
NO, ESE NO ES MEL TORME
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Hace ya unas cuantas semanas que se murió Val Kilmer, pero vale la pena continuar pensando el legado de un actor que, al menos durante dos décadas, ocupó un lugar relevante en Hollywood. Es cierto que, ya a partir del nuevo milenio, tanto su carácter -errático y conflictivo- como sus problemas de salud lo fueron relegando y condenando casi al retiro, aunque tuvo una gran despedida con su breve aparición en Top Gun: Maverick. Pero también que, entre los ochenta y noventa, construyó una filmografía despareja y a la vez potente, donde alternaban sus ganas de alcanzar un estatus prestigioso –The Doors es la cima de esa apuesta- con la voluntad de consolidarse como estrella, con films (finalmente fallidos en sus propósitos) como Batman eternamente y El Santo.
Lo que muchos se olvidan es que Kilmer tuvo un debut en el cine notable, que rápidamente mostró sus dotes actorales. Su actuación en Top Secret! supera en algunos aspectos el hito de Alan Rickman en Duro de matar, porque si bien es cierto que no alcanzó el estatus icónico del villano interpretado por el británico en su primera película, es indudable que fue un protagónico de gran brillo, donde desplegaba una variedad de recursos. Claro que el film del trío ZAZ (David Zucker, Jim Abrahams y Jerry Zucker) fue un pequeño fracaso en el momento de su estreno y solo el paso del tiempo lo convirtió en una obra de culto, merecidamente valorada. Porque la verdad es que se trató de una de las mejores sátiras de todos los tiempos y una comedia capaz de destacarse en el firmamento de una década donde convivieron gigantes del género: no hay que olvidarse de que, por ejemplo, las primeras camadas de artistas de Saturday Night Live (integradas por nombres como Eddie Murphy, Dan Aykroyd y Chevy Chase) empezaban a saltar a la pantalla grande. Sin embargo, Top Secret! logró destacarse porque se sentía como una evolución de la sátira, una película que aprendía de experiencias previas y sentaba las bases para lo que vendría después, sin dejar de ser un film único, incluso inimitable.
Quizás La pistola desnuda es la mejor película de los ZAZ, aunque su segunda parte pueda discutirle el puesto. Pero Top Secret! termina siendo mi favorita por los riesgos que corre, por el despliegue casi avasallante de referencias genéricas que se entrelazan aunque parezcan disímiles entre sí. Si el punto de partida son las películas musicales que protagonizaban estrellas como Elvis Presley, pero con el marco de un relato bélico, ya casi enseguida todo se ensamblaba con el thriller de espías, el drama romántico y hasta el western, mientras se interpelaba el imaginario de la Segunda Guerra Mundial, pero también el de la Guerra Fría, revelando su ya creciente anacronismo. Todo era digno de ser satirizado, desde la histeria juvenil por las estrellas de rock, pasando por la comida y costumbres del frente Oriental y los estereotipos raciales. El gran mérito era que toda esa construcción satírica se sostenía en una puesta en escena de increíble sofisticación, donde el sonido, la perspectiva o la profundidad de campo jugaban roles cruciales. El chiste de la estación móvil o el del teléfono gigante son apenas un par de ejemplos cómo hacer reír sin mover la cámara, pero dándole un carácter expresivo a los objetos.
Claro que Top Secret! es una gran comedia y particularmente un gran musical en buena medida gracias a Kilmer. No solo porque entendía cuándo -al igual que Leslie Nielsen en La pistola desnuda- abstraerse del contexto cómico y actuar seriamente, y cuándo tomar consciencia del mundo absurdo que habitaba su personaje. También porque su corporalidad y su voz se ponían al servicio de canciones y coreografías disparatadas y adictivas. El Nick Rivers de Kilmer casi que flotaba en la estructura estética de Top Secret!, adaptándose a cualquier cosa que le pedía cada escena. “¡Ese no es Mel Torme!”, decía un personaje al final de una secuencia de baile que funcionaba como prueba identitaria y enorme chiste. No, era Kilmer, en su primer y mejor actuación, arrastrándonos a una aventura imposible e irrepetible.
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