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Triple traición (1997)


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PÍNTALO DE NEGRO, QUENTIN

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Por primera vez -y única hasta el momento- en su carrera, Quentin Tarantino no se basó en una historia propia sino que adaptó la obra de otro para desarrollar el guión: la novela Rum punch, de Elmore Leonard, fue la base de Triple traición, su tercer film. Esto generó que los habituales universos intertextuales del director alcanzaran otra dimensión, ya que si por un lado tenemos el mundo noir de Leonard también se da un recorrido por la superficie del blaxploitation, aquel movimiento cinematográfico de la comunidad afroamericana en Estados Unidos en los años 70’s. El recurso de la adaptación significó un fuerte cambio en la carrera del realizador por entonces, ya que si bien permanecían en pie algunas de sus marcas de estilo, comenzaban a darse saludables novedades, como por ejemplo un mayor cuidado en la construcción de personajes: ya Tarantino era mucho más sutil en la forma de aplicar sus obsesiones y ponerlas a jugar con la lógica del universo planteado. Claro está, Tarantino vuelve a poner en escena su conocimiento enciclopédico, recurriendo a todo tipo de guiños, y especialmente con la presencia de un ícono de aquellas películas que aquí homenajeaba: Pam Grier.

Hay que decir que al momento de su estreno Triple traición fue recibido con bastante tibieza, básicamente porque Tarantino dejaba de lado algunos de sus recursos más ingeniosos para pegarse más al relato: el film era mucho menos violento, incluso había un menor regodeo estético alrededor de las esporádicas secuencias sangrientas. Recuerdo ahora un brillante movimiento de cámara con una grúa, que se elevaba por encima de un paredón para registrar a lo lejos cómo era baleado un personaje que estaba adentro del baúl de un auto. Tarantino demostraba que tras el torbellino cinéfilo del comienzo, pasional pero un poco irritante y ampuloso, podía ser mucho más elegante. Triple traición mostró por primera vez al director que podía aplicarse a aquello que quería contar, sin por eso perder la esencia de su cine.

Que podía ser más mucho más elegante, no quiere decir que dejara atrás viejos vicios. Triple traición es una película que está dividida en dos, con un Tarantino bifronte en cruel disputa. Casi que esa división se puede registrar a partir del elenco y sus personajes. Samuel L. Jackson, Bridget Fonda y Robert De Niro son un trío que recuerda al viejo Tarantino, con sus diálogos cancheros y sus presencias afectadas propias de la “pulp fiction”. Pam Grier y Robert Forster son los que aportan lo más interesante de Triple traición y quienes, además, traen aires renovadores a la filmografía tarantinesca.

Grier y Forster construyen un dúo que no elude el interés romántico, una pareja de gente madura (Tarantino demostró aquí que el subgénero de amor geriátrico no tiene por qué tener la consistencia de una sopa boba) y aplomada que es la que le da la verdadera identidad al relato. Es alrededor de su vínculo que se van dando los giros policiales de una trama plagada de trampas, idas y vueltas. Pero es fundamentalmente el cuerpo de esa relación -con una musicalización notable y joyas como Didn’t I blow your mind de The delfonics- la que permite no sólo que el policial adquiera complejidad y dimensiones (el noir de la femme fatale atravesado por la blaxploitation de esa negra rotunda y zigzagueante), sino también que el cine de Tarantino se anime a arrugarse un poco y alejarse de la pose contemporánea facilista. Si los personajes del director hasta el momento (e incluso dentro de esa misma película) eran conceptos tan pintorescos como vacíos, de repente aparecen un par de personajes que conmueven y hacen temblar los cimientos de la torre de marfil de la cinefilia.

En Triple traición, Tarantino se da el lujo de seguir transitando los géneros y subgéneros de su formación como espectador, a la vez que construye un relato sólido, de amor, traición y melancolía: los guiños están, pero se aplican a un territorio preciso, sin lugar para caprichos o indulgencias extremas (aunque existen algunos momentos: el coito de unos segundos). Para apreciar las bondades de la operación profunda que lleva adelante el realizador en Bastardos sin gloria (su mejor película a la fecha), tal vez haya que bucear un poco en esta película por más que parezcan universos totalmente opuestos. Si en Bastardos sin gloria aparece una sorprendente capacidad para reflexionar sobre los temas que la integran, en Triple traición surge una emoción y un romanticismo inusitado para un director preferentemente frívolo y cínico respecto de sus criaturas.

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