Una comedia policial británica que amaga con poner en crisis algunas estructuras genéricas, pero que finalmente se conforma con ser apenas correcta y definitivamente olvidable.
El film de Bill Condon tiene una primera mitad interesante a partir de cómo combina la oscuridad con lo lúdico, pero se va derrumbando a medida que se va poniendo más serio y sentencioso.