
Título original: The Brutalist // Origen: EE.UU. // Dirección: Brady Corbet // Guión: Brady Corbet, Mona Fastvold // Intérpretes: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Isaach De Bankolé, Alessandro Nivola, Ariane Labed, Michael Epp, Emma Laird, Jonathan Hyde, Peter Polycarpou, Maria Sand, Salvatore Sansone // Fotografía: Lol Crawley // Montaje: Dávid Jancsó // Música: Daniel Blumberg // Duración: 214 minutos // Año: 2024 //
6 puntos
DERIVAS DE LA GRAN NOVELA AMERICANA
Por Esteban Simoes
Philip Roth fue un escritor norteamericano, quizás el más destacado de su generación, que floreció con la segunda posguerra mundial. Desde la impactante El lamento de Portnoy, de 1969 en adelante, supo construir una carrera basada sobre todo en el impacto de la emigración judía en la cultura y la vida de Estados Unidos, siempre buscando escribir esa quimera que muchos buscaron pero que parece, todavía está vacante: la gran novela americana. Lo traje a Roth porque me acordé mucho de él viendo la última película de Brady Corbet. Es que algunos por acá tienen la pretensión de endilgarle al joven director el haber inventado la rueda, o peor, el fuego.
El brutalista es una película grande, enorme, elefantiásica. De esas que, si se hicieron bien los negocios de promoción, puede acarrear premios, debido a su pretendida importancia. Pero ocurre que es una película que nace fallida en su propósito de falsa biopic. La historia del arquitecto László Tóth, nombre en el que se cifran buena parte de los hombres que hicieron al brutalismo, para la ficción. Recordemos, por si hiciera falta, que el mencionado movimiento estético y arquitectónico se caracterizó por construcciones minimalistas que muestran los materiales de construcción desnudos y los elementos estructurales sobre el diseño decorativo. El mencionado arquitecto escapa de Europa hacia los Estados Unidos huyendo del nazismo y los campos de concentración. En la tierra de la libertad conocerá a un mecenas que le va a cambiar la vida. Adrien Brody en el papel principal, sobreactuado como siempre (pobre Adrien, los papeles que le tocan) y un Guy Pearce excelente como el mencionado salvador del arquitecto. Posteriormente hace su aparición Felicity Jones, como la esposa del arquitecto y otros personajes.
La película es correcta. Nada del mamarracho que hiciera el maestro hace poco (Megalópolis de Coppola, que curiosamente también tiene a un arquitecto en su fallida trama), pero debo confesar que se me hizo bastante soporífera. Podemos señalar también sus puntos de contacto con otras grandes películas de la historia, porque la cita es constante. Sus guiños al mismo Coppola, a Orson Welles o a King Vidor. Por momentos Corbet filma muy bien, y también hay que destacar el formato elegido para hacerlo: el VistaVision, de fines de los ’50, es uno de los aciertos de la película. Pero uno pronto entiende que aquí el tema es más bien sobre culebrones más que de edificios y objetos de diseño. Que los hay y están muy bien filmados. Pero no se nos da el tiempo suficiente para poder apreciar su conjunto. El epílogo de la película funciona como reivindicación para un movimiento que marcó una estética y lideró una renovación.
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