
Título original: Mufasa: The Lion King // Origen: EE.UU. / Canadá // Dirección: Barry Jenkins // Guión: Jeff Nathanson // Voces originales: Aaron Pierre, Kelvin Harrison Jr., Tiffany Boone, Kagiso Lediga, Preston Nyman, Blue Ivy Carter, John Kani, Mads Mikkelsen, Seth Rogen // Fotografía: James Laxton // Montaje: Joi McMillon // Música: Dave Metzger // Duración: 118 minutos // Año: 2024 //
6 puntos
SHAKESPEARE, CULEBRÓN Y CGI
Por Mex Faliero
El sinsentido de buena parte de la industria audiovisual actual, donde las ideas nuevas son sinónimo de malas ideas, es lo que termina haciendo posible una película como Mufasa: el rey león, en la que se estira el universo planteado en una remake y se nos obliga a construir un nuevo canon alrededor de una historia que, en el original, tenía un comienzo y un principio definidos. ¿Tenemos que entender a Mufasa: el rey león como secuela (y precuela a la vez) de El rey león de 2019 o también como secuela (y precuela a la vez) de la de 1994? Las preguntas que surgen alrededor de la película no tienen que ver tanto con lo cinematográfico como sí tienen que ver con el sistema de producción y sus dislates. Porque también podemos preguntarnos ¿qué hace Barry Jenkins metido aquí dentro (además de dinero, claro)? ¿O para qué apelar a un digital realista? si los personajes rompen ese verosímil buscado con canciones y largas peroratas impropias de leones, simios y demás especies. Se podrá decir que hay algo aquí de experiencia y puede que así sea, o que al menos algunas ubicaciones de la cámara (en verdad no hay cámara aquí porque es todo animado, pero supongamos…) nos permitan descubrir imágenes o movimientos inusitados, incluso cercanos a lo documental si pensamos en cómo registra la naturaleza absolutamente inventada que tiene la película. Hay sí algo novedoso en lo que el film propone desde lo visual pero, claro, habrá que ver qué valor le da cada uno a eso.
En su movimiento más interesante, Mufasa: el rey león es un relato dentro de un relato: el que el mono Rafiki le cuenta a la cría de Simba, una historia con aires aleccionadores respecto de la valentía y el coraje como remedios contra el temor. Esa historia, por tanto, es el origen de Mufasa. Si hay un acierto en la película (además de los apuntes autoconscientes de Timón y Pumba, chistecitos que Disney se permite sobre sí misma) es en que logra sostener una lógica discursiva con el imaginario de El rey león, que tiene ver con la relación del texto con la tragedia clásica, especialmente con lo shakesperiano y los relatos de tronos, legados, herencias y traiciones. Hasta podríamos decir que con el culebrón. Y lo hace sosteniendo, también, un suerte de primitivismo de la especie, donde la diferencia entre los leones protagonistas se da a través de la disputa por una leona. Barry Jenkins dirigió Luz de luna y nadie lo podrá acusar de conservadurismo, por lo que entiendo que hay en la construcción del relato escrito por Jeff Nathanson (Atrápame si puedes, La terminal) una intención deliberada por mantener el punto de vista de sus personajes, si es que podemos pensar en un punto de vista posible en un grupo de leones.
Y ahí se agota el interés. Más allá de alguna secuencia de acción en la que se aprovecha la animación y el espectáculo se vuelve razonablemente cinematográfico, Mufasa: el rey león es una película incapaz de correrse algunos centímetros de su esquema previsible. Casi que su atractivo se resume a la habilidad con la que Jenkins utiliza la tecnología y encuentra movimientos y planos que demuestran su pericia, mientras piensa en la manera con que el espectador se va a relacionar con esas imágenes. Por lo demás, Mufasa: el rey león acusa los mismos problemas de muchas de estas películas que se piensan dentro de la lógica industrial de un cine en cadena. Sobre el final apura todos los trámites para que tal personaje termine con la cicatriz que lo caracteriza (si hasta se le da su apodo en un secuencia un poco bochornosa) y determinado monte sufre un temblor para que tal piedra quede de la misma manera en que la tenemos visualizada… y todo así, como para que cierre, encastre, redunde, sin espíritu lúdico ni magia. El mismo movimiento que se da entre la belleza de la animación tradicional y este digital sin mayores rugosidades, todo pulido y correcto.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: