Cyrano de Bergerac le sirve al director Alexis Michalik para construir, en su ópera prima, un juego de espejos entre el original y su película, sin perder de vista el humor.
La nueva película de Tony Gatlif avanza sin un rumbo demasiado preciso, como una sucesión de hechos que tienen de fondo la compleja vida en Europa del Este.
Aún siendo un valioso film que pone el acento en dejar a la luz el sistema patriarcal en Israel, termina perdiendo valor por repetitivo y extender demasiado algunas escenas.