
Título original: The Electric State // Origen: EE.UU. // Dirección: Anthony Russo, Joe Russo // Guión: Christopher Markus, Stephen McFeely, basado en el libro de Simon Stålenhag // Intérpretes: Millie Bobby Brown, Chris Pratt, Woody Norman, Greg Cromer, Ann Russo, Alan Tudyk, Holly Hunter, Stanley Tucci, Woody Harrelson, Giancarlo Esposito, Jason Alexander, Ke Huy Quan, Colman Domingo, Anthony Mackie, Michael Trucco, Hank Azaria, Joe Russo, Jenny Slate, Brian Cox // Fotografía: Stephen F. Windon // Montaje: Jeffrey Ford // Música: Alan Silvestri // Duración: 125 minutos // Año: 2025 // Plataforma: Netflix
5 puntos
SIN UN LUGAR EN EL MUNDO
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Ya antes de que se estrenara en Netflix, la crítica y el público (la gran mayoría sin haberla visto) ya estaban pegándole duro a Estado eléctrico. Que los efectos especiales, que la traslación del imaginario del libro ilustrado de Simon Stålenhag en el que está basado, que el inmenso presupuesto (320 millones de dólares), que la prepotencia marketinera de Netflix, que los looks de Millie Bobby Brown y Chris Pratt… de cine, poco y nada, por más que se supone que al final hay una película o, por lo menos, un artefacto con pretensiones cinematográficas. ¿Era para tanto la negatividad? La verdad que no, a pesar de que lo que vemos solo de a ratos se acerca a eso que llamamos cine.
Viendo Estado eléctrico, uno entiende por qué -más allá del desafío de revitalizar una franquicia en crisis y la montaña de dinero que se van a llevar- los Hermanos Russo aceptaron volver a Marvel para dirigir las dos próximas entregas de Avengers. Es que Marvel es su lugar en el mundo, ese sitio que les permite expresarse en su mejor dimensión: como artesanos competentes y disciplinados, que pueden agarrar una estructura ya ganadora y llevarla al pico de su calidad. Si Kevin Feige, con el aporte de directores como Jon Favreau, Joss Whedon, James Gunn y Taika Waititi, había armado un molde muy sólido, los Russo pusieron la dosis justa de crema y frutilla al pastel. Quizás por eso todo lo que hicieron después (Cherry, El hombre gris) ha sido bastante desabrido, por más que fueran adaptaciones de materiales previos. Cuando tienen que construir un universo audiovisual propio, que nazca y crezca ante nosotros, los Russo trastabillan.
Lo mismo sucede en Estado eléctrico, que imagina una especie de Historia alternativa, una donde la robótica avanzó a pasos agigantados y los robots convivieron con los humanos hasta que, en la década del noventa, ese vínculo estalló, conduciendo a una guerra sin cuartel. Los robots fueron derrotados y los humanos hicieron lo predecible: confinar a esas máquinas rebeldes a un territorio delimitado, inhóspito y aislado, mientras se dedican a utilizar de manera adictiva un dispositivo que los lleva a una realidad virtual carente de dolor y conflictos. Detrás de todo esto está una corporación comandada por un empresario que se muestra pacífico y solidario, aunque en realidad es inescrupuloso y despiadado, interpretado por un Stanley Tucci a reglamento. En ese contexto, hay una joven (Brown) que emprende la búsqueda de su hermano menor, al que antes creía muerto, contando solo con la ayuda de un ex soldado que ha pasado a dedicarse al contrabando (Pratt) y un variopinto conjunto de criaturas robóticas.
En Estado eléctrico hay un diseño audiovisual donde conviven lo nostálgico con lo apocalíptico, que funciona como encuadre para varias alegorías y discursos. Hay un poco de reflexión sobre el capitalismo salvaje, otro poco sobre la incomunicación en la contemporaneidad, metáforas sobre las adicciones y el racismo, alegorías a los campos de concentración y un largo etcétera. Sin embargo, todo es pura superficie, porque los Russo quieren meter todo eso en un relato con ecos spielberguianos, pero se olvidan -y no hay que ir tan lejos, basta con ver Ready Player One– de que Spielberg siempre se toma su tiempo para darle entidad a los personajes y sus conflictos, para establecer la relación entre ellos y los mundos que habitan. Por eso Estado eléctrico es una película que grita todo el tiempo “¡Nostalgia!”, “¡Guerra!”, “¡Amistad!”, “¡Hermandad!”, “¡Apocalipsis!”, pero sin un corazón que lo exprese realmente a través de lo que les sucede a los protagonistas. Las cosas pasan y listo, por más que en el medio haya mucha parafernalia. Y si los Russo lucen extraviados, también lo están Brown y Pratt, que más allá de Stranger things y Guardianes de la Galaxia no han podido encontrar su lugar en el mundo. Estado eléctrico es un film sobre gente sin hogar y tratando de construir uno propio, pero que está hecho por gente que, al menos en este momento, está a la intemperie.
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