Título original: Music by John Williams
Origen: EE.UU.
Dirección: Laurent Bouzereau
Testimonios: Steven Spielberg, Ron Howard, J.J. Abrams, Ke Huy Quan, John Williams, Seth MacFarlane, Kate Capshaw, Chris Columbus, James Mangold, George Lucas, Lawrence Kasdan, Frank Marshall, Kathleen Kennedy, Alan Silvestri, Thomas Newman, Chris Martin
Fotografía: Toby Thiermann
Montaje: Sierra Neal, David Palmer, Jason Summers
Música: John Williams
Duración: 105 minutos
Año: 2024
Plataforma: Disney+
7 puntos
CREATIVIDAD, HUMILDAD Y AMISTAD
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Aunque cueste creerlo, John Williams ya tiene 92 años. Y decimos que cuesta creerlo porque continúa exhibiendo una notable lucidez y vitalidad, que le permite seguir trabajando y pensando su obra de forma más que atinada. Eso queda claro en La música de John Williams, documental cuyo título tiene un importante error en la traducción: el original es en verdad Música por John Williams (como habitualmente se escribe en las secuencias de títulos de las películas), lo que resalta la veta autoral del que es posiblemente el compositor más importante y popular de los últimos cincuenta años.
La película de Laurent Bouzereau no pretende ser innovadora en su formato, porque sabe que cuenta a su favor con múltiples elementos para interesar al espectador. Empezando por el propio Williams, un personaje simpático y humilde, que no necesita hacer gala de su creatividad y talento, y que en cambio habla sobre su vida y obra con la sensibilidad justa, haciéndose cargo de su influencia y a la vez de que no necesita demostrar nada más. De hecho, lo que prevalece es su veta docente y didáctica, lo que permite entender cómo su proceso creativo se ha vinculado con momentos de su esfera íntima y personal -como la muerte de su primera esposa, de la que salió con el que probablemente sea su período más brillante, entre finales de los setenta y principios de los ochenta-, o su capacidad para entender y potenciar lo que querían diversos realizadores. Ahí están nombres indispensables como Steven Spielberg, J.J. Abrams, George Lucas y James Mangold para corroborare, distintas entrevistas la importancia de un artista capaz de amoldarse a toda clase de texturas genéricas y miradas de cineastas muy diferentes entre sí.
Pero lo mejor de La música de John Williams no está tanto en el despliegue de anécdotas y testimonios, algunos de ellos conmovedores, como los de Lucas y Kate Capshaw, contando cómo fue la primera vez que escucharon los temas principales de Star Wars y La lista de Schindler, respectivamente. Tampoco en cómo deja explícito que Williams se ha convertido en una estrella e ícono en sí mismo, un refugio para los nostálgicos y uno de los últimos grandes bastiones y defensores de la incidencia de las orquestas en las bandas sonoras cinematográficas. Lo más potente y revelador es cómo el film muestra que la mayoría de la trayectoria de Williams se explica en buena medida por otro artista, que es Spielberg. Es que si, con Tiburón, Spielberg buscó recuperar el rol de las orquestas en un momento donde estaban en retroceso y encontró en Williams a alguien que le construyó un villano insuperable con un par de melodías, a partir de ahí comenzaría una relación casi simbiótica: el cine de Spielberg no sería lo mismo sin las bandas sonoras de Williams, y las composiciones de Williams no serían lo mismo sin las imágenes de Spielberg. A la vez, ambos están parados en lugares similares: son figuras respetadísimas, pero que hace un rato largo que dejaron de ser el centro del campo artístico, ahora ocupado por directores como Christopher Nolan o compositores como Ludwig Göransson. Y sin embargo siguen ahí, dando pelea a favor de un clasicismo en vías de extinción. Por eso es que La música de John Williams es, además de un efectivo documental biográfico, un bello film de amistad.
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