Este clásico inoxidable supo ser una gran demostración de cómo Hollywood era capaz de ir a la guerra por distintos medios, ofreciendo un relato que hacía un gran uso de la mixtura de géneros.
Antes del auge del nazismo y los imaginarios vinculados a los asesinos seriales, Fritz Lang supo entregar un film pesadillesco, que mostraba las monstruosidades individuales y colectivas.