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Mi amigo el pingüino

Título original: My Penguin Friend
Origen: Brasil / EE.UU.
Dirección: David Schurmann
Guión: Kristen Lazarian, Paulina Lagudi Ulrich
Intérpretes: Jean Reno, Adriana Barraza, Alexia Moyano, Nicolás Francella, Rochi Hernández, Pedro Urizzi, Amanda Magalhães, Juan José Garnica, Duda Galvão, Thalma de Freitas, Beatriz Lima, Ravel Cabral
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Montaje: Teresa Font
Música: Fernando Velázquez
Duración: 97 minutos
Año: 2024


6 puntos


UNA COMO LA DE ANTES

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La historia que inspira Mi amigo el pingüino es fantástica. Un pingüino que en plena migración se desvía y termina perdido y moribundo en playas brasileñas, es rescatado por un hombre que lo recupera y le da una segunda vida, hasta que el animal retoma su rumbo y vuelve al sur argentino. Pero, oh sorpresa, el pingüino terminará repitiendo ese ritual durante ocho años, convirtiéndose en noticia a nivel global por cada estadía en las playas brasileñas junto a su amigo humano. Como decíamos, la historia es fantástica, pero la película no. Y eso está más que bien, porque ya sea por pudor o por limitaciones, el film de David Schurmann entiende que lo suyo debe ser más verosímil que la historia real para que uno termine comprando el cuento.

La palabra cuento queda perfecta aquí. Mi amigo el pingüino tiene ese aspecto de relato cerrado sobre sí mismo, con reglas que nos imponen cierto nivel de credulidad y una narración que avanza tersa y fluida hasta un final donde cierra todo, incluso sus metáforas y enseñanzas. La película de Schurmann se inscribe en una larga tradición de relatos que cuentan la relación de humanos y animales como una forma de exorcizar algunas tragedias. En este caso, y primera de las muchas libertades que se toma con relación a la historia verídica, la muerte del hijo del protagonista en el poco atractivo prólogo de la película, lo que servirá para que claramente Mi amigo el pingüino utilice su tema para hablar del duelo, de cerrar heridas, de avanzar aunque siempre tengamos esa pérdida sobre la espalda. Y cuenta todo esto con nobleza, con amabilidad, con cariño por sus personajes y por la historia que tiene entre manos, y especialmente con respeto hacia el espectador. Y cuando algo no funciona, tiene a Jean Reno que con una mirada, un silencio, una postura corporal, transmite las emociones necesarias.

Como decíamos, hay un prólogo un poco torpe, que narra a las apuradas lo suyo como para sentar las bases del conflicto. Pero también hay un elenco internacional al que se le complica la dicción en inglés, que es la lengua que usa como propia esta película ambientada en Brasil y en Argentina. Salvando esos dos aspectos, o tal vez incluso por eso mismo, Mi amigo el pingüino nos invita a un tipo de experiencia que el cine del presente, pomposo y cínico, parece haber olvidado hace ya demasiados años. Un relato que no intenta ser más de lo que es, que emociona sin caer en excesos melodramáticos y que se construye desde una serie de tragedias sin violentar la mirada.


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