Título original: Jeanne du Barry
Origen: Francia / Bélgica / Reino Unido
Dirección: Maïwenn
Guión: Maïwenn, Teddy Lussi-Modeste, Nicolas Livecchi, Marion Pin
Intérpretes: Maïwenn, Johnny Depp, Benjamin Lavernhe, Pierre Richard, Robin Renucci, Marianne Basler, Caroline Chaniolleau, Melvil Poupaud, Pascal Greggory, India Hair, Patrick d’Assumçao, Noémie Lvovsky, Micha Lescot
Fotografía: Laurent Dailland
Diseño de producción: Angelo Zamparutti
Música: Stephen Warbeck
Duración: 117 minutos
Año: 2023
5 puntos
UNA JOVEN PLEBEYA EN VERSAILLES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Según cuenta Maïwenn, realizadora y protagonista de La favorita del rey (traducción no tan desacertada del original Jeanne du Barry), su descubrimiento de Barry Lyndon, de Stanley Kubrick, la llevó a concebir la película “a la antigua”, con una puesta en escena más naturalista, en vez de moderna, al estilo Marie Antoinette, de Sofia Coppola. Y se nota bastante eso en su película, aunque tener de referente a un emblema de la frialdad como es Kubrick lleva a que todo sea demasiado pulcro y ordenado, frío incluso, con la ironía como disfraz principal y solo algunos momentos donde hay una mayor carnadura en lo que se cuenta.
La de La favorita del rey es de esas pequeñas historias dentro de la Historia con mayúscula, centrada en esos personajes que en los registros históricos cumplen papeles de reparto, pero que a su vez son fundamentales para pensar una época. El film, situado hacia la mitad del Siglo XVIII, se centra en Jeanne Vaubernier (la propia Maïwenn), una mujer de clase trabajadora que, a través de su amante, el conde du Barry, y el duque de Richelieu, es presentada al rey Luis XV (un improbable y a la vez correcto Johnny Depp). El encuentro es tan fructífero que Jeanne se convierte en la cortesana habitual y favorita del rey, pero eso traerá rumores, escándalos e intrigas, porque nadie la quiere realmente en la Corte. Es decir, uno de esos relatos ascenso y caída vertiginosos, de choques de clases, de una mujer irrumpiendo en lugares de poder dominados habitualmente por hombres.
Inicialmente, Maïwenn narra y le pone el cuerpo al film presentándolo como una historia de aprendizaje, de una outsider que se mete en un mundo ajeno que le resulta extraño, fascinante y hasta incomprensible, todo a la vez. Por eso el primer tramo de La favorita del rey, sin ser innovador, es bastante atractivo a partir de cómo se posiciona en la mirada un poco ingenua y a la vez disruptiva de Jeanne, contemplando a la Corte francesa como un mecanismo de artificio constante, donde todo está pautado por medio de protocolos un tanto absurdos. En esa aproximación, es bastante interesante cómo se resalta que uno de los puntos de conexión entre Jeanne y Luis XV estaba dado por el hecho de que ambos son bastante conscientes del juego de máscaras en el que están metidos. Sin embargo, ese abordaje un tanto autoconsciente, de puesta en escena híper realista sobre otra puesta en escena, se va agotando con el correr de los minutos, hasta que la película termina reproduciendo o devorada por el propio artificio que desea exponer.
Es en los minutos finales, cuando la narración deja intuir que ese mundo monárquico, que se va cerrando y a la vez expulsando a Jeanne, también se acerca a su final a partir de la llegada de la Revolución Francesa, que La favorita del rey vuelve a ser un relato de carne y hueso. Ahí da paso a la tragedia sutil para la protagonista, que paga caro su comportamiento, pero también le da visibilidad y protagonismo a un personaje como La Borde (estupendo Benjamin Lavernhe), que se encarga de que se cumplan todos los rituales al pie de la letra con total honestidad, coherencia y devoción. Él es el que pronuncia una frase simple y a la vez memorable cuando lo asedian miembros de la familia real con requisitos que no puede -y un poco no quiere- cumplir: “esto es Versailles”. Quizás en el recorrido de La Borde estaba la gran película que La favorita del rey no supo ser.
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