
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Siempre sentí que el vínculo romántico entre Rick y Michonne estaba un poco forzado, que era una forma que el equipo creativo de The walking dead había encontrado para compensar las desgracias sufridas por ambos personajes y a la vez desplegar otros conflictos. También es cierto que igual se fue armando, progresivamente, todo un pequeño mundo alrededor de esa unión. Y ahora permite que Rick (y Andrew Lincoln) vuelva en una historia que se pretende tan romántica como épica, aunque sus ambiciones le juegan en contra. Pensada inicialmente como una película a emitirse en AMC, luego como una trilogía de films a ser estrenados en cines y finalmente concretada como una miniserie, The walking dead: The ones who live es la historia de una reunión largamente deseada, pero que termina quedando por debajo de las expectativas. En parte esto sucede porque la creación de Scott M. Gimple, Lincoln y Gurira quiere también constituirse en un relato cuasi distópico que luce un tanto arbitrario. Los dos primeros episodios, construidos desde la alternancia de las perspectivas de Rick y Michonne, son claramente los mejores, a pesar de que el uso de las voces over conduce a una excesiva remarcación y anuncia problemas futuros. Ahí podemos ver cómo Rick quedó, durante varios años (y luego de ser dado por muerto por su gente) prisionero de una especie de sistema político-militarista llamado -sin mucha sutileza- República Cívica-Militar, del cual ha intentado escapar numerosas veces (incluso cortándose la mano), para eventualmente resignarse a ser parte como soldado de elite. Mientras tanto, Michonne lo ha buscado infructuosamente, sufriendo pérdidas y soledad en el camino, hasta que el reencuentro entre ambos se da de forma bastante fortuita. A partir de ahí, se dispara el conflicto central: cómo gestionar un escape que no ponga en peligro a ambos y sus seres queridos, obligándolos a una fuga eterna. Las barreras a superar son muchas: desde ese sistema de orden con múltiples recursos un ala militar con agenda propia; hasta las sospechas de una colega de Rick (Lesley-Ann Brandt) y el conocimiento de Janis (Pollyanna McIntosh), vieja conocida de los protagonistas, que ha encontrado un lugar seguro en la República, el cual no quiere resignar. Pero el obstáculo más importante es el propio Rick, que en un punto ha sido domesticado y tiene pavor a los riesgos que implica su potencial escape. Este último factor es a la vez el más interesante, por cómo retoma algunos aspectos de la narrativa distópica al estilo 1984; y también el más irritante, porque el relato se regodea en las idas y vueltas existenciales del personaje. Cuando tiene que arribar a las instancias de resoluciones, The walking dead: The ones who live se enreda en demasía, pretende construir un villano a las apuradas (Terry O´Quinn, que se merecía algo mejor) y aplica varios giros inverosímiles. Eso obviamente afecta sus pretensiones épicas y románticas, a pesar de algunos pasajes logrados desde lo visual y el nivel de tensión. Los protagonistas de la miniserie vuelven a repetir en un par de ocasiones una especie de mantra que ha definido su relación: “juntos podemos hacerlo todo”. Pero quizás no sea tan así.
-Los seis episodios de The walking dead: The ones who live están disponibles en Prime Video.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: