
HOMBRES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS
Por Rodrigo Seijas
Si hay algo que siempre caracterizó a Pedro Almodóvar fue su capacidad para mirar al género femenino desde un lugar particular, estableciendo una cierta distancia pero sin resignar una cercanía distintiva. Ese posicionamiento, que influye en su narrativa y en su estética, estuvo presente desde el comienzo. Pero es en Carne trémula donde el cineasta agrega una visión sumamente enriquecedora sobre el género masculino.
No es que no le interesaran los hombres a Almodóvar en sus films anteriores, que de hecho podían llegar a tener un enorme peso, como en ¡Atame! Pero es aquí donde su mirada sobre lo masculino encuentra una sistematización, que es la que de hecho lleva adelante el relato. Aparecen los hombres en sus gestos manipuladores, en sus histeriqueos, en sus obsesiones claramente enfermizas y, principalmente, en sus inseguridades. Los hombres de Carne trémula son, esencialmente, frágiles. Podrán tratar de esconder esas debilidades a través del sexo o de los golpes, pero lo que se percibe claramente en David (Javier Bardem), Víctor (Liberto Rabal) y Sancho (José Sancho) es que hay cosas que no pueden controlar, que se les escapan a ese control que siempre quieren ejercer, y que ese descontrol que los invade está claramente ligado a las figuras femeninas de Elena (Francesca Neri) y Clara (Angela Molina), que los definen de manera decisiva.
Sin Carne trémula, es difícil explicar buena parte de la carrera posterior de Almodóvar. David, Víctor y Sancho, hombres que quieren sostener un modelo patriarcal del hombre pero que exhiben muchos rasgos de feminidad, tanto desde lo físico como desde lo actitudinal, fueron el puntapié necesario para que luego aparecieran el Benigno y el Marco de Hable con ella, el Mateo/Harry de Los abrazos rotos, y el Robert de La piel que habito. También, si en su obra anterior, La flor de mi secreto, Almodóvar refinaba su método, en la que hasta entonces era su película más elegante, Carne trémula es la conjunción de ese refinamiento con el atrevimiento narrativo y estético de films previos como Tacones lejanos, Mujeres al borde de un ataque de nervios o Laberinto de pasiones, como si el director pusiera a dialogar toda su obra.
Pero (y siempre hay un pero, porque el cine de Almodóvar siempre ha estado marcado por desniveles, por altas y bajas), Carne trémula también insinúa algunos elementos problemáticos del cine del realizador español. Especialmente en la escena final, donde se establece un contrapunto con la vuelta de la democracia a España, en contraposición con el oscurantismo franquista en el cual arranca el film. En ese exabrupto discursivo, aparecen aspectos de lo peor de Almodóvar y su necesidad de remarcar desde la palabra o lo simbólico su mirada ideológica sobre el mundo, que lo llevan a un trazo grueso que roza lo insoportable. Esos rasgos pisarían fuerte en Todo sobre mi madre y La mala educación, sus peores películas. Aún así, lo que se impone es una narración potente, que mostraba a un cineasta ya consagrado pero dispuesto a seguir enriqueciendo su cine.
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