
Por Mex Faliero
Quiero decirlo sin tapujos: envidio profundamente a Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino. Pero no con ese eufemismo de la envidia sana, los envidio a secas, sin ningún tipo de búsqueda salubre. Los envidio, quiero ese talento. Y definitivamente haría un pacto fáustico para obtener ese talento que tienen para la escritura de diálogos chispeantes y la capacidad de volver eso imagen. Llevate mi alma Lucifer, no la necesito. Uno pensaría que luego de la brillante The marvelous Mrs. Maisel se les terminarían las ideas, pero no: Etoile, su nueva serie, es otra exhibición. Como muestra alcanza sólo una escena, que es la presentación de un personaje, la Cheyenne Toussaint de Lou de Laâge. Cheyenne es la mejor bailarina del mundo, pero también un personaje díscolo que milita causas de todo tipo. Y lo primero que vemos de ella es una increíble secuencia en la tradición de la screwball commedy, con Cheyenne a bordo de un barco onda Greepeace despotricando contra todo el mundo, incluso contra sus compañeros ambientalistas por no tener en la nave cañones para atacar a los de la otra nave. Escrita de manera impecable, actuada aún mejor y con una cámara que sigue el ritmo endiablado de las palabras y los cuerpos. Etoile se ambienta en el universo del ballet clásico, con dos academias reputadísimas, una de Nueva York y la otra de París, intercambiando bailarines y coreógrafos para generar un impacto marketinero que lleve de nuevo el público a las salas. Sobre ese paño, el de las miserias de la alta sociedad, los intelectuales y el arte, los Palladino ponen a jugar a un grupo de personas sumamente sólidos, donde sobresalen Luke Kirby y Charlotte Gainsbourg (qué placer ver a la Gainsbourg haciendo comedia y bien lejos de los universos sádicos de Lar von Trier) como los directores de ambas academias. El juego corporal y lingüístico habitual de la dupla creativa alcanza aquí otra proeza, al integrar diálogos escritos totalmente en francés, lo que vuelve universal su juego de comedia. Y en paralelo se van construyendo varios personajes, algunos increíbles como el Tobias de Gideon Glick, otros geniales en su nivel de absurdo como el Nicholas de David Haig y también siniestros como el empresario Crispin Shamblle de Simon Callow, un verdadero festival de malicia flemática. La gracia de los Palladino es que construyen universos totalmente verosímiles y reales, para retorcerlos por la vía del humor más absurdo y lunático posible. Y, ni hablar, de su lujosa puesta en escena, refinada y sutil, elegante, digna del Hollywood clásico. Claro que los personajes todavía se están construyendo, como sus vínculos, y aquí no tenemos alguien con quien empatizar de entrada como la desdichada Maisel, pero Etoile tiene camino por recorrer. Tanto es así que ya está confirmada su segunda temporada. Recomendadísima, de lo mejor del año.
NdR: los ocho episodios de la primera temporada de Etoile están disponibles en Prime Video.
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