Título original: Wolfs
Origen: Reino Unido / EE.UU.
Dirección: Jon Watts
Guión: Jon Watts
Intérpretes: George Clooney, Brad Pitt, Amy Ryan, Austin Abrams, Poorna Jagannathan, Zlatko Buric, Vladimir Sizov, Richard Kind, Frances McDormand
Fotografía: Larkin Seiple
Montaje: Andrew Weisblum
Música: Theodore Shapiro
Duración: 131 minutos
Año: 2024
Plataforma: Apple TV+
6 puntos
DOLORES DE ESPALDA
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Hay un chiste recurrente en Lobos sobre cómo ambos protagonistas tienen dolores en sus espaldas que les hace más difícil realizar acciones vinculadas a sus labores. Aunque en verdad no es un chiste, sino una forma que encuentra la película de Jon Watts para hablar de la veteranía del dúo y de cómo el aparente profesionalismo de ambos se ve condicionado por el paso de los años. Porque tras su humor juguetón, tenemos un film amargo sobre dos tipos que deben hacerse cargo de que hay cosas que ya no funcionan como antes, aunque busquen sostener sus códigos a toda costa.
Para Watts, luego de la trilogía de Spider-Man con Tom Holland, Lobos representa una especie de vuelta a los orígenes, a partir de una película que comparte más de un elemento con Cop car, su tensa ópera prima. Y también con The old man, una serie de espías focalizada en veteranos -y en la vejez- de la que es productor ejecutivo y dirigió los dos primeros episodios. De un extremo a otro de las franjas etarias, el realizador sigue hablando sobre los costos hasta trágicos de algunas decisiones y las implicancias éticas y morales que hay detrás de ellos. Para George Clooney y Brad Pitt, podría verse a la película como una nueva aventura juntos, otra instancia donde pasarla bien y tratar de transmitir algo de eso al público, pero lo cierto es que no estamos ante una nueva entrega de La gran estafa. En cambio, las dos estrellas acompañan en buena medida esa consciencia del paso de los años que atraviesa a sus personajes.
Todo comienza con una funcionaria pública (Amy Ryan) que, en plena campaña electoral, decide tener un rato de diversión en un hotel de lujo, pero que tiene un pequeño gran accidente. Ese evento tiene consecuencias fatales y de índole legal, por lo que decide llamar a un hombre (Clooney) que se dedica a hacer que esta clase de problemas desaparezcan y nadie sepa de ellos. Hasta ahí, todo bien (dadas las circunstancias), pero el asunto se complica cuando aparece otro “colega” (Pitt), al que alguien más ha llamado para hacer el mismo trabajo. Y todo se embrollará aún más cuando ambos hombres se vean obligados a trabajar juntos y el hallazgo de un elemento en la escena del crimen los coloque en la línea de fuego entre dos organizaciones criminales.
Lo que cuenta Lobos no es muy original: sin muchas vueltas, es una buddy-movie, una historia sobre dos individuos acostumbrados a hacer todo solos, pero que en la convivencia forzada hallan más de un punto de conexión en sus respectivas miradas sobre el mundo y un marco de respeto mutuo cercano a la amistad. Donde el guión y la puesta en escena de Watts encontramos una vía de diferenciación es en la interacción de los protagonistas con un joven (Austin Abrams) que queda metido en toda la trama por accidente y pasa a ser el centro del conflicto. Es en otra unión forzada donde el film encuentro un equilibrio productivo entre la comedia y el drama criminal. Por ejemplo, con una secuencia de persecución donde el humor físico llega hasta el punto de lo desopilante -es, posiblemente, el mejor momento de la película-; y otro donde hay una decisión de vida o muerte en la que lo afectivo juega un papel preponderante.
Donde Lobos termina fallando es al momento de hallar un tono unificado en la instancia de resolución de conflictos. Allí se debate entre ser sombría, redentora, moralista, cómica, astuta o todo eso junto. Y se conforma con intentar parecer ingeniosa, en un cierre algo apurado, que se pretende abierto, aunque se revela como más indeciso que otra cosa. Es como si Watts no se atreviera a ir a fondo con el fatalismo que sobrevuela a los protagonistas y decide ir por el lado más amable, que es también el menos arriesgado. Quizás porque en este ejercicio melancólico, Clooney y Pitt tampoco se atreven a despedirse por completo, a pesar de los dolores de espalda.
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