
Título original: Idem // Origen: EE.UU. / Canadá / Sudáfrica // Dirección: Dan Berk, Robert Olsen // Guión: Lars Jacobson // Intérpretes: Jack Quaid, Amber Midthunder, Ray Nicholson, Jacob Batalon, Betty Gabriel, Matt Walsh, Conrad Kemp, Evan Hengst, Craig Jackson, Lou Beatty Jr., Garth Collins, Tristan de Beer, Jessica Leigh Stanley, Chioma Antoinette Umeala // Fotografía: Jacques Jouffret // Montaje: Christian Wagner // Música: Lorne Balfe, Andrew Kawczynski // Duración: 110 minutos // Año: 2025 //
7 puntos
EL COMBUSTIBLE DEL AMOR
Por Mex Faliero
A la estética del videojuego le costó mucho tiempo instalarse en el imaginario del cine. En primera instancia porque los intentos seminales pensaban en una traslación demasiado directa, donde la experiencia de jugar quedaba totalmente frustrada ante la más pasiva participación del espectador de cine, pero además porque los videojuegos carecían del subtexto suficiente como para quebrar algún tipo de superficie que sirviera para pensar en términos narrativos. Ese tabú comenzó a romperse hace algunos años, cuando los videojuegos empezaron a acumular elementos narrativos y a pensarse como una historia que debe ser completada por el jugador. En parte las mejores adaptaciones recientes de videojuegos fueron precisamente las que se abocaron a esos juegos, pero por encima de esas propuestas muy directas hay también otras películas que incorporaron la estética sin reconocerse necesariamente como un videojuego. De la escena del pasillo de Oldboy a la escena del pasillo de Daredevil, de la idea de la muerte como sucesión pero nunca como fin de John Wick o la primera persona de Hardcore Henry, o a cierta lógica narrativa en Jumanji: el otro nivel, todas toman elementos de los videojuegos, demostrando que sus recursos audiovisuales ya ni siquiera deben ser explicados; son parte de un imaginario y un consumo cultural. A esta lista se suma ahora Novocaine.
La película de Dan Berk y Robert Olsen, que tenían una experiencia conjunta previa en el terror, es un relato de acción que casi como siguiendo la ideal del insert coin hace que nuestro protagonista siga y siga adelante, como un conejito de Duracell. La excusa es un síndrome real, que hace que las personas no sientan dolor físico, para convertirlo en una suerte de superpoder que le permite al personaje liquidar villanos sin sentir el mínimo dolor de tantos disparos, cortes y perforaciones que padece. La idea es potencialmente divertida, pero también corre el riesgo de muchas de las premisas ingeniosas que se agotan a la media hora. Si Berk y Olsen logran que la película nunca se agote sino más bien todo lo contrario, que se retroalimente de su propia hipérbole para llevar las cosas cada vez más lejos, es gracias a que el guión de Lars Jacobson tiene la suficiente inteligencia como para no atragantarse con sus ideas ni desesperarse por tirar toda la carne en el asador.
Otro de los motivos por los que Novocaine es una película efectiva y mucho más inteligente que ingeniosa, es la presencia de Jack Quaid, un actor reconocido a partir de su participación en The Boys, que está haciendo carrera con películas un poco irónicas que aprovechan su costado más violento, como esta y la reciente Compañera perfecta. Pero Quaid tiene una virtud, que es la de lograr trasladar al film su propia materialidad: es un actor multifuncional, efectivo tanto en la acción, como en la comedia y el romance, tres géneros que Novocaine transita, a veces por separado y a veces todos juntos. El comienzo, cuando se cuenta el enamoramiento del protagonista, es una pura comedia romántica, que se quiebra cuando un grupo de asaltantes llega al banco donde trabaja y secuestra a la chica en cuestión. Ahí comienza el costado más virulento de la película, una experiencia no apta para estómagos sensibles, que va crescendo en su apuesta al gore. El protagonista va descubriendo que los villanos no pueden hacerle daño y la película, nuevas e imaginativas formas de morir. Hay algo en el ritmo y en la falta de moral que se relaciona con la lógica del videojuego, sobre todo en cómo la muerte es tan sólo un escollo que el protagonista puede salvar una y otra vez. Pero lejos del cinismo o la canchereada, la película utiliza la comedia romántica como centro moral y eso la rescata, porque si bien el protagonista no siente dolor físico sí hay algo que se rompe en su interior cuando siente que su amor está en peligro. Que una película como Novocaine, hecha para disfrutar morbosamente del dolor físico, logre esa sensación es un acierto para nada descartable. Y es, además, fundamental para que nos interese lo que vemos en la pantalla por encima de toda la pirotecnia.
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