
Título original: Den of thieves 2: Pantera // Origen: EE.UU. / Canadá / España // Dirección: Christian Gudegast // Guión: Christian Gudegast // Intérpretes: Gerard Butler, O´Shea Jackson Jr., Evin Ahmad, Salvatore Esposito, Orli Shuka, Cristian Solimeno, Nazmiye Oral, Dino Kelly, Fortunato Cerlino, Yasen Zates Atour, Constantin Vidal, Michael Bisping, Giuseppe Schillaci, Rico Verhoeven, Antonio Bustorff, Jordan Bridges, Adriano Chiaramida // Fotografía: Terry Stacey // Montaje: Roberth Nordh // Música: Kevin Matley // Duración: 144 minutos // Año: 2025 //
6 puntos
LÍMITES BORROSOS
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Si la primera entrega de El robo perfecto era una película excesivamente dependiente del diálogo con sus referentes, como Día de entrenamiento, Atracción peligrosa y, especialmente, Fuego contra fuego, esta segunda entrega se muestra más libre, sin tantas ataduras referenciales. Lo cual no implica que resigne ambición narrativa, en una historia que tiene por momentos demasiadas idas y vueltas, como si Christian Gudegast (que vuelve a estar a cargo del guión y la dirección) quisiera demostrar, o demostrarse incluso, que puede estar a la altura de un Michael Mann y contar un policial con ínfulas épicas.
El robo perfecto 2: Pantera arranca casi donde terminó su predecesora, con Big Nick (Gerard Butler), el Teniente de la Policía de Los Ángeles, tratando de localizar a Donnie (O´Shea Jackson Jr.), quien logró escaparse con todo el dinero de un robo bancario. Pronto averiguará que el paradero del ladrón está en Europa y que este ha pasado a formar parte de una nueva banda de ladrones que tiene lazos con la mafia Pantera, que encima tiene planes para asaltar un enorme banco de diamantes. El reencuentro entre ambos tendrá sus particularidades, porque Big Nick, con su situaciones laboral y personal absolutamente detonadas, ya harto de todo, querrá formar parte del golpe, un pedido que Donnie no podrá rechazar. Es así como ambos se verán metidos de lleno en la planificación del robo, aunque en el medio deberán lidiar con la desconfianza de los otros miembros de la banda, las complicaciones lógicas de un golpe millonario, las fuerzas de seguridad al acecho y las demandas de la mafia italiana, que tiene cuentas pendientes con Donnie.
Decíamos que El robo perfecto 2: Pantera luce como un film más libre, lo cual no quita que no tenga sus propios referentes, porque está lejos de contar algo completamente nuevo. Ahí están entonces Miami Vice -otra vez Mann-, con las líneas borrosas entre la ética de las fuerzas de la ley y los códigos de la criminalidad; Ronin, con las dinámicas personales dentro de un grupo de mercenarios y la incidencia de los paisajes europeos; además de películas más recientes, como la alemana Sin códigos, con sus personajes casi impenetrables en su profesionalismo. Gudegast se las arregla igual para no depender de la cita y darle dinamismo a un relato donde la preparación y concreción del golpe son el foco de todos los conflictos, que se retroalimentan a su vez con los lazos de camaradería y la seducción que ejerce en Big Nick la vida como criminal.
Eso sí, El robo perfecto 2: Pantera repite algunos defectos de la primera entrega, como si a Gudegast le faltaran ajustar algunas tuercas en su mirada como cineasta. Porque si, por un lado, consigue retratar con fluidez el submundo criminal y los comportamientos de quienes lo integran, por otro apela a unos giros arbitrarios o pretendidamente astutos, pero que se ven venir a la distancia. Asimismo, hay unos cuantos minutos de más, como si al realizador no le bastara con presentar una simple historia sobre un gran golpe, para en cambio hacer una exploración más profunda sobre cómo lo legal y lo ilegal son dos caras de una misma moneda, aunque en ese intento incurra en una reproducción de lugares comunes, que encima son bastante previsibles y afectan el impacto de los minutos finales.
Lo mejor de El robo perfecto 2: Pantera surge, casi por decantación, cuando permite que sus protagonistas digan todo desde lo actitudinal, trabajando progresivamente las tensiones hasta arribar a estallidos puntuales de violencia. En eso va un poco a contramano del cine de acción del presente, tan proclive al impacto gratuito, lo cual se agradece. Lo que no puede eludir es cierta solemnidad y estiramiento, y en eso es una película demasiado contemporánea.
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