
Título original: The Alto Knights // Origen: EE.UU. // Dirección: Barry Levinson // Guión: Nicholas Pileggi // Intérpretes: Robert De Niro, Debra Messing, Kathrine Narducci, Cosmo Jarvis, Michael Rispoli, Matt Servitto, Louis Mustillo, James Ciccone, Luke Stanton Eddy, Antonio Cipriano, Brian Scolaro, Wallace Langham // Fotografía: Dante Spinotti // Edición: Douglas Crise // Música: David Fleming // Duración: 123 minutos // Año: 2025 // Plataforma: Max
6 puntos
SUB-SCORSESE
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Es inevitable ver en The Alto Knights: mafia y poder la sombra de Martin Scorsese, uno de los realizadores que pergeñó un modelo propio y de referencia de los relatos mafiosos en el cine norteamericano de los últimos cincuenta años (los otros fueron Francis Ford Coppola y, en menor medida, Brian De Palma, pero no nos vamos a meter en ese tema). Por algo tenemos también a Robert De Niro en el protagónico (esta vez doble) y a Nicholas Pileggi en el guión, al igual que con Buenos muchachos y Casino. La mirada barrial, comunitaria y focalizada en amistades rotas, con la narración cercana y distanciada a la vez, en la que subyace un tono que alterna entre lo irónico y lo melancólico, son marcas scorsesianas que el film (disponible en Max) no intenta eludir y hasta abraza, aunque eso la coloca casi por decantación en un lugar de exponente menor y hasta poco original.
La de The Alto Knights: mafia y poder es la historia, real, de un vínculo personal detonado y con ramificaciones de todo tipo: el que tenían Vito Genovese y Frank Costello (ambos interpretados por De Niro), dos jefes mafiosos enfrentados entre sí durante la década del cincuenta. La particularidad es que ambos habían sido amigos durante sus infancias y juventudes, prácticamente habían crecido juntos y ascendido en los escalafones de las familias italoamericanas del crimen, hasta compartir códigos y rituales. Sin embargo, el primero tuvo que huir durante la Segunda Guerra Mundial de Estados Unidos, cediéndole al segundo el manejo de sus negocios. Si Costello supo manejar durante un largo tiempo todos los hilos del crimen con discreción y hasta elegancia, la vuelta de Genovese, mucho más directo y violento en su accionar, pondrá en crisis ese equilibrio, del que todos se beneficiaban, excepto quizás Genovese, que reclama lo que cree que es suyo por derecho. Lo que se cuenta entonces, a través de la mirada reflexiva de Costello, es esa guerra sórdida y trágica entre dos exponentes de la conducta mafiosa.
Si bien podría decirse que Barry Levinson es un director con una trayectoria que le otorga una personalidad propia, lo cierto es que en The Alto Knights: mafia y poder elige no tratar de distinguirse, sino seguir buena parte del manual scorsesiano. Se pueden ver elementos de Buenos muchachos y Casino -las lealtades puestas en crisis, el retrato fascinado de una época, la violencia como forma de expresión de los lazos y perspectivas de los personajes-, pero también de El irlandés, con su carácter enciclopedista y, en particular, su retrato de la vejez como un momento autorreflexivo de los protagonistas. Hay incluso una construcción cuasi improvisada de los diálogos y un uso del montaje con pretensiones cercanas a lo documental que remiten a las atmósferas de esas películas. Pero al andamiaje le falta potencia y convicción narrativa, como si Levinson no confiara demasiado en sí mismo y solo apelara a las garantías de un estilo ya consolidado e indestructible.
Quizás el único rasgo distintivo de The Alto Knights: mafia y poder esté en el doble papel de De Niro, que no es tanto un tour de force actoral -que en parte lo es- sino una forma de demostrar cómo Costello y Genovese, por más que se piensen como opuestos, no son más que dos caras de una misma moneda. También se podría agregar que la resolución, casi anticlimática, va a contramano de buena parte del imaginario que construyó Scorsese. Pero son solo algunos destellos de originalidad en una película que, por más que lo haga con corrección, solo repite tópicos y simbolismos ya transitados.
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