Por Rodrigo Seijas
No vi Revolución: el cruce de los Andes, aunque las referencias que tenía no eran precisamente las mejores. Pero a pesar de todo, decidí arriesgarme y ver el filme sobre Belgrano, que apuntaba a seguir la misma senda en cuanto a pensar la historia de los próceres a propósito del Bicentenario.
Debo decir que en buena parte se cumplieron todos mis (malos) augurios. La única excepción quizás terminó siendo Pablo Rago en el protagónico. No tanto por mérito del actor: su falta de carisma termina, paradójicamente, concordando con el personaje de Belgrano, un prócer con una enorme preparación intelectual, pero que no se caracterizaba precisamente por su presencia impactante.
Por lo demás, Belgrano es una película donde se habla mucho, demasiado. En el intento de escapar a la figura de mármol, el filme termina cayendo en un psicologismo obvio y redundante, donde sobran las palabras y los gestos ampulosos, pero escasean las herramientas cinematográficas. Podríamos decir que los juegos temporales y espaciales que intenta el filme buscarían instaurar una escritura, un lenguaje fílmico. Sin embargo, eso no alcanza para construir una narración, porque se privilegia finalmente el “decir” antes que el “contar”. De hecho, no hay personajes, sólo recipientes temáticos.
Es necesario dejar en claro que no es simple volver sobre los años de la fundación de la patria y sus protagonistas. Y más para el cine argentino, que ha abordado muy poco el género del biopic en las últimas décadas. De hecho, en la Argentina hay géneros, entre los que está el biopic, pero también el infantil, el de acción, la comedia, entre otros, que nunca alcanzaron una producción constante como para tener reglas, normas y estilos reconocibles.
Hollywood, por ejemplo, practica el género del biopic de forma sistemática, con aciertos y errores, pero produciendo de vez en cuando exponentes interesantes. En cambio, una película como Belgrano, más que abrir las puertas al conocimiento del creador de la bandera, las cierra.
Las reglas genéricas pueden enlazarse con la Historia a través de las acciones y reacciones, del movimiento sin pausa, porque incluso en la quietud y contemplación hay acción. La Historia (no estoy diciendo nada novedoso) es una sucesión de acciones. Manuel Belgrano era un hombre de acción: todo en él, desde la creación de la Bandera hasta sus discursos a favor de un sistema de gobierno conducido por un Inca, retrataba a un hombre que avanzaba, sin dejar de tener en cuenta lo que había atrás, pero siempre buscando crear algo nuevo. En cambio, Belgrano, el filme, la película, no avanza, no progresa. Se queda estática, mirando hacia atrás, sin proponer una nueva visión sobre lo que está analizando.
1 comment for “¿Y al final quién fue Belgrano?”