
Título original: Idem // Origen: EE.UU, / Inglaterra / Hungría // Dirección: Robert Eggers // Guión: Robert Eggers, Henrik Galeen, sobre la novela de Bram Stoker // Intérpretes: Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult, Bill Skarsgård, Aaron Taylor-Johnson, Willem Dafoe, Emma Corrin, Ralph Ineson, Simon McBurney, Adéla Hesová, Milena Konstantinova, Stacy Thunes, Gregory Gudgeon, Robert Russell // Fotografía: Jarin Blaschke // Montaje: Louise Ford // Música: Robin Carolan // Duración: 132 minutos // Año: 2024 //
7 puntos
EL BIGOTE DEL MAL
Por Esteban Simoes
Para empezar, una confesión: me comí el hype. Sabemos que la época que nos toca es generosa con las consagraciones o los odios rotundos. La anticipación por una película determinada hace que a la hora de ir al cine sea muy difícil mantener una posición intermedia, prudente. Y en el caso de Robert Eggers, uno de los directores norteamericanos que en los últimos años supo renovar un género cansado con un toque artie muy eficaz (después de La bruja y la maravillosa El faro, aunque no tanto en El hombre del norte) la expectativa era mayúscula. Pensar en lo que podría hacer este director, cuyos temas predilectos coincidían tan bien con el mito del vampiro calvo, hacía que el entusiasmo fuera desmedido.
Nosferatu nació en 1922 como una adaptación -no oficial, ni autorizada- del Drácula de Bram Stoker (1897). De la mano de F. W. Murnau, es uno de los íconos del Expresionismo Alemán. Años después, en 1979, vendría la segunda recreación de esta historia de amor entre el vampiro y la doncella de la mano de Herzog, Kinski y toda la potencia del Nuevo Cine Alemán. Lo que nos lleva directo a esta tercera adaptación, completamente alejada del glamour de las adaptaciones clásicas de Drácula (y ese tipo de vampiro alla Bela Lugosi). Esta nueva adaptación está muy cerca de Murnau, con diversos planos y tomas que homenajean a la película muda de manera calcada y con mucha mano.
Estamos ante una película grande, de eso no hay dudas. Con presupuesto, actores de renombre y espalda. La ambientación está muy lograda, el vestuario es excelente y la fotografía es sencillamente impactante. Con un juego de luz natural y penumbras que se impone desde el comienzo mismo de la película. Esa Alemania moderna y pujante del Siglo XIX, pero a la vez gótica y misteriosa a rabiar. He ahí una de las contradicciones que el film se va a proponer explotar a lo largo del metraje, de la mano de actuaciones dispares, desde la sobrecargada Lily-Rose Depp como la doncella enamorada del vampiro, pasando por un irreconocible y un poco insufrible Bill Skarsgård como la bigotuda bestia, hasta un desenfadado Willem Defoe, que parece ser uno de los pocos que entiende de qué va la cosa y puede permitirse reírse un poco de sí mismo, algo que no abunda en este caso.
Y no es que la película sea un desastre, porque no lo es. Pero es indudable que por momentos nos deja un poco afuera, fríos, enamorada de sí misma y sus posibilidades. Este tour de force de 130 minutos impacta y desconcierta en partes iguales (digámoslo de una vez, a la película le sobran cuarenta minutos). Hay algo ligeramente masturbatorio en la puesta en escena y desde el guión, como si el director nos quisiera mostrar todo el tiempo lo inteligente que es. Y, sin dudas, su pericia técnica es notoria, aunque el resultado final nos deje un poco secos. Al final, después de la consumación, sólo podemos estar agradecidos por la salida del sol y la aparición de los créditos finales. Eggers lo hizo de nuevo, para bien y para mal.
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