
Título original: Une belle course // Origen: Francia / Bélgica // Dirección: Christian Carion // Guión: Cyril Gely, Christian Carion // Intérpretes: Line Renaud, Dany Boon, Alice Isaaz, Jérémie Laheurte, Gwendonline Hamon, Julie Delarme, Thomas Alden, Elie Kaempfen // Fotografía: Pierre Cottereau // Montaje: Loïc Lallemand // Música: Philippe Rombi // Duración: 91 minutos // Año: 2022 //
6 puntos
DE PALABRAS Y REDENCIONES
Por Guillermo Colantonio
A veces, las grandes ciudades no necesariamente aparecen en pantalla como la postal turística las presenta. Al comienzo de El viaje de Madeleine, París apenas asoma a partir de colores fríos y es un caos de tránsito y de ruidos. Lo que ocurre es que la vemos desde la perspectiva de Charles, un taxista que trabaja demasiadas horas, que ha discutido recientemente con su mujer, debe mucha plata y se muestra cansado, física como emocionalmente. Por supuesto, en la línea de las historias convencionales, hay un patrón narrativo que se repite con insistencia y que podríamos considerar de manual: algo sucede en el momento crítico de un personaje. Entonces, Charles recibe una solicitud de viaje. Es en la otra punta de la ciudad y, si bien no tiene ganas de tomarlo, cede ante la tentación de ganar unos euros más. La pasajera en cuestión es una mujer de 92 años y cuyo nombre aparece en la complaciente traducción del título original de la película. Una vez que comienza el viaje se da forma progresivamente al diálogo entre ambos, pasando desde la reticencia del conductor a la posibilidad de redescubrirse ante el relato de vida de la anciana.
Como todo viaje, aunque sea de corta duración, siempre se produce una transformación. Las palabras, la necesidad de contar historias, facilita la dimensión de la escucha, de la atención, experiencia vapuleada en los tiempos que corren y que nos hacen correr. Madeleine habla de su pasado y una sucesión de flashbacks se alternan para develar aspectos dolorosos: un amor perdido con un soldado americano que le deja un hijo, una nueva esperanza que se transforma en una pesadilla y años de cárcel por defenderse de un marido golpeador. Si bien la película bordea algunos ejes recurrentes acorde a las necesidades de la actualidad, se aparta atinadamente de la victimización y deposita el foco en la vitalidad y la fuerza de voluntad de una mujer dispuesta a no renunciar a la vida, aunque sepa que está transitando la última parada.
Claramente varía la paleta de colores para separar los dos tiempos. Mientras tanto, la trama avanza con cierta fluidez poniendo en espejo a dos generaciones, indagando sobre los mecanismos de la memoria y la persuasión del lenguaje a la hora de novelar los recuerdos. Más allá de la verdad, lo importante es el impacto en el otro, la posibilidad de transformar una vida, de rescatarla a tiempo. Los milagros son parte de lo cotidiano. Siguiendo la tradición de ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra, Charles tendrá su recompensa cuando recupere su verdadera personalidad, la capacidad de afecto obturada por la urgencia y la presión laboral.
En consonancia con otros títulos al estilo de Conduciendo a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989) y Mis tardes con Margueritte (Marie-Sabine Roger, 2010), la película de Christian Carion se sostiene mediante un registro amable, sin demasiadas pretensiones y confiando en escasos elementos para mantener la atención. Y siempre que aparezca en pantalla la canción At las, interpretada por la genial Etta James, habrá un plus.
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