
Título original: Juror #2
Origen: EE.UU.
Dirección: Clint Eastwood
Guión: Jonathan A. Abrams
Intérpretes: Nicholas Hoult, Zoey Deutch, Toni Collette, J.K. Simmons, Chris Messina, Gabriel Basso, Kiefer Sutherland, Adrienne C. Moore, Drew Scheid, Leslie Bibb, Hedy Nasser, Phil Biedron, Cedric Yarbrough, Bria Brimmer, Amy Aquino, Chikako Fukuyama, Zele Avradopoulos, Onix Serrano, Jason Coviello, Rebecca Koon
Fotografía: Yves Bélanger
Montaje: David S. Cox, Joel Cox
Música: Mark Mancina
Duración: 114 minutos
Año: 2024
Plataforma: Max
8 puntos
CÓDIGO EASTWOOD
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Dicen que Jurado N° 2 es la última película de Clint Eastwood, su despedida definitiva, porque claro, el tipo ya tiene 94 años y difícilmente pueda seguir filmando. Aunque eso no está confirmado por completo y convengamos que Clint ya anunció despedidas que luego incumplió: se suponía que Gran Torino iba a ser su última actuación, luego pasó lo mismo con Curvas de la vida, y lo cierto es que después tuvimos también Cry Macho. También hay que decir que el viejo se viene despidiendo hace un rato largo: ya parecía decir adiós en la mencionada Gran Torino, donde ficcionalmente se moría, pero quizás ya lo hacía antes, ¿o acaso Jinetes del espacio no es un adiós vital, pero adiós al fin? Quizás lo que pasa es que Clint ya es un tipo consciente de la muerte, de su muerte especialmente, desde Los imperdonables por lo menos, y eso está ensayando diversas formas de despedida, que en algunos casos son de índole personal y afectiva, y en otras de carácter moral, social y moral. Con esa consciencia estética y cronológica es que Eastwood filma lo que se le canta, aunque sin dejar de pensar en su público: quizás por eso aceptó sin refunfuñar mucho que Warner Bros. haya decidido que su más reciente película vaya casi directo a la plataforma Max (solo tuvo un breve lanzamiento en cines selectos), porque sabe que los espectadores habituales de su cine, post-pandemia, prefieren quedarse en sus hogares antes que ir a las salas. Eastwood es un vaquero, pero uno que elige batallas y que sabe que su legado, a esta altura del partido, ya va a ser difícil de manchar. Y no va a ser manchado ciertamente por un estreno en el streaming.
Ya se ha escrito mucho sobre Jurado N°2. Es como si todos estuvieran muy apurados por decir algo sobre la que podría ser la última película de Eastwood, a ver si justo en estos días al viejo se le ocurriera morirse. Especialmente sobre la visión subyacente sobre la justicia, el sistema judicial y la noción del castigo, que va de la mano con la de la culpa. Casi todas las interpretaciones son válidas, lo cual no deja de ser particular, porque lo primero que salta a la vista de la película es su simplicidad, por más que la premisa pueda sonar algo rebuscada: un hombre llamado Justin Kemp (Nicholas Hoult), alcohólico en recuperación y a punto de ser padre, que es convocado para ser jurado en un juicio por asesinato y que se da cuenta de que muy posiblemente él sea el verdadero autor del crimen, por más que el acusado es un individuo que tiene todos los números para ser señalado como culpable. Hablamos de simplicidad como una virtud narrativa y de puesta en escena: el relato podrá tener flashbacks y situaciones donde se pone en juego el punto de vista de los diversos sujetos que forman parte y/o analizan el caso -desde el propio Kemp a la fiscal (Toni Collette), pasando por el abogado defensor (Chris Messina) y otro jurado (J.K. Simmons) que es ex policía-, pero Eastwood jamás se deja llevar por la ampulosidad o las remarcaciones. Todo está ahí, a la vista, de forma directa y sin enredos, porque Clint es así, un realizador capaz de ver las complejidades que emanan en una historia y dejar que aparezcan por sí solas, confiando en lo que puede decir la cámara cuando observa desde un lugar preciso y no se la quiere direccionar para que sea portadora de un enunciado previamente masticado.
¿Cuál es la fórmula para que esto pase, para que nunca se sienta una manipulación, que todo se entienda perfecto y que a la vez podamos inferir distintos significados? Supongo que hay un primer factor, que es el hecho de que Eastwood no pareciera querer decir algo y en función de eso construir una historia, sino que pone primero la historia y deja que desde ahí emane el discurso. Hay un dejarse llevar que muchas veces también se ve en las actuaciones: Tom Hanks, luego del rodaje de Sully: hazaña en el Hudson, contaba que Eastwood no gritaba “¡acción!” antes de empezar a filmar una escena, sino que decía, simplemente y con suavidad, “muy bien, adelante”, ni tampoco “¡corten!”, sino solo “ya es suficiente”. Es, indudablemente, parte de un método que es también un código: no es necesario gritar, solo basta con decir las cosas, aunque ese decir, ese encontrar el tono, requiera de práctica y repetición. Quizás por eso da la sensación de que Eastwood viene filmando la misma película desde hace décadas, que hay un hilo conductor entre films aparentemente disímiles como Poder absoluto, Los puentes de Madison, Crimen verdadero, Million dollar baby, Cartas desde Iwo Jima, Jersey Boys y La mula.
Ese hilo conductor se prolonga en Jurado N°2: todo va progresando suavemente, explicitando progresivamente el dilema moral que afronta Kemp, además del choque de miradas sobre el caso por parte de los otros personajes. Y cuando la película amaga con ponerse un tanto explicativa, en hacer demasiado explícito el conflicto que atraviesa al protagonista, Eastwood resuelve todo con un plano contraplano que es de todo menos tranquilizador, que nos dice que hay cosas que son irresolubles, imperdonables, que no tienen vuelta atrás. Esta despedida que no sabemos si será la despedida definitiva es una película tan terminal como apasionante, tan sencilla como intrincada, tan vital como angustiante. Otra vez Clint nos dice, de manera simple, que las cosas no son tan simples.
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