizás sea porque parece el tipo perfecto para la época de constante cambio en que nació y creció, pero a la vez no deja de ser un muchacho de otra época, alguien que todavía debe crecer y cuyos sueños encarnan el cumplimiento de mandatos de instituciones un tanto más tradicionales: quiere casarse, tener una familia, ser abogado y/o médico, pero también quiere jugar, divertirse, ser un Peter Pan, y la sociedad en constante tensión entre valores le irá diciendo que todo no se puede, que hay perspectivas, posicionamientos irreconciliables y que en algún momento deberá elegir dónde pararse. Ni él mismo termina de saber quién es en verdad, y sólo parece encontrar un atisbo de respuesta cuando dialoga con Carl Hanratty, que representa la fragilidad de muchas de sus ilusiones: el laburante que sólo sabe trabajar y que es el mejor en lo suyo, pero que no puede concretar ese sueño de la familia propia. Frank y Carl son seres irremediablemente incompletos en sus ambiciones, deseos y elecciones, y el camino que recorrerán implicará un aprendizaje, un aceptar quiénes son, qué pueden ser, qué les toca y les falta, para poder ser definitivamente felices con los que tienen.

En Frank y Carl vemos al que probablemente sea uno de los mejores cineastas de la historia dialogando consigo mismo, como si el joven Steven de los setenta se pusiera a charlar con el Spielberg ya maduro y consagrado del nuevo milenio. Ambos tienen cosas para decirse y para hablar de las épocas en que vivieron. Ambos confluyen, encuentran los puntos de acuerdo precisos sobre lo que es el cine, cuánto hay de arte y de mercado, cuánto de verdad y cuánto de mentira, cuánto de bello y cuánto de siniestro, cuánto de circunstancial y cuánto de eterno. En Atrápame si puedes, Steven y Spielberg usan todas las máscaras posibles y luego las tiran, se abrazan, y lo que queda es ese Steven Spielberg auténtico, que nos sonríe con un dejo de tristeza, joven pero con un montón de arrugas, padre e hijo, niño y adulto, como el resumen perfecto de un mundo en constante expansión, en permanente cambio.

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